Aventuras en el Valle Navojoa, Sonora - México Desconocido
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Aventuras en el Valle Navojoa, Sonora

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Aventuras en el Valle Navojoa, Sonora fifu

Nada más salimos del aeropuerto y sin muchos rodeos, como son allá en el norte, me dijeron: “la raza ya está bien puesta para darle”.

Aunque en verdad no habíamos platicado mucho más antes del viaje, sólo tenía su promesa de que viviría una aventura inolvidable. Como sea, no sabía de qué se trataba por más que lo intentaba no podía imaginar qué tanta raza podía ser ni que tan puestos podían estar, pero estaba a punto de averiguarlo.

Ojos que no ven, corazón que no siente

Al llegar al hotel nos vimos con Jesús Bouvet, quien dirige el club Lobo Aventurismo, en Navojoa, y sólo de ver la bicicleta que traía, supe que la “raza”, efectivamente estaba bien puesta. Junto con Carlos y Pancho planeamos la ruta, los horarios y el equipo necesario para nuestra expedición. En menos de media hora me quedó claro que aquí, además de chiles y cebada, saben de aventura. Quizá es el estereotipo, pero me costaba imaginar a un ganadero o a un ingeniero agrónomo bajarse de su troca –sombrero y botas bien puestas–, para equiparse hasta los dientes y salir a pedalear en su bicicleta de doble suspensión.

Bajo advertencia no hay engaño

Habíamos acordado el itinerario y todos los detalles de logística. La utilería pesada: kayaks, cuerdas, bicicletas de montaña y caballos, así como los pequeños detalles, protector solar, repelente y provisiones para cada salida. Entonces surgió la pregunta: ¿cuántos somos? La cual bien pudo ser: ¿cuántos cabemos? Y es que mientras ellos hacían el conteo, yo sólo podía recordar las palabras de mi amigo, “la raza está bien puesta”… Nunca había visto tal entusiasmo, en verdad me quedé boquiabierto.

Día 1Estero de Moroncarit, el edén de las aves

Necesitamos tres camionetas para poder transportar los ocho kayaks –en su mayoría dobles y triples–, hasta el Puerto de Yávaros, famoso no sólo por sus sardinas, sino por la belleza natural de sus alrededores. Comenzamos a remar por el laberinto de mangle, el cual es refugio para miles de aves marinas residentes y migratorias, cientos de brantas, garzas, grullas, pelícanos blancos y cafés, patos (golondrino y calvo), espátulas rosadas, varias especies de gaviotas, fragatas y gallitos de mar, revolotean en cada rincón de este lugar. Nunca había visto tal cantidad de aves juntas. La remada es poco técnica en los trechos abiertos del mangle, pero a lo largo del camino hay algunas enramadas en la que hay que maniobrar con precisión, no sólo por el riesgo de quedar atorado entre las ramas, sino por que el más mínimo alboroto puede provocar el ataque de unos 5,000 mosquitos, cosa que es poco recomendable. Para poder ver aves es importante remar en silencio, de lo contrario es casi imposible acercarse.

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Disfrutamos tanto de este hermoso lugar que decidimos aguantar la “hora pico” –en la que los mosquitos lo dominan todo–, para presenciar el atardecer que en esta región es un verdadero espectáculo. Por cierto, la pasión con la que Spiro registraba el comportamiento de esta diversidad de aves es realmente contagiosa, al grado que todos nos peleamos por usar sus binoculares de repuesto, pues los suyos no los suelta ni por equivocación, y es que a través de su minucioso estudio –hasta el momento ha registrado 125 especies de aves–, ha podido involucrar al sector empresarial de Huatabampo para la creación de la Fundación Mangle Negro, A.C.

Día 2En busca de lobo marino

A la mañana siguiente madrugamos para regresar al mismo puerto, esta vez para navegar por mar en busca del lobo marino que por temporadas habita en estas costas. Aunque son loberías pequeñas, resultan muy atractivas por la conducta tan sociable que han mostrado estos mamíferos ante la presencia humana. Remamos a lo largo del puente quemado y más allá de los riscos que frecuentan y no hubo suerte. Entonces, Spiro dijo: “ni modo, vamos a la playa a ver si hay pájaros bobos”, lo que no me parecía muy prometedor que digamos, pero pronto salí de mi error. Conforme nos fuimos acercando, empecé a distinguir una mancha sobre la playa que parecía extenderse por unos 50 o 60 metros. En efecto, ahí había muchas aves, cientos de ellas, quizá mil, y para mi sorpresa ese no era nuestro destino. Un par de kilómetros más adelante estábamos frente a una gran mancha, de unos 400 metros, formada por cormoranes y pájaros bobos de patas azules. Pancho me dijo que ahí me esperaban porque en cuanto pusiera un pie en la arena echarían a volar, y así fue, en cuanto desembarqué empezaron las parvadas de 100 a 200 aves a la vez, despegando unas tras otras en un espectáculo sin igual . En pocos minutos la playa estaba desierta.

A pesar de la corriente en contra, lo que dificultaba nuestro regreso, todavía paramos a observar los nidos de los ostreros que muy bien camuflajeados se pueden encontrar a unos cuantos metros de la orilla. Justo al llegar, nos encontramos con una familia de delfines que se alimentaba frente a la playa, lo que sirvió para cerrar la travesía con broche de oro.

La cima más alta del valle
Cualquiera hubiera tenido suficiente con la remada de la mañana, pero el ascenso a la cima más alta del valle ya estaba programada, así es que después de una buena comida nos fuimos a Etchojoa, donde destaca solitaria una serranía de siete cumbres: Bayajórito, Moyacahui, Junelancahui, La Campana, Oromuni, Totocame y Babucahui, entre las cuales la del Mayocahui es la más alta (150 metros de altura), aunque no representa un gran reto, la vista desde la cima bien vale la pena. El monte está lleno de diferentes tipos de cactáceas y mezquites, los cuales son aprovechados por diferentes tipos de aves, como el carpintero del desierto, la golondrina azul, el verdugón norteño y el máximo depredador aéreo, el halcón peregrino.

Día 3El caballo de acero

La idea del ganadero con shorts de licra pedaleando una bicicleta de montaña seguía siendo un poco extraña, pero Jesús y Guillermo Barrón ya no aguantaban las ganas de “darme carrilla” en los senderos que ellos mismos han trazado dentro del Rancho Santa Cruz. ¿Quién hubiera dicho que Memo es campeón estatal y uno de los ciclistas nacionales más destacados de la categoría master? En otras palabras, el amigo “le pega” muy duro a esto. Por lo general usan las brechas que deja el ganado en su paso por el monte, a las cuales hay que darles mantenimiento periódico, pues aunque aquí la maleza no crece como en el sur de la República, un choque contra un mezquite o algún tipo de cactácea podría convertirse en la peor pesadilla de cualquier ciclista. El paisaje cambia dramáticamente con las estaciones, por lo que las pistas son siempre diferentes. En la época de lluvias el verde revienta por cualquier rincón; y en sequía, las ramas pardas se funden con el color de la tierra y es fácil perderse en los senderos. Spiro y yo estuvimos un buen rato tratando de encontrar los rastros de la pista del jubileo, por donde se habían ido los demás. Era una sensación muy extraña, porque los podíamos escuchar, pero no ver, era como si estuvieran camuflajeados con la maleza.

Día 4 y 5El secreto de San Bernardo

A estas alturas del viaje estaba bien convencido de que esta región ofrece aventuras para todos los gustos, pero no sabía que aún me aguardaba una sorpresa más. Carlos me había hablado mucho de la belleza de San Bernardo, al norte de Álamos, casi frontera con Chihuahua. Después de una par de horas de viaje, la camioneta en la que íbamos Lalo, Abraham, Pancho, Spiro y yo finalmente se detuvo frente al Hotel Divisadero, en el centro de San Bernardo, donde ya nos esperaba Lauro y su familia. Después de comer comenzó la expedición. ¡Era un paraíso de increíbles formaciones rocosas! Para cuando regresamos al hotel, ya nos habían organizado una carne asada en compañía de las autoridades de pueblo. Al día siguiente salimos, unos a caballo y otros en mula, por un cañón conocido como Los Enjambres, el cual es un verdadero espectáculo.

Con esto terminó nuestro viaje, muy agradecidos de haber compartido momentos inolvidables con quienes nos recibieron y enseñaron este paraíso 100% mexicano para aventureros de corazón.

ITINERARIOS PARA AVENTUREROS

El club Lobo Aventurismo puede armar una semana de acción total:

Lunes
Kayak, bicicleta de ruta, montaña o de mantenimiento.

Martes
Meditación, la aventura suprema.

Miércoles
Bicicleta de montaña en rutas y pistas aledañas.

Jueves
Kayak, bicicleta de ruta o montaña o mantenimiento.

Viernes
Ascenso al cerro El Bachivo.

Sábado
Sierra de Álamos en bicicleta o salida épica (5 a 12 horas).

Domingo
Carreras de bicicletas de ruta o montaña o Moto Trial.

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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