Copainalá, Chiapas. Lugar de las culebras que corrieron
El pueblo es un conjunto espléndido de arquitectura vernácula, y está considerado como uno de los más auténticos y ricos de Chiapas.
Nuestro andar por tierra chiapaneca nos llevó a conocer Copainalá. El nombre proviene del náhuatlcoa-painal-lan, que significa «lugar de las culebras que corrieron». Desde la época de la Conquista, Copainalá gozó de gran fama por la semejanza con el nombre Painalá, que Bernal Díaz del Castillo dio al pueblo natal de los padres de la Malintzin. Para llegar a esta hermosa población, salimos de la capital del estado, Tuxtla Gutiérrez, y recorrimos setenta kilómetros; nos deleitamos con la exuberante vegetación, que nos invitaba constantemente a detenernos durante el ascenso, mientras el camino nos adentraba en un mar de montañas.
Copainalá sobresale en la meseta escalonada de Coapilla y produce una impresión similar a las imágenes de una pintura popular. Desde lejos emergen los techos de teja roja entre el marco verde de la vegetación. Mucho antes de llegar al poblado, su encanto se percibe a la distancia. Copainalá se fundó en el sigloXVI con habitantes zoques, que provenían de aldeas dispersas y que durante los primeros años de la Colonia habían sido evangelizados por misioneros dominicos. El pueblo es un conjunto espléndido de arquitectura vernácula, y está considerado como uno de los más auténticos y ricos de Chiapas, por lo que decidimos hacer nuestro recorrido a pie, por las empinadas calles.
Llegamos a la Plaza, lugar de reunión de los habitantes del tranquilo poblado. Ahí conocimos a don Ismael, quien fue nuestro guía. Antes de comenzar el recorrido, don Ismael nos contó la leyenda de «El sombrerón», un personaje que usa un gran sombrero y se aparece a caballo o a pie para hacer perder el rumbo a los caminantes solitarios. Del legado de los dominicos en esta región, visitamos la iglesia de San Vicente de Ferrer y el exconvento de San Miguel Arcángel; ambos edificios construidos por los misioneros en la segunda mitad del sigloXVIo principios delXVII, y ahora son considerados los principales monumentos coloniales de Copainalá.
En la iglesia sobresale la fachada, con portada renacentista que semeja un arco triunfal romano; y la torre de reminiscencia mudéjar, con escalera de caracol adosada que, esbelta y cilíndrica, disminuye de tamaño a medida que asciende. Hoy en día, esta construcción está en ruinas. El encanto de Copainalá parece sugerir, al resguardo de la torre de la iglesia medieval, una lucha entre los ángeles y los demonios.
El edificio del exconvento era de una sola nave, con brazos de cruceros salientes. Justamente enfrente de ellos, se proyectan en cruz dos brazos más cortos. El ábside, destruido totalmente, era rectilíneo y probablemente de planta cuadrada. El crucero es rectangular y, debe haber estado cubierto de madera y teja. La entrada al ásbide, desde el crucero, está recortada por una parte de ladrillos, y produce la impresión de que fue construida algún tiempo después de que se concluyó la iglesia.
Seguimos por las calles empedradas, gozando de la frescura del aire. Copainalá se encuentra a 400 m snm, y siempre tiene una temperatura agradable. En todo momento, nos acompañó un aroma dulzón que desprendían los árboles de cítricos, los cuales abundan en esta región y se encuentran, prácticamente, en todos los patios de las casas. Desde cualquier punto se disfruta del paisaje montañoso de bellas imágenes. La bruma se eleva hacia las partes altas del pueblo, en contraste con el colorido de las casas y la vegetación; y ofrece una impresión paradisiaca. La quietud sólo era interrumpida, en ocasiones, por el lejano ladrillo de un perro, y los gritos de unos chiquillos que jugaban a la pelota. Por una de las calles nos topamos con varias mantas extendidas sobre el suelo, en las cuales habían puesto semillas de café a secar al sol.
El hermoso río Zacapala, afluente del Grijalva, que se encuentra a las orillas del poblado, presenta en sus riberas abundante flora: cacahua, canduj, pino, cocoite, nanche, roble, caoba, amate, cedro, ceiba, guarumbo, hule y jimba. Además, el clima húmedo copailteco favorece la proliferación de hermosas orquídeas, las cuales añaden un toque exótico al paisaje.
Copainalá es rico en costumbres y tradiciones. En mayo celebra la tradicional fiesta de San Vicente, para ello se adornan las iglesias con flores naturales; algunos pobladores bailan la danza tradicional de «La encamisada». La mayoría viste trajes típicos; los hombres utilizan camisa de manta y pantalón de dril, y las mujeres llevan huipil bordado a mano y enaguas rojas o azules. Para la fiesta, se preparan diversos alimentos, como elpuctzatzé, carne de res en jugo de limón; latzatá, frijoles refritos con guineo -plátano verde- y elzispolá, gallina preparada con chile blanco, hojas de repollo y garbanzo. Acompañándolas con bebidas como elpozol, con base en cacao, y elposh, aguardiente casero.
Al atardecer ya habíamos terminado nuestra visita. En el ambiente flotaba un aroma a café recién hecho. Una quietud total reinaba en Copainalá, cuando la neblina comenzó a llenar los espacios entre las calles donde el alma rebosa de placer y encanto.
SI USTED VA A COPAINALÁ
Recorriendo 1 218 km por la carretera federal panamericana 190 se llega a Tuxtla Gutiérrez. De Tuxtla come nuevamente la carretera federal 190 vía San Fernando Chicoasén, de allí tome la carretera estatal 102 Chicoasén-Copainalá. De Tuxtla Gutiérrez a Copainalá se recorren 70 km en una hora aproximadamente.
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