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Ometochtzin, el indígena que fue condenado por un inquisidor por adorar a Quetzalcóatl

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Al nieto de Nezahualcóyotl no le perdonaron que tuviera figuras de Quetzalcóatl y otros dioses. El Santo Oficio lo quemó.

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Tras la caída de Mexico-Tenochtitlan y el proceso de sometimiento de otros señoríos mesoamericanos, seguiría la época en que la evangelización se tornaría no solo celosa en su tarea, sino particularmente severa. Aunque el Tribunal del Santo Oficio no se establecería en la Nueva España hasta 1571, varios años antes se celebró un proceso inquisitorial contra un personaje que descendía de la casa gobernante de Texcoco: don Carlos Ometochtzin.

Óleo de un auto de fe en el pueblo de San Bartolomé Otzolotepec. © MUNAL.

¿Quién fue Don Carlos Ometochtzin?

Don Carlos Chichimecatecuhtli Ometochtzin fue un noble acolhua de Texcoco, otrora la principal ciudad aliada de los mexicas. Era nieto del legendario Nezahualcóyotl e hijo de Nezahualpilli. Después de la conquista de la capital tenochca, por su ascendencia fue un obvio candidato a ser tlatoani de Texcoco, honor que finalmente correspondería su hermano Antonio Pimentel Tlahuitoltzin.

Nezahualcóyotl con su atuendo de guerra en el Códice Ixtlilxóchitl. © Juaritos Literario.

Antes de que su hermano fuese investido como señor de Texcoco, Ometochtzin intentó hacerse de dicho trono. Para ello, ejecutó varias estratagemas: primero trató de convencer al anterior tlatoani, Pedro Tetlahuehuetzquititzin, de que le nombrase su heredero. Al fallar en esto, intentó tomar como concubina a María, la esposa del recién fallecido gobernante, a la usanza de las costumbres mesoamericanas para estas situaciones.

Sin embargo, ante ojos del cristianismo esto estaba prohibido y era motivo de condena. No se debe olvidar que para estos momentos, los nobles indígenas ya había sido bautizados. Su actitud escandalizó a las mujeres de su familia. Ante el rechazo de María, el acolhua intentó entrar los aposentos de ella, a fin de forzarla a yacer con él. Esto obligó a la viuda del tlatoani de Texcoco a dormir vigilada.

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Los métodos con los que don Carlos Ometochtzin pretendió tomar el poder, lo enemistaron con todos sus familiares. Esto tendría nefastas consecuencias en el futuro inmediato.

Glifo toponímico de Acolhuacan-Texococo en el Códice Mendocino. © Wikipedia.

La acusación contra Don Carlos Ometochtzin

La tensa situación terminó cuando Ometochtzin fue acusado por su propio sobrino, Francisco Maldonado. Se reportó que mantenía un concubinato con otra sobrina suya, pese a estar casado y tener dos hijos. Además también se denunció que seguía conservando la práctica de la ancestral religión prehispánica junto a otros implicados. El resto de su familia se abstuvo de apoyarle.

En la investigaciones que se efectuaron, se descubrió que guardaba imágenes de Quetzalcóatl, Xipe Tótec y otros dioses nahuas. Por esto, fue aprisionado y trasladado a la Ciudad de México. Ahí fue juzgado por fray Juan de Zumárraga, el primer obispo de la arquidiócesis de México.

Efigies mexicas de Quetzalcóatl. © Fotografía: A. Bracchetti. Museo Misionario Etnológico, Vaticano. Raíces.

Hay que recordar que entre los años de 1536 a 1543, Zumárraga también ejerció el cargo de inquisidor apostólico. Y que si bien no había un Tribunal del Santo Oficio aún, el obispo decidió celebrar un juicio religioso contra el noble acolhua, a fin de reafirmar de forma ejemplar la evangelización sobre los pueblos mesoamericanos.

Fray Juan de Zumárraga. Retrato anónimo del siglo XVII en la Catedral Metropolitana de México.

El proceso inquisitorial

Don Carlos Ometochtzin fue acusado primero de idolatría. Sin embargo se probó que era un devoto cristiano, por lo que fue exonerado de este cargo. Después se le imputó el delito de herejía, por el cual si fue encontrado culpable. Fue condenado a la hoguera y remitido las autoridades seculares.

Es así que el nieto de Nezahualcóyotl murió quemado en la hoguera en noviembre de 1539. Los cargos por los que fue condenado le fueron leídos en náhuatl. Su ejecución fue presenciada por el virrey Antonio de Mendoza y otras autoridades. Además se congregó una multitud de indígenas y españoles para presenciar el atroz evento.

Detalle del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central de Diego Rivera, donde aparece un condenado de la Inquisición en medio del fugo, junto a Hernán Cortés y fray Juan de Zumárraga. © Museo Mural Diego Rivera.

El escándalo

Sin embargo, la muerte de don Carlos Ometochtzin fue un evento que consternó a la corte del emperador Carlos I en España. Esto se debió a que el proceso inquisitorial había ejecutado no solo a un noble, sino a un indígena. Para aquellos momentos, la iglesia católica consideraba que al ser recién bautizados dentro de la fe cristiana, los indígenas debían ser tratados como neófitos y no como herejes, ya que desconocían la ortodoxia de la doctrina y su práctica.

Retrato de Carlos I de España y V de Alemania, atribuido en el pasado a Tiziano y actualmente a Lambert Sustris. © Wikipedia.

Por ello, el inquisidor general de España, Alonso Manrique, quien había nombrado como inquisidor apostólico de México al mismo fray Juan de Zumárraga, lo reprendió por lo que había sucedido. Además, lo amonestó por no haber establecido un Tribunal del Santo Oficio en el obispado mexicano con las facultades y el dinero que le había otorgado para este propósito. El nuevo inquisidor apostólico, Tello de Sandoval, anuló la confiscación de los bienes de Ometochtzin, los cuales habían pasado a formar parte del patrimonio del inquisidor que lo había mandado ejecutar, es decir, Zumárraga.

Escudo eclesiástico del inquisidor general de España, Alonso Manrique. © Wikipedia.

Las consecuencias de la ejecución de Don Carlos Ometochtzin

Derivado de la condena y posterior ejecución en la hoguera de don Carlos Ometochtzin, se decidió plantear con claridad los alcances de la jurisdicción inquisitorial. Cuando se constituyó el Santo Oficio en las virreinatos españoles en América en 1571, los indígenas fueron excluidos de su autoridad. Terminó imponiéndose la idea de que no tenían la fe cristiana lo bastante arraigada en su espíritu como para poder hacerlos responsables de herejía.

Sello del Tribunal del Santo Oficio (Inquisición) en México. © AGN.

Otra consecuencia de la terrible muerte de Ometochtzin fue la destrucción del recinto del cerro de Tetzcotzinco. Éste era asiento de un complejo que incluía un templo, baños y acueductos que el mítico tlatoani texcocano Nezahualcóyotl había ordenado construir. En las averiguaciones del proceso inquisitorial contra el noble acolhua, el gobernador de Texcoco, don Lorenzo de Luna, llevó a Zumárraga a Tetzcotzinco. El obispo de México se horrorizó al encontrar los relieves prehispánicos del sitio, por lo que los mandó destruir y quemar completamente.

Panorámica de los restos arqueológicos de Tetzcotzinco. Fotografía: Marco Antonio Pacheco. © Raíces.
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autor Poeta y ensayista. Historiador de formación. México es sus misterios.
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