Así se celebró el año nuevo en el Barrio Chino de la CDMX
Luces, danzas, comida y mucha fortuna. Esto fue lo que ocurrió en la celebración del año nuevo en el Barrio chino de la Ciudad de México.
Eran apenas las tres y media de la tarde cuando llegué a la calle de Dolores en el centro de la Ciudad de México. ¿La razón de mi visita a esta calle en particular? La celebración del año nuevo chino (año del gallo) en el Barrio Chino.
Jamás había asistido a esta gran fiesta y no sabía qué esperar. Para mi sorpresa, desde Av. Juárez, la calle de Dolores estaba llena de puestos de todo tipo, parecía una verdadera verbena. Conforme fui avanzando a paso lento entre ese gran tumulto de gente me di cuenta que tanto árabes, como japoneses, italianos, indios y mexicanos se unían a la comunidad china para celebrar la llegada de un nuevo año; comerciantes de todas nacionalidades se daban cita en aquel lugar.
Por fin llegué a la cuadra principal del barrio chino, entre Independencia y Artículo 123. El tránsito peatonal se volvió todavía más lento. Filas y filas de gente avanzaban a paso forzado, guiados por los sonidos de los tambores, esperando llegar hasta donde se veía un colorido y brillante dragón que bailaba majestuosamente.
Llegué y me encontré de frente con esa gran criatura color roja. Era el dragón chino, que movido por danzantes, paseaba en círculos por el callejón del Barrio Chino. Esta danza es el punto culminante de esta celebración, y es que el dragón para la cultura china no sólo representa la sabiduría, el poder y la riqueza, sino que también son quienes ahuyentan a los malos espíritus y se llevan la mala suerte con ellos. Con la esperanza de que lo anterior fuera verdad, me dispuse a disfrutar de esta centenaria danza.
Después de unos cinco o 10 minutos terminó la función y tuve que esforzarme para salir de aquel lugar. Me sentía aturdida; había mucha gente. Me tomé tiempo para comer fuera del barrio. La celebración continuaría al caer la noche.
Me habían informado que a las 7 de la noche se iba a presentar una nueva danza del dragón y que habría fuegos artificiales, así que volví a la calle de Dolores. Para aquel momento la cantidad de gente se había triplicado. Resultaba aún más difícil caminar. Sin embargo, si volteaba mi vista al cielo, el panorama era espectacular: faroles rojos y luces destellantes adornaban el callejón.
Cuando por fin logré llegar hasta donde me encontraría nuevamente y frente a frente con el dragón, todo había terminado. Volvería una nueva danza más tarde, pero esperar en aquel océano de gente era imposible. El movimiento de la masas no te permitía quedarte en un solo punto.
Fue así como decidí despedirme de aquel dragón y aquel callejón, el Barrio Chino como se le conoce, eso sí, no sin llevarme a casa una bolsa de galletas de la suerte, un pan al vapor de chocolate (¡en forma de osito!) y la esperanza de que el dragón nos traiga sabiduría y aleje la muerte durante este 2017.
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