Carretera fronteriza del sureste (Chiapas) - México Desconocido
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Carretera fronteriza del sureste (Chiapas)

Chiapas
Carretera fronteriza del sureste (Chiapas) fifu

A mediados del año 2000 se inauguró la carretera fronteriza del sureste en territorio chiapaneco, paralela y muy cerca a la frontera México-Guatemala. Inicia en Palenque y concluye en los lagos de Montebello; son 422 km, la mayor parte a través de la Selva Lacandona.

Después de los primeros 50 km, la carretera transcurre en las proximidades del río Usumacinta, hasta aquel apartado rincón de la República Mexicana que es la zona del Marqués de Comillas. Recorre 250 km rumbo al sureste y hace vértice en el poblado Flor de Cacao, donde tuerce al po-niente y asciende a Montebello; el nuevo camino rodea la Reserva de la Biósfera Montes Azules.

Los 50 km iniciales del trayecto son sinuosos y los últimos 50 muchísimo más. La parte intermedia la componen mayoritariamente rectas interminables. Debido a los numerosos retenes, de la Secretaría de Marina al principio (por la vecindad con el río Usumacinta) y del Ejército Mexicano posteriormente, el recorrido es muy seguro. Respecto al combustible, se encuentran gasolinerías y expendios rústicos en diversos pueblos. Pero vayamos por partes.

Palenque, desde hace muchos años, cuenta con buenas comunicaciones terrestres. A 8 km de allí, por la carretera que va a Agua Azul y Ocosingo, parte a la izquierda la ruta fronteriza. En el km 122 se encuentra la ranchería de San Javier, donde se da vuelta a la derecha y a 4 km encontrará una “Y”: a la derecha, a 5 km se encuentra el principal poblado lacandón, Lacanjá, y a la izquierda la zona arqueológica de Bonampak, a 10 km de aceptable terracería. Sus murales están bien conservados debido a que el trabajo de restauración de los mismos y de las ruinas es de primera. Pero volvamos a Lacanjá.

En esa pequeña aldea viven 127 familias lacandonas. El maestro artesano Bor García Paniagua tiene mucho gusto en recibir forasteros y venderles sus piezas de arte popular: jaguares tallados en madera, muñecos de barro vestidos con ropa de fibra vegetal que llaman majahua y diversos collares formados con semillas tropicales de la zona, entre otras.

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Por cierto que los lacandones adultos se ponen a sí mismos el nombre que más les guste, independientemente del que les hayan puesto sus padres, así hay varios homónimos de presidentes de México y este artista con los apellidos de un gobernador chiapaneco. En Lacanjá contratamos a un jo-ven guía de nombre Kin (Sol) Chancayún (pequeña abeja), quien nos llevó a La Cascada, paradisíaco lugar a 4 km a pie por un sendero que atraviesa la selva cerrada, casi oscuro debido a los 3 “pisos” de vegetación que penden sobre nuestras cabezas; cruzamos once arroyos por rústicos puentes de troncos. La Cascada tiene 3 saltos, el mayor de unos 15 m de altura y lo forma el río Cedro; dotado de bellas pozas para nadar. Por el propio fenómeno hidrológico y por el fantástico recorrido de jungla entre lianas y colosos arbóreos (de una hora aproximadamente y otra de regreso) ¡vale la pena visitarla!

Sigamos por la carretera fronteriza. Hacia el km 120 vamos a encontrar la Reserva Natural de la Sierra de la Cojolita. Continuemos hasta el km 137 y tomemos a la izquierda un ramal de 17 km que nos lleva al pueblo de Frontera Corozal, en la ribera del río Usumacinta, frente a Guatemala; ahí se encuentra el excelente hotel ecoturístico ejidal Escudo Jaguar, con pequeños bungalows que conservan la sabiduría de la arquitectura vernácula. Allí mismo contratamos una larga y angosta canoa de motor para navegar 45 minutos aguas abajo hasta el fabuloso Yaxchilán, la ciudad perdida de los mayas, a donde llegamos poco después del amanecer en medio de la neblina que flotaba sobre el río.

Nos tocó escuchar unos pavorosos y profundos rugidos, lo que nos hizo sentirnos enmedio de un ataque de felinos salvajes; resultó ser una manada de saraguatos, que rugen felinamente y se desplazan por lo más elevado de las copas de gigantescos árboles. También vimos un grupo de juguetones monos araña, una parvada de guacamayas multicolores, una pareja de tucanes y un sinnúmero de otras aves e insectos de todos los tamaños. Por cierto, en Simojovel probamos los tzatz, gusanos del árbol del hule fritos y condimentados con sal, limón y chile seco y molido.

El regreso a Frontera Corozal duró una hora por navegar a contracorriente. Desde este mismo poblado es posible contratar la embarcación para llegar en media hora a Bethel, pueblo ribereño del lado guatemalteco.

Seguimos por la carretera y en el km 177 se cruza el río Lacantún; en el km 185 se asienta el poblado Benemérito de las Américas y después se encuentran otros ríos: el Chajul en el km 299 y el Ixcán hacia el 315.

En este último se puede navegar 30 minutos para llegar a Estación Ixcán, centro ecoturístico con hospedaje, alimentación, áreas para acampar, excursiones por diversos senderos en la selva, puestos de observación de flora y fauna, recorridos nocturnos por el río Jataté, descenso por rápidos, temazcal, orquidario y muchas cosas más.

Al cruzar la carretera se encuentran más ríos: el Santo Domingo en el km 358, el Dolores en el 366 y poco después está el pueblo de Nuevo Huixtán, donde cultivan achiote. En el km 372 atraviesa el río Pacayal. Adelante se encuentra Nuevo San Juan Chamula, municipio de Las Margaritas, donde se cultivan piñas deliciosas semejantes a las hawaianas.

Aquí el camino ya se ha vuelto en franco ascenso, sinuoso, con vistas espectaculares hacia las barrancas, cuya feraz vegetación se va transformando de lo selvático a lo semitropical. Abundan las flores exóticas llamadas “aves del paraíso”, que aquí crecen silvestres. Rebosantes abundan las bromelias y las orquidáceas.

El último río significativo es el Santa Elena en el km 380. Después, al acercarnos al 422, empiezan a verse diversos lagos a derecha e izquierda con toda la gama de los colores azules: ¡llegamos a Montebello!

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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