Abriendo paso en el Cañón de la Esmeralda, Nuevo León
Localizado en la zona oeste-centro del estado de Nuevo León, en colindancia con el de Coahuila, el Parque Nacional Cumbres de Monterrey fue declarado área protegida por decreto presidencial el 24 de noviembre de 1939; sus 246 500 hectáreas lo convierten en el de mayor superficie en México.
El nombre de Cumbres lo debe a las espléndidas formaciones montañosas de la Sierra Madre Oriental en esta región, que albergan frondosos bosques de encino y una variada flora y fauna silvestre; se trata de una zona calurosa en el verano, pero con frecuentes nevadas durante el invierno. Por su topografía y características biológicas resulta un sitio ideal para la práctica del montañismo, el campismo, la espeleología, la observación de aves y los estudios de recursos naturales.
Una de las rutas más recientes es la del largo Cañón de La Esmeralda, que comparada con otras demanda una excelente condición física del explorador, ya que a diferencia de las de Matacanes e Hidrofobia se corre durante la temporada de sequía, por lo que es posible imaginar el intenso calor, otro factor de peso para enfrentar el trayecto. Dadas estas características, se calcula que un grupo promedio de caminantes tardará unas 12 horas para salir del cañón.
Resulta curioso cómo a lo largo de un buen tramo del recorrido se encuentran oxidados fijados por una expedición pionera hace diez años. Se cree que aquel grupo entró y salió del cañón por otra ruta, pues las evidencias de su paso desaparecen conforme avanza la ruta.
EL VIAJE DE EXPLORACIÓN
Abrir una ruta nueva tiene sus complicaciones y la Esmeralda no fue la excepción. En su primer descenso, el guía profesional Mauricio Garza y su equipo pasaron momentos difíciles dentro del cañón. -No sabes qué esperar, nunca has estado ahí…, comentaba mientras preparaba su equipo, si tus cuerdas no llegan, estás en problemas y no hay vuelta atrás, concluyó justo en el momento en que las empacaba.
La nuestra sería la segunda expedición de reconocimiento, y según Mauricio, menos problemática que la anterior. Entonces, estuve a punto de preguntarle -¿Seguro llevas “todos” los metros de cuerda?
Poco después de iniciada la marcha, el clima varió repentinamente. Una ligera llovizna, explicaban los guías, puede cambiar dramáticamentelas condiciones del descenso, en especial por tratarse de una zona de mucha neblina, donde cuando llueve la visibilidad es muy limitada.
Narraban cómo en el viaje inicial, totalmente empapados, avanzaban lentamente por las hendiduras del cañón- -A veces no veíamos nada, era como andar a ciegas, por lo que lanzábamos rocas para calcular la altura del rappel, aunque era imposible saber dónde terminaba el precipicio.
Doce horas después, los guías había perdido la esperanza de encontrar la salida antes de que cayera la noche; sin muchas opciones para decidir, se abocaron a construir un buen refugio entre las rocas para cobijarse del frío de la serranía.
Debido a la oscuridad no pudieron vislumbrar que estaban a punto de salir del cañón, pero al amanecer finalizaron los incontables obstáculos de aquel descenso. Un par de horas después llamaban a sus familiares para avisar que todos estaban a salvo.
Gustavo Casas, otro guía experimentado explicaba que para realizar el primer viaje de exploración se necesita mucho más que un buen equipo, pues en situaciones como ésta, en las que muchas cosas pueden no salir como lo planeado, se depende ciento por ciento de la experiencia de cada uno de los integrantes del equipo.
RECORRIENDO LA ESMERALDA
La travesía comenzó con un largo y empinado ascenso de hora y media partiendo de la zona campestre del Jonuco para llegar hasta la cima del Puerto de Oyameles, donde finalmente inicia el sendero que baja hasta la boca del cañón. Este primer tramo no perdona y sólo aquellos en excelente condición física lo superan sin contratiempos.
El descenso podría parecer más sencillo, pero bajar por este sendero también ofrece algunas dificultades. La ruta serpentea por entre la densa maleza del bosque y encuentra a su paso algunas bifurcaciones de la cañada principal, por lo que alguien que no conozca bien el lugar podría terminar perdido en la montaña. Luego de sortear miles de ramas, rocas y troncos caídos, se arriba al primer rappel, conocido como La Cascadita, y aunque sólo tiene cinco metros de altura, una vez tocado el fondo no hay marcha atrás. Quien llega hasta aquí tiene como opción única superar todos los obstáculos del Cañón de La Esmeralda.
A 20 minutos aparece La Noria, un segundo rapel de diez metros que como una gran serpiente nos engulle en las profundidades de la tierra.
Irónicamente, la siguiente caída, de 20m, lleva el sobrenombre de “Me quiero regresar”, pues según piensan los guías, en este punto la mayoría de los excursionistas se cuestiona qué hacen allí.
Superado el primer momento de crisis, la travesía continúa con una caminata de 40 minutos hasta el siguiente rappel, donde no hay tiempo ni para el arrepentimiento, pues estamos frente a una escalofriantecaída de 50 m, en el segundo «momento oficial» de crisis colectiva. Después de un breve descanso, el recorrido sigue por una cañada que baja hasta una serie de rappeles de mediana altura entre 10 y 15 m-, denominados Expansor y La Grieta, los cuales se anteponen a otra complicada serie de caídas.
El «V triple con vuelta» es un descenso en ángulo que exige mucha fuerza para contrarrestar la fricción de las cuerdas contra la esquinada roca, pues de lo contrario uno podría terminar atorado a más de 30 m de la base. La caída total es de 45 m, pero sólo los primeros 15 m ofrecen una caída libre, pues ahí la roca gira abrupta mente hacia la izquierda ofreciendo gran resistencia al movimiento de la cuerda.
Otra caminata de 40 minutos conduce a la primera de dos plaquetas del recorrido. La primera, de cuatro metros, ofrece pocas complicaciones, pero la segunda, de más de 20 m, es sin duda el descenso más intimidante de la ruta, aunque para llegar a ésta aún deben realizarse tres descensos más, El Charco, de 15 m, el Del Buzo, de 30 m y La Palma, de 10m de altura.
Las plaquetas se forman por un interminable goteo, algo como lo que sucede con las estalactitas y estalagmitas de las cavernas. Su formación es cilíndrica, de manera que el descenso es similar al de un árbol, aunque mucho más espectacular.
Bajar sobre dichas plaquetas requiere de mucha concentración, pues si uno apoya completamente su peso puede ocasionar un desprendimiento de esta delicada formación rocosa, lo que podría dañar la cuerda o herir a algún compañero que se encuentre esperando abajo.
Después de superar este espeluznante descenso -debo aceptar que esta plaqueta realmente me hizo sentir vértigo- continuamos hacia lo más profundo del cañón para cerrar con los últimos dos rappeles, La Palmita 2, de cinco metros, y el Ya no más de 50 m, aunque tras bajar este último aún queda otro rappel de 70 m, que por varios motivos aún no está confirmado para la ruta.
Este acantilado será opcional para los grupos que mantengan un buen paso durante todo el recorrido, lo que les permitirá llegar hasta ahí a buena hora para descender con cuerdas, de lo contrario se verán obligados a caminar por la vereda que conduce al final del cañón.
Después de valorar todos los riesgos y dificultades que debieron afrontar en su primer descenso por La Esmeralda, Mauricio Garza está seguro de que este cañón pronto se convertirá en una ruta muy popular para los aventureros más osados del país.
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