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Ecoturismo y aventura

Aves entre canales, una exhibición de gala en Xochimilco

Ciudad de México
Aves entre canales, una exhibición de gala en Xochimilco fifu

Al sur de la Ciudad de México, esta área natural, famosa por sus chinampas, es el último refugio para garzas, patos, pelícanos y otros emplumados que la eligen como hogar fijo o temporal.

Son escasos metros los que separan el bullicio de una avenida conflictiva de aquel retazo de pasado. El invierno nos recibe con una neblina matinal que dificulta reconocer figuras donde se escuchan susurros. Son los chinamperos. Ahí donde se sustituye el auto por la canoa, el tiempo transcurre más lento: las faenas de esta técnica agrícola requieren dedicación, no por nada han sobrevivido tantos periodos de la historia de México. Aunque están rodeadas de agua, su espejo apenas es visible debido a la vegetación acuática, la cual es un ingrediente básico de la productividad de la chinampería y parte de la dieta de los peces que son el sustento de decenas de especies de aves.

La Cuenca de México no siempre ha estado tapizada de concreto. Su fisonomía se originó millones de años atrás, por ahí del Cretácico, pero fue hace apenas unos cientos de miles de años que, como resultado de la actividad volcánica, adquirió la forma con que la conocemos: una cuenca cerrada, lo que quiere decir que por todos los puntos cardinales se levantan sierras. Una tras otra.

Con todos los bordes cercados, el agua proveniente de la lluvia, manantiales y ríos, al no encontrar una salida al mar, se almacenó y alimentó lo que un día fueron cinco lagos: Zumpango, Xaltocan y Texcoco, de constitución salobre, y Xochimilco y Chalco de agua dulce. Todos variaban en altitud pero coincidían en verter sus remanentes al de Texcoco, el más bajo. El resultado fue un escenario de extraordinaria riqueza natural. La presencia de cuerpos de agua, además de conejos, anfibios, insectos, sal, fibras vegetales, arcilla y madera, fueron algunos de los recursos que atrajeron a los primeros pobladores. entre los que se consumieron ampliamente, a la par que el pescado blanco, el charal, el venado y la tortuga, estuvieron las aves. De estas, los patos cucharón, golondrino y de collar, así como la gallatera, son las que destacan en la dieta.

Si bien, con la adopción de la agricultura, la cuenca se ha mantenido habitada desde hace 4 mil años, y se ha transformado aquel escenario, un remanente de cuenca lacustre ubicado en lo que fueron los lagos de Xochimilco y Chalco continúa siendo un espacio de refugio y alimentación para poco más de 200 especies de aves.

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Entre la chinampa y el apantle 

Por una u otra razón invariablemente han capturado nuestra atención. Unos se sienten atraídos por el color de sus plumas, otros por sus cantos, mientras que otros envidiamos su capacidad de volcar. Lo cierto es que entre la chinampa y el apantle contiguo, las aves han encontrado el espacio para desplegar su diversidad, tanto las que prefieren el ambiente terrestre como las que se inclinan por el acuático. Aunque la mayor variedad se manifiesta en invierno, cuando arriban las de hábitos migratorios y las que están de paso. Y para todas, el laberinto de agua que resta en esta porción de la cuenca desempeña un rol relevante para su sobrevivencia, sea porque es donde se cobijan, alimentan, reproducen, anidan.

Entre las especies acuáticas más conspicuas están las garzas. Por los canales se ven de todos los tamaños: la más grande es el garzón cenizo, el muy asustadizo tiene 1.20 m de altura, le sigue la garza blanca con 1 m, mientras que la verde alcanza apenas unos 40 cm. Una de sus características es que, a diferencia de los ibis, estas vuelan con el cuello encogido.

Hay especies que en invierno hacen sendas reuniones cuando los que habitan acá se juntan con los que llegan de otros parajes. Y es que en la región septentrional, durante la temporada más fría, escasea el alimento, así que antes de que eso suceda almacenan suficiente grasa en el cuerpo para emprender un viaje que las aterrice donde haya suficiente disponibilidad. Eso pasa con los patos de collar y tepalcate, el macho distinguido de pico azul, y el zambullidor de pico grueso. Otras especies más se unen a la conglomeración aunque no tengan congéneres de este lado, como el pato cucharón norteño y la cerceta aliazul. Dos de los más esperados cada año son el ibis y el pelícano blanco.

Hay que reponerse pronto del desconcierto y la admiración que causa verlos sobre una de las avenidas más importantes de la Ciudad de México, antes de tener un accidente.

Claudio Contreras Koob

Previo a la temporada de lluvia empieza el cortejo para que cuando llegue la crianza haya suficiente alimento. El achichilique piquinaranja es galante y obsequia pescado de regalo nupcial. Es una de las 57 especies que anidan en la disminuida área lacustre. Para construir nido, cada especie tiene cierta predilección por el espacio: para los patos tepalcate y mexicano, los tulares son el sitio idóneo; mientras que las garzas coroninegra y verde prefieren algo más alto, como un árbol o arbusto. La avoceta, el chorlo tildío y el candelero optan por el suelo, pero cerca del agua.

Claudio Contreras Koob

Al remanente de escenario lacustre hacen también acto de presencia carpinteros, martín pescador, rayadores, gallinetas, falaropos, gallaretas y cerca de 60% de las aves que existen en el Distrito Federal. Aunque el espectáculo es de espacio limitado está abierto todo el año, es cuestión de apartar butaca en una apacible trajinera y estar atento a que empiece la pasarela.

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autor Martha Salazar
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