Breve historia de Chipilo, Puebla - México Desconocido
Buscador
Ver revista digital
Arte y Artesanías

Breve historia de Chipilo, Puebla

Puebla
Breve historia de Chipilo, Puebla fifu

Fue en 1882 cuando llegó a México el primer grupo de asilados italianos a fundar las colonias agrícolas de Chipilo y Tenamaxtla; eran los sobrevivientes del desbordamiento del río Piave que dejó sin hogar a muchísimas personas

Chipilo es un pequeño pueblo situado a 12 km al suroeste de la ciudad de Puebla, sobre la carretera que va a Oaxaca y a 120 km de la ciudad de México.

Ocupa una porción del fértil valle de Puebla, con un clima semiseco y templado, apto para la siembra de cereales, frutas, hortalizas y forraje para la cría de aves y de ganado vacuno y porcino. La ocupación preponderante es la agroindustria de la leche.

Hasta aquí, no hay nada en Chipilo que lo haga diferente de muchos de los pueblos de nuestra patria, excepto si tomamos en cuenta la odisea de su fundación, sus laboriosos habitantes y la belleza exótica de sus rubias mujeres.

Una mañana nebulosa partimos Alfredo y yo de la ciudad de México hacía este rincón de nuestra provincia, con el propósito de hacer un reportaje sobre ese Chipilo “desconocido” para la mayoría de los mexicanos.

¡Descubre el México Auténtico a través de nuestro podcast!

Es el amanecer del 23 de septiembre de 1882 y los primeros rayos del sol iluminan el Citlaltépetl con sus nieves perennes que coronan su cumbre. Esto parece una buena señal para los inmigrantes italianos de diversas partes de su país que son conducidos hacía su nueva patria, por el vaporAtlánticoprocedente del puerto de Génova. Su destino, fundar colonias agrícolas en Chipilo y Tenamaxtla en el distrito de Cholula, Puebla, nombres tan enigmáticos para ellos como el futuro que les espera.

Los gritos de alegría, por la llegada contrastan con los externados un año atrás (1881), llenos de dolor y desesperación cuando sus casas y sembradíos fueron arrasados por el río Piave que se había desbordado en el deshielo de la primavera en su correr hacia el Adriático.

Los habitantes de aquellos pueblos se enteraron Beque México les abría sus brazos para recibirlos como gente de trabajo, para poblar ciertas regiones idóneas para la agricultura, y aunque era del conocimiento público que algunos barcos ya habían zarpado hacia aquel país de América llevando gente para fundar colonias en diversas zonas del país, lo que no sabían los emigrantes que llegaban era que tanto a ellos como a los que habían partido antes, los agentes de emigración les habían descrito un México irreal.

Después de atracar el barco en el puerto de Veracruz y una vez hecha la inspección sanitaria de ley, todos se apresuraron a bajar para besar por primera vez aquella tierra, y dar gracias a Dios por haberlos traído con bien hasta su nueva patria.

De Veracruz continuaron el viaje por tren hasta Orizaba.

La comitiva continuó su periplo por tren y llegó a Cholula y después a Tonanzintla. Pasaron por las pródigas tierras de la Hacienda de San José Actipac, y de San Bartolo Granillo (Cholula), esta última asignada para que se establecieran; sin embargo por intereses personales del jefe político de la región, se trocaron estas tierras por las menos fértiles de la Hacienda de Chipiloc. Por fin, después de su agitado éxodo, llegaron a la “Tierra Prometida”, arribaron a su tierra, a su hogar y para colmo de su felicidad se encontraron con una agradable sorpresa: en la Hacienda de Chipiloc ya estaban asentadas algunas familias procedentes de la colonia “Porfirio Díaz” del estado de Morelos.

El sábado 7 de octubre de 1882, día de la fiesta de la Virgen del Rosario a la que los colonos tienen especial devoción, se reunieron todos en la capilla de la hacienda y en una ceremonia sencilla pero memorable, quedó oficialmente establecida la colonia Fernández Leal en honor al ingeniero Manuel Fernández Leal, funcionario de la Secretaría de Fomento de México, y tomaron la determinación unánime de celebrar año con año esa fecha como aniversario de la fundación de la colonia en Chipiloc.

Unos días después de terminados los festejos por la iniciación de la naciente colonia, los esforzados inmigrantes principiaron su labor titánica para convenir unos campos casi estériles cubiertos de tepetate en terrenos aptos para la agricultura.

La disminución de la velocidad del autobús en que viajábamos y el creciente desfile de construcciones frente a mi ventanilla, me hicieron volver al presente; ¡acabábamos de llegar a la ciudad de Puebla!

Descendimos del vehículo e inmediatamente abordamos otro autobús para trasladarnos al pueblo de Chipilo, vía Atlixco. Al cabo de unos 15 minutos de viaje llegamos a nuestro destino. Deambulamos por las calles del pueblo y tomamos fotografías de lo que más nos llamaba la atención; entramos a un establecimiento para tomar un refresco, decisión afortunada, pues ahí nos encontramos con la cordial acogida provinciana.

El señor Daniel Galeazzi, un hombre de avanzada edad, cabello blanco, delgado y de grandes mostachos, era el propietario de la tienda. Desde un principio, se percató de nuestras intenciones reporteriles e inmediatamente nos invitó a probar un delicioso queso “oreado”.

¡Mangate, mangate presto, questo é un buon fromaggio!(¡Coman, coman, que es un buen queso!)

Al escuchar esta inesperada invitación, le preguntamos si era italiano, y contestó: “Yo nací en Chipilo, soy mexicano y me siento orgulloso de serlo, pero tengo ascendencia italiana, procedente del pueblo de Segusino, de la región del Véneto (norte de Italia), como lo fueron la mayoría de los ancestros de los habitantes de aquí. Por cierto -agregó vivaz el señor Galeazzi-, el nombre correcto no es Chipilo, sino Chipiloc, palabra de origen náhuatl que significa “lugar donde corre el agua”, pues hace mucho tiempo fluía un arroyuelo por nuestro pueblo, pero con el tiempo y la costumbre, le fuimos quitando la “c” final a Chipiloc, tal vez porque fonéticamente suena como una palabra italiana. Cuando los colonos llegaron a establecerse, existía un ojo de agua en la falda oriental del cerrito de este lugar que bautizaron como Fontanone (fuentezota), pero ha desaparecido, desecado por la urbanización del pueblo.

Poco a poco se fueron reuniendo algunos miembros de la familia Galeazzi, además de algunas bellas clientes. Un joven, miembro de la familia, quien prestaba suma atención a nuestra plática, intervino en ella y nos comentó con presteza:

“Por cierto, durante los festejos del primer centenario de la fundación de Chipilo se dio a conocer públicamente el himno de Chipilo, compuesto por el señor Humberto Orlasino Gardella, colono de aquí y quien desgraciadamente ya ha fallecido. Fue un momento muy emotivo cuando cientos de gargantas entonaron con profundo sentimiento sus estrofas que reflejan la odisea de los inmigrantes en su travesía desde Italia para fundar esta colonia, y el agradecimiento a México por su acogida.”

“Hemos tratado de conservar vivas ciertas tradiciones, -intervino el señor Galeazzi- y enseguida agregó con vivacidad que este tipo de queso que hemos estado saboreando se acompaña con la tradicional polenta, platillo típicamente original de la región norte de Italia.

Una de las bellas señoritas que nos acompañaba añadió tímidamente: “También han permanecido otras manifestaciones populares de nuestros abuelos.

“Tenemos por ejemplo la tradición de laveccia mordana(la vieja mordana) o simplemente como la conocemos aquí la quema de laveccia(la quema de la vieja), que se celebra el 6 de enero a las 8 de la noche. Consiste en que se elabora una muñeca de tamaño natural con diferentes materiales y se le prende fuego para quemarla ante el asombro de los niños que no pierden detalle. A continuación como surgiendo de lo que resta de esa figura ya incinerada, aparece como por `arte de magia’ una joven con un traje regional y comienza a repartir presentes, dulces y otros objetos entre los niños.”

El señor Galeazzi nos platica del juego de las bochas: “es un antiquísimo juego practicado desde tiempos remotos en la zona del Mediterráneo. Me parece que tuvo su origen en Egipto y después se extendió por Europa. El juego se desarrolla sobre un campo de tierra apisonada, sin hierba. Se usan bochas (pelotas de madera, de material sintético o de metal) y otra más pequeña, boliche, del mismo material. Se deben tirar a cierta distancia las bochas y gana el que logra arrimar más el boliche a las bochas”.

Mientras platicaba, el señor Galeazzi hurgaba en uno de los cajones de la tienda; por fin, tomó una hoja impresa y nos la tendió diciéndonos:

“Les obsequio un ejemplar del primer número deAl baúl 1882, boletín de la vida sociocultural de Chipilo y que fue distribuido entre sus habitantes en el mes de marzo de 1993. Este órgano informativo fue el resultado de la colaboración literaria de varios de los colonos interesados en preservar tanto e1 dialecto véneto como las bellas tradiciones que heredamos de nuestros ancestros. Se Izan hecho todos los esfuerzos por nuestra parte para que este vínculo de comunicación, subsista hasta hoy en día.”

Agradeciendo a todos nuestros anfitriones su gentileza, nos despedimos de ellos con el popular¡ciao!, no sin aceptar su sugerencia de que subiésemos al Cerro de Grappa, alrededor del cual se ha extendido el pueblo. Nos parecía contemplar una isla arbolada entre un mar de construcciones.

En el transcurso de nuestra ascensión, fuimos pasando frente a sitios interesantes: la antigua Hacienda de Chipiloc, ahora la primaria Colegio Unión, de las monjas salesianas; un salón social Casa D’Italia; la escuela primaria Francisco Xavier Mina, construida por el gobierno (por cierto que este nombre se le dio oficialmente al pueblo en 1901, no obstante lo cual ha sobrevivido con la aprobación de sus habitantes, el de Chipilo).

A medida que llegábamos a nuestra meta, se extendían a nuestros pies, como un tablero de ajedrez, los campos bien cultivados y los rojizos tejados del pueblo, alternándose con ciertas zonas arboladas, y en el horizonte la ciudad de Puebla.

Sobre la cima del cerro, hay tres monumentos. Dos de ellos, adornados con esculturas religiosas clásicas: la del Sagrado Corazón de Jesús, y la Virgen del Rosario; el tercero más sencillo, con una roca de regulares dimensiones en su parte superior. Los tres rinden un emotivo homenaje a los soldados italianos caídos en batalla durante la “Gran Guerra” (1914-1918) en las orillas del río Piave y en el Cerro de Grappa. De éste procede la roca que adorna el último monumento, que fue traída al país por la nave real Italia en noviembre de 1924. Ante aquel aislamiento y ,silencio absolutos, solamente interrumpidos de vez en cuando por el suave susurro del viento, se despertó en mí el deseo de rendir pleitesía a aquellos que saben morir en aras (le un ideal, y ciar gracias a Dios por ser ciudadano de un país tan hospitalario.

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
Comentarios