Ambareros, largo camino de una tradición (Chiapas)
Raro como el oro, el jade o los diamantes, desde tiempos remotos el ámbar ha atraído la atención y la imaginación de los hombres.
Hace miles de años e excava el suelo y se invoca al cielo por algunos gramos de la preciosa resina. El ámbar no ha sido utilizado solamente como adorno del cuerpo de hombres y mujeres sino, además, como fuente de poder sobrenatural. Quien lo lleva, se dice, está protegido contra las enfermedades y los malos espíritus. Antes de los mayas, que apreciaban esta materia escasa, los griegos observaron que, al frotarla, atraía briznas de paja o pedacitos de papel. El vocablo «electricidad», con que más tarde se conoció este fenómeno, deriva de la palabra con que designaban al ámbar:elektron.
Después los romanos descubrieron también la capacidad de esta piedra para acumular electricidad estática. Aunque existen en otras partes del mundo, los únicos yacimientos de ámbar de toda América están en Chiapas y en República Dominicana. El centro de extracción más activo se localiza alrededor de Simojovel; el otro, de menor importancia, se encuentra en Totolapa. El ámbar de esas dos localidades es de la época geológica del Mioceno temprano, hace 27 millones de años (el del mar Báltico, en Europa, tiene 50 millones de años).
Además de su belleza y sus propiedades magnéticas, el ámbar atrae a los investigadores científicos porque es la verdadera memoria del planeta Tierra. Todo empezó hace millones de años: el tronco y las ramas de una especie de árbol tropical,Hymenaea courbarii, o guapinol, como se conoce en Chiapas, contenían una gran cantidad de resina. Cataclismos y convulsiones geológicas sepultaron esos bosques de coníferas en las profundidades de la tierra. La savia corría y enviscaba todo a su paso, verdadera emboscada para insectos y vegetales. La resina, al fosilizarse, se convirtió en una sustancia de color amarillo, dura y quebradiza, pero ligera.
Prisioneros de sus vetas, como momias en una gota dorada, múltiples insectos cautivos iban a atravesar milenios: grillos, hormigas, abejas. Más de 75 variedades desaparecidas han sido inventariadas. Un aspecto extraordinario es que conservamos intactas sus propiedades genéticas. Atrapado en la resina, se encontró también aire de hace millones de años. Simojovel es uno de los pocos lugares del mundo donde una comunidad indígena se consagra a la búsqueda y al trabajo de esta resina. Para perpetuar el gesto de sus antepasados mayas, los artesanos fabrican joyas tradicionales. En la época prehispánica se hicieron bezotes, narigueras, orejeras y cuentas para collares.
El ámbar no sólo era utilizado como adorno facial, sino también como moneda de cambio; o, a veces, para pagar tributo a los aztecas. Los comerciantes tzotziles y zoques fueron quienes lo llevaron hasta las provincias lejanas de Oaxaca, Yucatán y el centro de México. En lengua náhuatl, el ámbar tiene varios nombres según su coloración, comoapozonalli, aplicado a las piezas de color miel traslúcido (deatl, agua, ypozonallotl, espuma) o sea «espuma de agua».
Descubrir yacimientos ambarinos principia con la búsqueda de capas de carbón de piedra. En la sierra de Simojovel, hasta Guadalupe Victoria, todo el mundo es ambarero. Los habitantes de la comunidad compran concesiones en el cerro vecino para cavar minas en los terrenos carboníferos. Cuando alguno encuentra una veta de ámbar, todos comienzan su propio túnel cortando bloques de carbón hasta encontrar «el corazón del ámbar». El trabajo es muy riesgoso debido al terreno suelto y movible.
Poco a poco, el cerro es perforado por todas partes y se convierte en un verdadero colador. En Río blanco, las entradas de minas son pozos verticales de 6 a 8 metros. Aquí, el menor aguacero puede provocar una inundación o derrumbe. Luego de cada lluvia hay que bombear el agua con un tubo antes de volver a bajar, cuando las paredes no se han hundido totalmente. Metro tras metro, en condiciones extremas, el minero avanza en la galería con su pequeña y única bujía a guisa de luz. Sin ningún apuntalamiento, cava en la capa floja de carbón con un marro y una ambarera fabricada con varilla de acero apuntada: un trabajo de topo en medio del calor sofocante. El espacio es muy reducido y cada golpe resuena de un túnel al otro. Trabajar hasta el agotamiento, hasta que los pulmones reclamen oxígeno.
Entonces, el minero saldrá a tomar una bocanada de aire y sus asistentes, «hermanitos», evacuarán el cascajo de la galería. Cada golpe de martillo lleva esperanza. Pero hay días donde no se encuentra ni una lágrima de ámbar, a veces pasan semanas enteras de transpiración y esfuerzos sin ningún resultado. A quien no se desanima, un día le toca la suerte de encontrar algo brillante. Entonces, lleno de excitación y de temblor, el minero acerca la bujía y comienza a despejar cuidadosamente la piedra frágil.
Tan pronto encontrada como vendida, una bella pieza de un kilo será comprada al ambarero en mil pesos o más. En el taller de la cooperativa de ambareros que se encuentra en Simojovel, los artesanos trabajan y pulen el ámbar con una paciencia formidable. La mayoría de ellos fabrica joyas. Compran el ámbar en bruto; con un cuchillo quitan la capa de carbón y utilizan seguetas para cortes finos, luego limas y lijas para terminar. «El ámbar es una materia muy difícil de taller porque se quiebra fácilmente», nos platica Humberto Morales, el presidente municipal. Frente al zócalo, en su tienda de abarrotes, la señora Zúñiga compra y vende ámbar a otra escala. Ella saca de abajo de su mostrador una cantidad increíble de magníficas piezas.
Ante nuestros alejados ojos expone piedras enormes, brutas y pulidas, piedras de valor con insectos, esculturas, joyas de todas clases… una exuberancia de ámbar de tonalidades distintas que van del amarillo, pasan por el rojo, guinda, café, jaspeado y, si contiene otros minerales, puede ser verde oscuro, traslúcido y opaco. Ella misma está cubierta de aretes, sortijas y collares de esta resina poderosa que le ofrece un negocio mundial. Cuando encuentra una pieza única, se comunica por fax con el mundo entero, especialmente Alemania, Suiza, Francia y Estados Unidos, donde coleccionistas famosos se las pelean. En sus manos los precios vuelan por las cumbres, como fue el caso de una piedra de 11 kilos, subastada en Nueva York. Esta resina puede valer mucho más que su peso en oro.
Si la mayoría de las piedras acaba como joyas rústicas, hay unas más afortunadas que terminan en las manos de artistas geniales. Carlos Preciat González es uno de los pocos magos escultores que logran dar vida y luz al ámbar, a cada piedra una inspiración distinta, un historia única, un delirio sin medida. Pasa del estilo prehispánico al moderado, estatuas, animales, pájaros, frascos de perfume, formas locas, cuantos adornos que se pueden admirar en el Museo del ámbar o en las joyerías de San Cristóbal de las Casas. Hoy, la mayor parte del ámbar escapa a las grandes especulaciones del mercado. ¿Por cuantos tiempo más? Materia mágica, proveniente de la noche de los tiempos, el ámbar atrae la clemencia de los dioses y rechaza las ondas negativas. Como una batería que se recarga, se dice también que la piedra necesita llenarse de energía, cierta noche de junio, bajo los astros. Pero, si tenemos la suerte de llevar un pedazo de ámbar, ¿quién puede imaginar el sudor gastado para obtener una gota de esa resina?
Fuente: México desconocido No. 233 / julio 1996
¿Quieres escaparte a Chiapas? Descubre y planea aquí una experiencia inolvidable