El pueblo salado de Colima que parece irreal
La salina de Cuyutlán surge durante la temporada de sequía para producir sal fina y hasta la codiciada flor de sal. Visitar el pueblo salado de Colima es entrar a un lugar que parece irreal.
Decenas de hombres descalzos y con el torso descubierto pisan espejos de agua que reflejan el azul del cielo de Colima. Llevan palas y carretillas para recolectar un blanquecino producto: la sal de mar.
Aunque parece un trabajo burdo no lo es. Expanden los montones de granos a rastrillazos suaves, otros más quitan despacio los primeros cristales que se forman en la superficie del agua a los que llaman flor de sal, muy apreciada en la alta cocina internacional por su bajo contenido en sodio.
La salinas de Cuyutlán, dentro del municipio de Armería, comprende 3 mil 500 hectáreas cercanas a Manzanillo. En el predio se expande estanques en donde el agua salada se evapora con el sol dejando el producto disponible para la recolección.
Son éstas las que forman los espejos de agua, creando escenarios casi irreales y por ende fotografiables, convirtiéndolos en uno de los lugares a los que se debe ir cuando se visita Colima.
Pero la salinera no siempre está disponible, desaparece durante los meses de julio a enero porque está asentada en la laguna Cuyutlán, la cual durante la época de lluvias se llena de agua obligando a los trabajadores y sus familias a desalojar. De ahí que se le conozca como “el pueblo que nace y desaparece cada año”.
Es posible visitar las salinas los meses de marzo a junio, que es cuando las aguas pararon y el sol es más radiante, permitiendo la evaporación.
Aquí hay que aclarar que los demás atractivos de Cuyutlán no se inundan y pueden vistarse todo el año.
Se cree que la producción de sal en Colima empezó desde épocas prehispánicas, pero su máximo desarrollo se alcanzó en la mitad del siglo XVI cuando la industria minera dedicada a la extracción de plata requería grandes toneladas para sus labores.
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