Charrería a campo abierto en el Rancho Buenavista - México Desconocido
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Naturaleza

Charrería a campo abierto en el Rancho Buenavista

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Los veranos en Rancho Buenavista son incomparables, pues desde hace 51 años es escenario que recrea las faenas charras y vaqueriles como los hacendados de siglos pasados.

El Rancho Buenavista, en el Estado de México, ha ganado su lugar en la historia por los años de tradición, por su cultura, su pasado como brazo de hacienda, sus anécdotas y la charrería ejecutada en su lienzo y potrero.

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El Rancho Buenavista

Su fachada arquitectónica es una invitación al México del ayer, al adentrarte en auto o inclusive caminando por un sombreado andador custodiado por eucaliptos con vista a una presa vibrarás en sintonía con este peculiar paisaje mexiquense.

Al situar tu mirada sobre cualquier parte del casco del rancho y apreciar en conjunto a las aves de cría, caballos, ganado bovino y objetos antiguos te remontarán a la época de las haciendas y comprenderás que es un museo vivo.

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Esta propiedad es del historiador y destacado deportista, don Octavio Chávez. Se ubica en Villa Victoria, Estado de México, y es un lugar  de visita obligada para todo amante de la cultura ecuestre mexicana.

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Invitados ilustres

Entre los invitados distinguidos del ámbito deportivo, cultural, industrial, filatrópico y político se encuentran personalidades como los siguientes:

  • expresidente de los EE.UU., George Bush y familia
  • expresidente de México, Miguel de la Madrid
  • exgobernador como el general Rafael Moreno Valle
  • profesor Carlos Hank González
  • exponentes del arte de talla internacional como Paco Maljesto
  • Manuel Capetillo de Flores
  • don Antonio Ariza Cañadilla
  • Juan Lara Izquierdo

Entre muchos otros personajes que presenciaron la auténtica esencia charra, en donde no existe rivalidad alguna, solo hermandad, compañerismo y respeto a una de nuestras más añejas tradiciones.

En ese rancho se ejecutan todas las suertes charras y faenas camperas, reflejando a los ojos de la gente como dieron inicio, bajo la ponderación del máximo órgano rector del deporte, la Federación Mexicana de Charrería, A.C.

La llegada a la charreada

Además, aquí se aprecia el espectáculo de la vista del paisaje natural. Un día de charreada a campo traviesa en Rancho Buenavista inicia con la llegada del grupo de amigos de casa conformado por el anfitrión e hijo, don Octavio Chávez e hijo.; Isaías, Gómez e hijo, Joel Gómez; Ramón y Pedro Pliego; Juan Vargas; Juan Salazar; Arturo e hijo, Maximiliano; Sergio Rodea; y su servidor, Jalil Dulac.

A su vez, el anfitrión corresponde las atenciones de charros como la familia Herrera y Muñoz de rancho La Querencia; Pepe Martínez de Guadalajara; Eduardo González de la Asociación de Charros del Estado de México; los precursores de la charrería campo abierto en Temoaya, familia Becerril, Arzate y Espinosa de los Monteros; y su servidor, Jalil Dulac, todos hombres de a caballo, custodios de nuestra más bella tradición que es la charrería. Entre otros invitados están integrantes de la Asociación Nacional de Charros, A.C., Charros de Hidalgo, Querétaro, Jalisco, Puebla, Toluca y Ciudad de México.

Desde que los invitados arriban al rancho saludan al anfitrión para compartir algunas anécdotas, ensillan sus cabalgaduras, alistan las reatas, guantes que se ocuparan para manganear y cabecear a los toros. Fuera de las caballerizas hay una sala de madera que resulta el punto de reunión para saludarnos entre compañeros, nos ajuareamos y alistamos en el momento que el anfitrión ordene, bajemos al potrero del rancho y comenzar las faenas.

El ganado

Primeramente todos los charros vamos por el ganado, siempre atento a las indicaciones y consideraciones del anfitrión, se seleccionan aproximadamente diez toros, lo dirigimos al paso a una zona donde el piso es predilecto para ejecutar las faenas. Una vez reunido el ganado, los charros de a pie y a caballo hacemos una oración para encomendarnos a Dios y que todo salga bien, ya que se corren más peligros que en una charreada en un lienzo charro.

Posteriormente se selecciona el toro, un poco cornudo, se laza de los cuernos para cabecearlo. El manganeador se pone a unos 30 metros de distancia, los demás charros le hacen «pala» al cabecero (corren a los lados del toro para que pase frente al manganeador).

El manganeador tiene que lazar las patas delanteras del toro y derribarlo, el que lleva lazado al toro de los cuernos debe de dejar ir la reata; cuando es mangana y el charro no acertara las patas delanteras del toro, el cabecero  tiene que enredar la reata a la cabeza de la silla. Se acostumbra que si es mangana, o sea que el charro acierta las patas delanteras del toro, se grita: «¡Botellaaa!», que es un tipo de celebración.

El orden de los manganeadores es conforme a la edad de los charros, iniciando siempre con don Octavio por ser el anfitrión, posteriormente los invitados y después los de casa, cerrando el amigo Maximiliano o su servidor.

Después de manganear cada toro ejecutamos una terna, aprovechando que el cabecero mantiene quieto al toro para que otro charro lo lace de las patas delanteras y uno más lo lace de las patas traseras y así derribarlo. Esto permite que un charro lo jinetee, colee, herre (marcarlo) o vacune.

Al termino de estas faenas tomamos un descanso a la sombra de los árboles del potrero y realizamos un brindis, posteriormente recogemos todo lo que utilizamos para las faenas para dirigirnos de regreso al casco del rancho. Ahí desensillamos y enfriamos a nuestras cabalgaduras para darles a beber agua de las piletas de piedra.

Toda vez que resguardamos a nuestras cabalgaduras, pasamos a una troje del racho que don Octavio adaptó con cocina, sala, comedor y cantina. En ella han grabado documentales, novelas y escenas de películas. La cantina es sin duda un paso obligado para degustar la botana típica de la región y disfrutar al menos un pulque, tequila o mezcal.

Después de la comida tradicional que nos ofrece el anfitrión, se acostumbra contar anécdotas y hasta entonar algunas canciones vernáculas. Si el tiempo lo permite, don Octavio nos invita a pasar al chalet para deleitarnos con alguna pieza de su elección al piano.

Al despedirnos lo hacemos como estilaban los señores, con un apretón de manos y un abrazo fuerte, deseando buen camino y esperando vernos en la próxima lazada.

AGRADECIMIENTO: Este artículo es una manera de honrar y agradecimiento a don Octavio Chávez Gómez e hijo, Octavio Chávez Negrete, quienes me brindaron la oportunidad de aprender a corta edad en el Rancho Buenavista, donde me han hecho sentir como en mi segunda casa.

autor Jalil E. Dulac Camacho
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