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Historia del paseo del adelantado Montejo

Yucatán
Historia del paseo del adelantado Montejo fifu

Francisco de Montejo, el mozo, fundó la segunda municipalidad española como capital administrativa de Yucatán el 6 de enero de 1542, en el asiento de T’ho.

Puede decirse que el primer valor estético de esta ciudad -a la que dio el nombre de Mérida- fue su traza intencionalmente geométrica, de forma rectangular, con calles simétricas y derechas, y cada manzana dividida en cuatro partes iguales. Al crecer la ciudad, sus calles fueron trazadas a cordel siguiendo el concepto cuadrangular o de axialidad. Sin embargo, en sus momentos iniciales, Mérida no contó con avenida alguna sino hasta fines del siglo XVIII, cuando el capitán general y gobernador Lucas de Gálvez construyo el Paseo de la Alameda o Paseo de las Bonitas, avenida conocida actualmente como la Calle Ancha del Bazar. 

Para 1832, Mérida contaba con cuatro paseos que servían como lugares de reunión: la Alameda, el Camposanto, la Cruz de Gálvez y el Limonar .En 1888, un grupo representativo de la clase pudiente formada por hacendados, comerciantes, industriales y exportadores, tuvo Ia iniciativa de hacer un paseo público como “ensanche y prestancia de la ciudad”. La rapidez con la que se actuó -escasamente un mes (del 2 de enero al 5 de febrero) para organizarse, involucrar a las autoridades públicas, determinar la ubicación del paseo, presentar los planos, formar comisiones, recolectar dinero para la compra de terrenos y poner la primera piedra- hace pensar que era un proyecto ya muy hecho y muy hablado, el cual solamente se oficializó y se le dio formalidad.

Correspondió al general GuiIlermo Palomino, gobernador del estado, iniciar la obra, aunque pronto se suspendería por un lapso de diez años ante la falta de recursos públicos. El plano del paseo fue realizado por el ingeniero Rafael R. Quintero. El lugar escogido para construir la nueva avenida correria paralelo a la plaza de Santa Ana, de sur a norte hasta la quinta de don Eusebio Escalante, ubicada sobre el límite norte de la ciudad. Es decir, se iniciaba al norte del cuartel primero de la traza colonial entre Ias calles 58 y 56, en el centro de siete manzanas alineadas entre las calles 47 y 33a. Su Iongitud fue de 1198 m, sin continuidad vial en ninguno de los extremos.

El ensanche hacia la mencionada dirección respondió tanto a la exclusividad residencial de una clase económicamente fuerte como a ciertos aspectos de carácter técnico-económicos: acceso directo al Puerto de Progreso y al poblado de Itzimná, lugares de descanso y veraneo ubicados en una de las áreas menos construidas, por lo que el terreno era de menor costo. Además, el clima de esta zona era, y es, menos riguroso.

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Desde su inicio en 1888 hasta su terminación en 1906, variaron las medidas del ancho del paseo: de 66.87 m iniciaies a 43 metros. Esta reducción fue ocasionada por la distribución deI espacio de las casas que se encontraban al comienzo de la avenida, y aun así, éstas quedaron sin posibilidad de jardines a su alrededor, como les hubiera correspondido de acuerdo con sus dimensiones y estilo. El nombre acordado fue “Paseo del Adelantado Montejo”, en reconocimiento al conquistador de Yucatán.

EI 5 de febrero de 1888 fue puesta la primera piedra en el cruce de las calles 7a Norte y 2a Oriente, en presencia de autoridades civiles y militares, así como de numerosos vecinos que contribuyeron económicamente para la compra de los terrenos. La zona que ocuparía el Paseo Montejo era un barrio pobre, formado por callejuelas, llenas de arbustos y maleza, que colindaba con el poblado de Itzimná. Los primeros trabajos sólo lograron un largo y alineado desmonte que arrasó con las casas de pajay la frondosa arboleda de sus solares. Las obras se reanudaron en 1898 durante el gobierno del general Francisco Cantón, quien les dio un gran impulso y avance, ya que la calzada central se concluyó dos meses después de la toma de posesión de su sucesor el licenciado Molina Solís.

El Paseo deI Adelantado Montejo quedó terminado en 1904; sin embargo, debido a su deterioro causado por el deslave anual de la temporada de lluvias y el tránsito de carruajes -ya que Ia avenida se fue abriendo a la circulación en la medida en que los trabajos avanzaban-, fue necesario hacer otra fuerte inversión en su mantenimiento. El costo inicial de la obra fue de 14,760.00 pesos, mismos que se utilizaron en la compra de los terrenos donde se construiría. Durante el gobierno del general Cantón se erogaron cerca de 40,000.00 pesos, y en el de don Olegario Molina, 192,182;01, según los propios informes de gobierno.

Con motivo de la visita del general Porfirio Díaz a Yucatán, se pensó en concluir los trabajos y orgullosamente mostrar el Paseo en ocasión tan propicia. La construcción del Paseo en Ia parte central de Ias manzanas rompió Ia traza colonial de Ia ciudad, desvirtuando su concepción inicial. En 1906, el señor Eulalio Escalante, gran promotor de esta avenida, informó: EI Paseo Montejo tiene 1198 m de largo y consta de una avenida principal de 23 m de ancho, de 2 avenidas laterales de 7.50 m y de 2 avenidas de 2 1/2m que quedan entre Ia línea externa de árboles y las cercas de los predios laterales. Anchura total 43 metros.  Dos estatuas de yucatecos ilustres fueron colocadas en distintos momentos en el Paseo Montejo. La de Justo Sierra O’Reilly (1906) en el extremo norte, calle 33a, y la de Felipe Carrillo Puerto (1925) en la rotonda central del mismo, en el cruzamiento con la calle 37.

Esta importante avenida se ha prolongado de acuerdo con las necesidades urbanas de viabilidad y crecimiento de Ia ciudad. En 1926, siendo gobernador Álvaro Torre Díaz, se hizo Ia primera ampliación, aumentando 440 m lineales hasta Ia glorieta del actual Monumento a la Patria. Posteriormente, durante la gestión municipal de Vicente Erosa Cámara, se amplió hacia el norte de Ia ciudad para unirlo con la colonia México. La prolongación de 1200 m fue inaugurada por el presidente de Ia República licenciado Miguel Alemán Valdés, el 1o. de junio de 1950. La tercera ampliación, obra de la gestión al frente de la Comuna de Gaspar Gómez Chacón, fue de 2 600 m, siempre hacia el norte, concluyendo en el entronque de la carretera a Progreso, donde se encuentra Ia explanta industrial Cordemex. Las dos últimas prolongaciones no conservaron el mismo ancho ni el arbolado que caracteriza al Paseo desde su arranque hasta el Monumento a Ia Patria. En su extremo final, se construyó un monumento dedicado a Gonzalo Guerrero en reconocimiento a su elección de permanecer y resistir con el indígena yucateco Ia conquista militar española: paradoja histórica, pero que al fin y al cabo se identificó con el sentir y Ia apreciación histórica de los diversos momentos y grupos que construyeron el Paseo Montejo.

Desde 1916 se pretendió prolongarlo hacia el sur con el objetivo de unir la nueva área residencial con la zona comercial que entonces se concentraba al sureste del centro de Ia ciudad de Mérida. No se llevó a cabo debido a innumerables complicaciones económicas, técnicas, sociales y urbanísticas. Las manzanas que abarcaría dicha prolongación estaban totalmente construidas, y hubo bastante resistencia por parte de los propietarios de Ias casas. Estas dificultades se presentaron siempre, y sólo se pudo desalojar una manzana contigua al inicio del Paseo, destruyéndose el primer cuartel de Ia ciudad colonial. Por algunos años quedó abandonado tanto el proyecto como el lugar, mas con motivo de los 450 años de Ia fundación de Mérida, Ia Comuna tuvo la iniciativa de hacer un parque que conmemorara esta festividad. Diversas circunstancias políticas entorpecieron el proyecto hasta la gestión municipal de Luis Correa Mena, quien mantuvo Ia idea de Ia construcción de un área arbolada con viabilidad interna.

Finalmente, este espacio fue inaugurado el 5 de enero de 1995 para celebrar Ia fundación de Ia ciudad.Con sus diversas prolongaciones, el Paseo ha llegado a su límite de crecimiento, 5 438 m, y Ia idea original de que fuera un paseo recreativo y cerrado quedó atrás, al satisfacer la necesidad de viabilidad urbana y conexión de un sector de exclusividad residencial.Durante muchos años, Ias características del Paseo fueron lo arbolado, sus jardines y las elegantes mansiones y casas construidas a principios del presente siglo, cuya arquitectura fue de marcada influencia europea. El Paseo Montejo no sólo modificó Ia traza urbanística sino también impulsó el crecimiento de Mérida y facilitó Ia circulación vehicular; con él se logró el objetivo de tener una avenida de recreación que al mismo tiempo engalanara a Ia ciudad. En los años sesenta, el avance modernista inició el deterioro arquitectónico del Paseo Montejo, y algunas voces, en repetidas ocasiones, se dejaron oír para alertar lo que estaba por suceder: se tiraron o adaptaron casas sin miramiento alguno, con la aprobación de los ayuntamientos en turno.

Desgraciadamente no fueron acciones aisladas ni exclusivas: también el centro de la ciudad sufrió pérdidas irreparables de casas coloniales y deI siglo XIX que fueron, en ambos casos, sustituidas por estacionamientos y construcciones funcionales sin estilo arquitectónico definido. Aunque estos cambios respondieron a las necesidades comerciales de Mérida, le quitaron, a cambio, gran parte de su identidad y distinción, propias de una ciudad con historia, abolengo y tradición.  A noventa y un años de su existencia, sobreviven en el Paseo algunas casas aisladas que desafían el mal gusto de Ia modernidad plasmado en oficinas, tiendas de todo tipo, omercios, restaurantes, taquerías, bancos, hoteles, agencias de viajes, etcétera. Se perdió la exclusividad residencial al destruir las grandes casas solariegas que ilustraban una forma de vida producto de la riqueza henequenera que impulsó el gusto refinado por la arquitectura en boga en Europa, sobre todo en Francia e Italia. Muestra de estos estilos son las casas Cámara-construcciones gemelas, cuyos planos fueron traídos de Francia por lo señores Cámara Zavala a principios de siglo. Uno de estos inmuebles fue adquirido por el señor Fernando Barbachano, quien lo decoró al estilo de la época y así se conserva; el otro inconcluso durante muchos años, fue terminado por su actual propietario, el señor Mario Molina Méndez.

Algunas personas acaudaladas aprovecharon, en la construcción de sus casas, la mano de obra de artesanos italianos que llegaron a Mérida para Ia edificación deI teatro “José Peón Contreras”. .Así, don Aurelio Portuondo construyó Villa Beatriz, que seria más tarde propiedad de don AveIino Montes Linaje. Otra casa fue la deI señor Pedro de Regil, ahora de Seguros América. Esta mansión de estilo italiano, única en su género, tiene toda Ia fachada de piedra labrada. Fue restaurada conservando su estilo y puede ser admirada en el presente como sede de Ia citada compañía aseguradora. El Palacio Cantón que alberga el Museo Regional deI lnstituto Nacional de Antropología e Historia, es de estilo renacentista y de almohadillada arquitectura; posee mármoles, muebles de baño, ladrillos y lámparas importados de Europa que lo embellecen en su interior.Otras casas que se conservan son la de la familia MoIina Duarte, habitada por sus dueños en Ias mejores condiciones; la de los Medina Ayora, con Ia peculiaridad de contar con un minarete que se encuentra en total abandono, y Ia casa Vales recientemente restaurada por el grupo financiero Serfín.

Otros predios que mantienen parte del estilo original son el del Colegio América y el de la Escuela Modelo.La mayoría de estas construcciones están rodeadas de jardines arbolados y fueron edificadas sobre un sótano o entrepiso que las levantaba por encima del nivel de la calle con el fin de darles mayor lucimiento. Sus interiores cuentan con pisos de mármol de Carrara, mosaicos italianos, techos con molduras y adornos en yeso, maderas talladas, herrería, lámparas de Baccarat, cristales esmerilados con decoración, espejos de cristal de roca, etcétera, que reflejan la riqueza y calidad de vida de quienes fueron sus propietarios.

En ocasiones, el alto costo de estas construcciones puso en serios aprietos económicos a sus dueños, por Io cual dejaron parte de las casas inconclusas o las terminaron sin tantas pretensiones. En la actualidad, las casonas que lograron sobrevivir–compradas en su mayoría por grupos financieros–, han sido respetadas por sus nuevos dueños en su arquitectura y estilo, y aunque en algunas ha habido modificaciones, éstas se han hecho adecuándolas tanto a las nuevas necesidades como a la edificación antigua, tratando de mantener el esplendor que tuvieron en otras épocas. En algunas de estas residencias se han construido modernos edificios adjuntos, buscando siempre que el conjunto fuese armonioso arquitectónicamente.Tres grandes y lujosos hoteles se han levantado en donde fue la quinta San Jacinto y el Centro Deportivo Bancario. El complejo comercial “Centro deI Paseo” conservó la casa de principios de siglo y construyó en la parte central del terreno una torre de seis niveles para oficinas, tratando de mantener una equilibrada combinación entre el estilo francés de principios de siglo y la modernidad arquitectónica del presente. 

El desarrollo comercial e inmobiliario urbano aunado a Ila prolongación que ha tenido el Paseo Montejo, ha hecho que el corazón de esta importante arteria sea la glorieta del monumento a don Justo Sierra O’Reilly, que en su primera época fue el límite del propio Paseo. Como consecuencia del impulso económico que se le ha dado a esta avenida, la plusvalía de los predios ba tenido un aumento de un cien por ciento, extendiéndose a la prolongación de esta vía y desplazando la zona residencial cada vez más hacia el norte.En su momento, el Paseo Montejo impulsó el área circundante transformándola en zona residencial con abolengo y señorío. En el presente, es una avenida de gran movimiento financiero, comercial y turístico, cuya fisonomía ha cambiado totalmente debido a la transformación arquitectónica de su paisaje, un tanto disímbolo, en el que el empuje modernista se impuso frente a la nostalgia de una época en total decadencia económica.

Muy tardíamente, la Comuna y el INAH iniciaron acciones restrictivas en defensa no sólo del Paseo, sino también del patrimonio arquitectónico constituido por los pocos edificios históricos que, como muestra, permanecen en la otrora señorial avenida. Producto de estas actividades es el Manual de Leyes y Reglamentos Urbanos y de Construcciones del Municipio de Mérida, al que debe sujetarse cualquier obra o instalación pública o privada que se desee ejecutar en la siempre blanca ciudad de Mérida.

Fuente: México en el Tiempo No. 9 octubre-noviembre 1995

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