Así es correr por la Sierra de Oaxaca
Tres jóvenes viajaron a Oaxaca para descubrir que su pasión es correr por la Sierra de Oaxaca entre caminos místicos y maizales.
Aire Libre es un proyecto de exploración de la naturaleza y de nuestras raíces culturales y ahora corrieron por la Sierra de Oaxaca. El vehículo para realizar los descubrimientos son sus piernas al correr. Está formado por Daniel Almazán y Mauricio Díaz Arellano, quienes se conocieron hace tiempo en la CDMX, y por Manuel Morato, un sonorense que comparte con ellos inquietudes de ver y experimentar nuevos paisajes.
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El proyecto surgió del deseo de correr por lugares fascinantes y de aprovechar la cercanía de ir a pie para conectar con pueblos ancestrales presentes en las zonas. El gran objetivo es compartir estas experiencias con otras personas para que consideren adoptar un estilo de vida activo y más en contacto con el mundo natural y con nuestros orígenes.
Hacia el sur
En la primera semana de agosto de 2016, salimos a explorar la zona de los pueblos mancomunados en la Sierra Norte de Oaxaca, en un recorrido de 100 a 120 kilómetros en tres días. Decidimos ir a esta región porque intuimos que aquí ocurriría una aventura por varias razones: se trata de un lugar con vistas naturales espectaculares y bien preservadas, tiene un nivel aceptable de seguridad para poder recorrer esos caminos remotos a pie, existe la presencia de pueblos de origen zapoteca cuya cultura ha estado presente por varios siglos con una historia potente de cómo ellos han diseñado sistemas para cuidar esa riqueza natural y, finalmente, por el apoyo que recibimos por parte de los locales y de su operadora de turismo, Sierra Norte Expediciones, que ya cuenta con infraestructura y una profunda experiencia del área.
Aprendizajes
Asignamos el nombre código AL-02 al proyecto meses atrás, cuando apenas se comenzaba a gestar. Sería nuestra segunda expedición, después de haber ido al desierto de Sonora, pero esta contaría con algunas mejoras, fruto de los aprendizajes de la primera. El objetivo principal fue usar nuestra experiencia de descubrir corriendo los lugares para contar la historia de cómo
los pueblos mancomunados luchan por construir una industria sostenible de ecoturismo que les permita generar ingresos económicos y al mismo tiempo preservar sus abundantes recursos naturales.
De este modo, buscamos que el correr fuera meramente nuestro medio de exploración y no la figura protagónica de la historia, como ocurrió en AL-01. En la práctica, corriendo, nos dimos cuenta de que la sustancia más importante de nuestros proyectos se basa en el contacto con la gente y con las tradiciones que conforman el tejido de nuestras raíces ancestrales.
El motivo: conectar
Siguiendo esa misma sintonía, el rango de distancia corriendo de entre 100 y 120 kilómetros se volvió una consecuencia del espacio geográfico por el que habríamos de movernos. Lo mismo para la cantidad de metros que ascendimos y descendimos por los diferentes valles, montañas y senderos. ¿Cuántos fueron, como 1,500 o 1,800? No estuvimos del todo seguros; nuestra concentración se enfocó en conocer tanto como fuera posible esa tierra, así como a quienes forman parte de su larga historia.
Curiosamente, esto no solo fue una estrategia de contenido o de la más adecuada forma de contar esta historia, sino que también se convirtió en nuestra estrategia de resistencia física: es mucho más fácil correr decenas de kilómetros subiendo cerros cuando el objetivo es atender una curiosidad insaciable y ganas de explorar, que cuando hay una cuota de kilómetros horizontales y verticales por cumplir. La prioridad fue explorar y conectar, más que cuantificar y medir (aunque hicimos ambas cosas).
La realidad supera la ficción
Como sucede en la vida real, una cosa era lo que estaba en los planes, pero otra diferente la que pasaba por nuestras mentes y estómagos. El reto físico no dejaba de ser intimidante: atravesar una sierra. Para tranquilizarnos ayudó que acordamos irnos con calma, prestando mucha atención a nuestros cuerpos y yendo a un paso que nos permitiera seguir avanzando sin quemarnos.
Lógicamente, también estuvo el antecedente de que tuvimos un entrenamiento previo fuerte de varios meses para respaldar la hazaña corporal. Con todo esto en mente, llegamos con la
energía muy alta a Benito Juárez, el primer pueblo mancomunado del circuito que marcaría nuestra salida a la mañana siguiente y que está aproximadamente a 2,800 metros sobre el nivel del mar. Nos recibió un clima de mucha neblina con algo de lluvia, el cual se pondría peor en las próximas horas de madrugada y en los siguientes días.
Codo a codo en la Sierra de Oaxaca
Determinamos la ruta en la Sierra de Oaxaca en conjunto con Sierra Norte Expediciones, siguiendo sencillos lineamientos que establecimos con ellos. Nuestra intención fue recorrer el mayor número posible de pueblos, haciendo paradas en varios de ellos para tener contacto con los locales gracias a la oportunidad que tuvimos de comer y realizar actividades propias de ahí; temascales, atestiguar
el horneado de panes típicos y conocer sus prácticas de medicina tradicional.
Asimismo, entre pueblo y pueblo procuramos también recorrer caminos y senderos que nos ofrecieron vistas privilegiadas de aquel singular paisaje natural serrano y que nos permitieron sumergirnos entre espesos bosques llenos de niebla, ir acompañando el cauce de ríos naturales rodeados de paredes rocosas y sorprendiéndonos con alguna cascada escondida ocasionalmente.
A nuestro paso, apreciamos el modo de vida de los locales representado en sus amplios cultivos del maíz y otras plantas. Además, recorrimos cada uno de estos caminos con voluntarios oriundos de la sierra, que nos acompañaron como guías y compartieron con nosotros su conocimiento íntimo de la tierra mientras nos hermanábamos en el noble y desinteresado acto de correr.
Máximo aprovechamiento
Corrimos así por una rica variedad de paisajes y de experiencias de cada uno de los seis pueblos mancomunados por los que pasamos, desde las frías alturas boscosas de los pueblos de Benito Juárez y San Isidro Llano Grande, caracterizados por su follaje de pinos y por las nubes bajas que tocan sus altos cerros, hasta los fondos de los valles que rodean otros pueblos como
Latuvi y La Nevería. En estos dos últimos, y en otro llamado Cuajimoloyas, experimentamos los sutiles artes culinarios serranos de Oaxaca, los cuales son al mismo tiempo adaptados de manera inteligente al entorno local y refinadamente exquisitos.
El hecho de que aprovechen muchas plantas y hongos en su dieta habitual fue de particular conveniencia para nosotros, corredores de largas distancias, ya que siempre es mejor idea consumir alimentos con alto valor nutricional, pero que sean al mismo tiempo ligeros para una digestión más fácil. La lógica es que si el cuerpo utiliza menos energía para digerir, puede aprovecharla para reparar el cuerpo extenuado por correr 30 o 40 km por terreno de inclinación variable.
Caminos místicos en la Sierra de Oaxaca
San Miguel Amatlán fue el otro pueblo por el que pasamos, donde vivimos la experiencia del temascal y el que nos ofreció algunas de nuestras más privilegiadas vistas de los profundos abismos formados por el accidentado terreno montañoso. San Miguel comparte un rasgo con su cercano vecino Cuajimoloyas: ambos se encuentran en la cercanía de un sendero o camino que solo puede ser calificado como mágico por las experiencias sensoriales que ofrecen. En el caso de Amatlán, se trata del Camino Real que lleva hasta Latuvi, caracterizado por surreales árboles fantasmas
y gigantescas paredes de piedra que forman un escarpado cañón. Incluso hay en él vestigios culturales de la época de colonización de los endémicos zapotecas.
Por Cuajimoloyas encontramos el sendero de La Cucharilla, mismo que puede ser equiparado en adrenalina a una montaña rusa oculta entre los cerros y árboles de la zona de la Sierra de Oaxaca. Bajamos a toda velocidad como niños en un parque de diversiones, saboreando el viento que chocaba contra nuestros rostrNo es difícil entonces imaginar que la experiencia de correr en este lugar haya constituido una vivencia muy especial para nosotros, misma que nos marcó con sus magníficos paisajes y que nos transformó mediante el contacto cercano con su vibrante gente.
Correr por Paseo de la Reforma en la CDMX resulta disfrutable, pero esos senderos oaxaqueños tupidos de árboles y ambientados por un sinfín de sonidos vivientes de la Sierra de Oaxaca, con cada uno de nuestros pasos impactando sobre su suave tierra mojada, son otra cosa totalmente distinta.
Nosotros tenemos la convicción de que nos apasiona correr, pero hemos descubierto que somos corredores de tierra mucho más que de asfalto.
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