Comalcalco, la ciudad de los Nueve Señores de la Noche

El misterio de esta urbe indígena se inicia ya desde su nombre en lengua náhuatl, que la define como “lugar de los comales”. En realidad, Comalcalco perteneció a la extensa región del mundo maya y fue poblada por el pueblo chontal, cuyos descendientes todavía habitan en el área. Los chontales, grupo también conocido como Putun, se distinguían por sus intensas actividades comerciales, las cuales los llevaron a las regiones del centro de México, y cuya evidencia arqueológica más notable es Cacaxtla, en Tlaxcala.

Es muy probable que su nombre en náhuatl se haya dado durante esas relaciones comerciales y culturales; asimismo, como la ciudad está construida con ladrillos, la asociación entre comales y ladrillos daría por resultado tal denominación.  El entorno ecológico de Comalcalco ha cambiado en nuestros días. Originalmente fue una zona de selvas tropicales con abundantes ríos que cruzaban su territorio, pero con la expansión de las formas de producción occidentales se talaron ricos y majestuosos árboles, convirtiendo la zona en extensos potreros dedicados a la ganadería. Por fortuna, una de sus fuentes de riqueza ancestrales, el cultivo del cacao, continúa en la actualidad, constituyendo en gran medida el respaldo económico de la región.  En tiempos prehispánicos Comalcalco, siendo la capital política más importante de esta parte de Tabasco -la más occidental del mundo maya-, tuvo una gran extensión. Hoy día la zona arqueológica sólo comprende el área ceremonial, que para efecto de la visita se identifica como el conjunto de la Plaza Norte y la Gran Acrópolis. En ambos sitios los edificios han sido explorados arqueológicamente en diversas etapas y actualmente muestran trabajos de restauración.   

En cuanto a su periodificación cronológica, hoy sabemos que los orígenes de Comalcalco se remontan a la época Preclásica, anterior a la era cristiana; su apogeo corresponde al Clásico, tanto temprano como tardío, y a los primeros tiempos del Postclásico temprano, lo que nos da una larga ocupación del 200 al 1300 d.C.  Lo que más sorprende al visitante que llega a la zona es el cuidadoso mantenimiento de los espacios verdes, que contrasta con las tonalidades blanquecinas y amarillentas de los edificios prehispánicos, los cuales lucen orgullosos su pátina negruzca. Al iniciar el recorrido está el museo local, donde se pueden admirar los principales tesoros descubiertos en las excavaciones: delicadas figurillas de arcilla que recrean la antigua sociedad maya y fragmentos de la decoración modelada en estuco, en lo que se observan especialmente animales de carácter sagrado; indudablemente, los objetos de mayor atractivo son los ladrillos que provienen de muros y techos de la antigua ciudad, los cuales fueron esgrafiados o excavados antes de la cocción; y es en ellos precisamente donde advertimos el pensamiento y la ideología de la población local, sus sistemas de escritura, la práctica de sus ritos, etcétera.

El conjunto de la Plaza Norte es muy espacioso; consta de varias plataformas o pirámides, que se distribuyen en rededor de una solemne plaza de planta rectangular; ahí destaca por sus dimensiones e importancia el Templo 1, cuya gran escalinata se dirige hacia el punto donde el sol se oculta al atardecer. Cuando el espectador se coloca frente a dicho edificio percibe el aspecto peculiar que dan los ladrillos a toda la construcción y lo delicado de la decoración modelada en estuco; ésta cubría tanto el basamento como el templo, pero hoy sólo quedan interesantes restos con figuras humanas y de animales en la esquina inferior izquierda. Después de recorrer la Plaza Norte hay que ascender a la Acrópolis, donde en un primer nivel nos encontramos con los templos VI, o del Mascarón, y VII, o de los Personajes sedentes. En estos templos se conservan ambos elementos decorativos, es decir figuras humanas y de animales, modelados en estuco, cubriendo el núcleo de ladrillos. Caminando hacia el sur, en ese nivel, nos encontramos con el Templo V, que aún conserva la habitación interna y los restos de la tumba de los Nueve Señores, único elemento similar a la cámara sepulcral de Palenque, en donde reconocemos a los patronos mayas de las nueve regiones del inframundo.   

En la cúspide de la Acrópolis se ubica la impresionante construcción que corresponde a un conjunto palaciego, y de la cual queda (como un reto al equilibrio) el muro central del edificio con los restos de dos secciones de techo del característico arco maya. Así también, en la parte posterior se ha excavado y reconstruido otro edificio palaciego de tamaño menor, junto al cual están el patio hundido y el Templo IV.  Hoy día, con el establecimiento de la ruta maya, Comalcalco se ha constituido en la puerta de entrada de este recorrido turístico y cultural, y es sin lugar a dudas la mejor manera de penetrar en el reino misterioso de aquella singular cultura. 

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