Miramar: exuberante paraíso nayarita - México Desconocido
Buscador
Ver revista digital
Descubre Destinos

Miramar: exuberante paraíso nayarita

Nayarit
Miramar: exuberante paraíso nayarita fifu

Miramar es un pequeño puerto donde la pesca es la principal actividad de los lugareños. Una gran diversidad de pescado es vendido en los pueblos vecinos y en las ramadas que se alinean en la playa, donde puede degustarse una excelente variedad de pescados y mariscos.

Aquí es común encontrar turistas extranjeros que disfrutan de la tranquilidad del pueblo, de la atmósfera tropical que lo rodea y de sus bellas playas, como Platanitos, que se ubica a pocos kilómetros del puerto y donde se puede encontrar una reserva de tortugas y caimanes.

Platanitos es una enorme barra que da origen a una bella laguna-estuario, donde al caer la tarde se dan cita gran número de aves tropicales.

También son atractivas las playas de Manzanilla y el Boquerón, a muy poca distancia del puerto.

A un lado de la pequeña comunidad El Cora, a 10 km de Miramar, se yergue una hermosa cascada con varias caídas que forman pequeñas pozas naturales situadas en medio de una densa vegetación tropical.

¡Descubre el México Auténtico a través de nuestro podcast!

Desde la playa de Miramar hacia el norte se divisa una antigua casona del siglo XIX, con un muelle semidestruido en el frente, rodeada de platanares, cafetales y exuberantes árboles, un río la atraviesa justo antes de desembocar en el mar.

A mediados del siglo XIX aquí se estableció un grupo de alemanes que desarrollaron industrias de gran prosperidad. A un lado de la casona, construida en 1850, todavía puede identificarse una antigua fábrica de jabón de aceite de coco, el cual se exportaba a través de los puertos de San Blas y Mazatlán.

El primer dueño de la casona y de la fábrica de jabón fue Delius Hildebran, quien también impulsó la agricultura y la cría de puercos en una pequeña comunidad aledaña, El Llano; en El Cora se desarrollaron con gran éxito el cultivo del café y la minería, y La Palapita llegó a tener un importante auge minero.

Toda esta bonanza fue posible gracias a la mano de obra de los indios coras, que en esta época poblaban en gran número la región.

La señora Frida Wild, que nació en esta antigua casona en la segunda década del siglo, nos cuenta: “A principios de siglo mi padre, el ingeniero Ricardo Wild, era el administrador de la propiedad en Miramar y de todo este emporio iniciado por los alemanes desde 1850. La mayoría de éstos eran del norte de Alemania, sobre todo de Berlín, pero eran contratados en Hamburgo. Muchos de ellos llegaron inicialmente contratados por la cervecería del Pacífico en Mazatlán.

En mi época, es decir entre los años veinte y treinta, toda la propiedad era atravesada por dos calles importantes que hoy han desaparecido y que llegaban hasta el pequeño poblado de El Llano (a 4 km): la calle Hamburgo y la calle de los Hombres Ilustres, por donde circulaban vehículos de motor que eran traídos desde Europa. En el muelle todos los días salía ‘El Cometa’, una embarcación que hacía el viaje rápido de Miramar a San Blas. También existía un tren ligero que llevaba las mercancías y los diversos productos que se cosechaban en ese entonces jabón, especies, pimienta, cacao, café, etc.) hasta el muelle.

“En aquella época, frente a la casona había otras casas donde vivían más de quince familias de los ingenieros alemanes.

“Muy presente tengo las terrazas donde los trabajadores coras ponían a secar tabaco, encima ponían hojas de palma para que no quedara totalmente seco, después el tabaco se ensartaba con mecate y se colgaba. En una ocasión se volteó una de las embarcaciones que iba a San BIas transportando latas de miel; durante días los ingenieros tuvieron que bucear para rescatar todas y cada una de esas latas. Fue un trabajo arduo y difícil, demasiado pensaba yo, para unas simples latas de miel; fue cuando supe que en éstas era transportado el oro que se extraía de las minas de El Llano y El Cora.

“Las fiestas eran sin duda los eventos de mayor importancia, y los más esperados. Para esas ocasiones preparábamos un licor con los dátiles que venían desde Mulegé en Baja California Sur. Nunca faltaban las coles agrias como en Alemania; primero las poníamos con sal y encima colocábamos costales de aserrín y esperábamos a que fermentaran, después las servíamos con las clásicas salchichas.

“Las cenas se celebraban para recibir invitados importantes que llegaban con mucha frecuencia a Miramar. Eran grandes tertulias, los alemanes tocaban el violín, la guitarra y el acordeón, las mujeres usaban enormes sombreros florales y todos los detalles eran de gran elegancia.

“Recuerdo que en las mañanas desde mi balcón veía a los hombres en la playa con sus trajes de baño largos y rayados y a las mujeres montando los finos corceles que les eran traídos desde las caballerizas. También era tradicional que todos los invitados y los ingenieros de Miramar fueran a pasar unos días al recién inaugurado Hotel Bel-Mar en Mazatlán. Una de las cosas que más recuerdo eran esos viajes que hacía con mi padre a las Islas Marías, que entonces ya eran cárceles; íbamos a llevar mercancías, yo me quedaba siempre en el puente del barco, veía a los presos con sus trajes rayados y sus cadenas en pies y manos.

“Pero sin lugar a dudas mi recuerdo más vivo es aquel 12 de octubre de 1933. Todos estábamos comiendo en la hacienda cuando los agraristas llegaron, cortaron el teléfono y destruyeron el muelle; quedamos incomunicados, las cajas fuertes fueron abiertas a balazos y todos los hombres adultos, entre los cuales estaba mi padre, fueron reunidos fuera de la casona: ahí mismo fueron ahorcados, ninguno quedó con vida.

“El Chino, quien era el cocinero, recuperó los cadáveres y los enterró. Todas las mujeres y los niños nos fuimos a San Blas y a Mazatlán, la mayoría había salido desde antes, ya que los rumores de la llegada de los agraristas eran constantes desde hacía varios días.

Desde entonces la propiedad permaneció en el abandono, hasta que en los años sesenta fue adquirida por el entonces gobernador del estado, quien hizo algunas restauraciones y ampliaciones.

A la muerte de éste, su hijo la vendió, y hoy pertenece a una familia de Tepic, quienes construyeron al lado de la casona original un pequeño hotel muy cómodo y con excelentes servicios para todo aquel que busca un sitio apacible donde pasar unos días de descanso.

En las ramadas del puerto le recomendamos ampliamente el restaurante “El Tecolote Marinero”, donde será cálidamente atendido por su dueño (Fernando).

SI USTED VA A MIRAMAR

Saliendo de la ciudad de Tepic tome la carretera federal núm 76 rumbo a la costa, tras recorrer 51 km llegará a Santa Cruz. Unos dos kilómetros hacia el norte encontrará el pequeño pueblo de Miramar, donde podrá degustar una gran variedad de pescados y mariscos.

Comentarios