Colima Prehispánica: Un origen diferente

Para algunos antropólogos esa diferencia es tan grande que sugieren que el Occidente no debería incluirse en Mesoamérica más que en sus últimos tiempos, lo que también es de dudarse, pues aquí no se han encontrado los elementos que caracterizan a aquella área cultural, como son calendarios, escritura, numeración, documentos históricos, mapas, etcétera. En realidad el problema es que los parámetros que se han utilizado para identificar a Mesoamérica se han tomado principalmente de la región del Altiplano, y generalmente con base en sus expresiones más complejas y elegantes, y sobre todo de tiempos históricos.

Por su lado, los arqueólogos e historiadores del arte reconocen el origen de Mesoamérica en una “cultura madre” representada por la cultura y el estilo olmeca. Pero en el Occidente no se ha encontrado a la fecha nada que pueda identificarse como tal, así que deberíamos buscarle otros ancestros. Para los tiempos posteriores, en Colima –y en otras regiones del Occidente– tampoco se ha localizado nada teotihuacano.

Como sabemos, Teotihuacan fue un poderosísimo centro político y económico que dominó gran parte de Mesoamérica, de aquí que podamos inferir que Colima quedaba fuera de su influencia. Los templos construidos sobre pirámides escalonadas que caracterizan a los centros políticos y ceremoniales de Mesoamérica, en Colima sólo aparecen en los tiempos tardíos. Curiosamente, en Colima es difícil encontrar la representación de alguna deidad y sólo veremos a un triste y esquemático Tláloc en las escalinatas de El Chanal, sitio igualmente tardío.

Una sociedad “a gusto”

De todo lo anterior podemos concluir que Colima, al igual que otras regiones del Occidente, tuvo una personalidad muy especial. Por otra parte, las expresiones artísticas de Colima, que se dan sobre todo en la cerámica que acompaña a los entierros en las “tumbas de tiro”, reflejan a una sociedad mucho más “a gusto”, libre, igualitaria, de carácter familiar y doméstico, totalmente diferente de las expresiones artísticas de las otras sociedades, que muestran a grandes señores, dioses y ritos, con exótica parafernalia en un estilo hierático característico de una sociedad fuertemente estratificada.

Pero, además, en Colima estas esculturas de mujeres, hombres, perritos, pericos, murciélagos, serpientes y todo lo demás del arca de Noé, demuestran que los artistas observaban minuciosamente y amaban a todos esos elementos cotidianos. Como su nombre lo indica, las “tumbas de tiro” son horadaciones más o menos circulares y profundas, verticales o inclinadas, que conducen a la puerta de una amplia cripta abovedada donde se ponían los muertos y sus ofrendas. Este tipo de tumbas se distribuye desde Colima, el oriente de Jalisco y sur de Nayarit, hasta el occidente de Michoacán.

Capacha y el Opeño

¿Quiénes son los abuelos de tan especiales y magníficas obras? Las recientes excavaciones en la propia Colima y en Michoacán nos permiten reconocer por lo menos dos raíces, tan antiguas como la olmeca. En Colima, el llamado complejo Capacha (nombre de una hacienda) presenta entierros que incluyen ofrendas de bellos “bules” de cerámica y vasijas con “asa de estribo”, figurillas de cierto tipo y metates.

Este complejo tiene una antigüedad que va más allá del 1500 a.C. y en Michoacán, en el sitio llamado El Opeño, se encontró un cementerio de varias tumbas de tiro que sirvieron como criptas para sucesivos entierros con sus respectivas ofrendas, entre otras de cerámicas especiales, figurillas femeninas y otra que representaban a jugadores de pelota, todo ello también con una antigüedad igual o mayor que lo olmeca. De aquí se deriva, entonces, que en Mesoamérica hay por lo menos dos mundos: el derivado de lo olmeca y la tradición del Occidente, que tiene sus raíces en Capacha y El Opeño.

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