De verde y agua I
De lo primero que se llenan los ojos al llegar a Tabasco es de verde y agua; desde arriba del avión o desde los bordes de las carreteras, las pupilas contemplan agua y más agua que corre entre las riberas de algún río, o forma parte de esos espejos del cielo que son los lagos y lagunas.
En este estado los elementos de la naturaleza, a lo que algunos filósofos griegos achacaban el comienzo del mundo, tienen una gran potencialidad. Cuando de fuego se trata ahí está el dorado sol, que sin la menor piedad y compasión se derrama y esparce desde los altos cielos por los campos y los tejados de lámina, guano, teja, asbesto o cemento de los poblados, pueblos o ciudades de Tabasco.
Si hablamos de aire, también se hace presente con su transparencia luminosa y nitidez. En él vuelan cientos de especies de aves, desde palomas hasta gavilanes y águilas. Es cierto que a veces este aire se convierte en vendaval, en huracán o en fuertes vientos tropicales que azotan a los pobladores que viven de la pesca a la orilla del Golfo de México o en las riberas de los ríos Usumacinta, Grijalva, San Pedro, San Pablo, Carrizal y otros más que sirvieron, en una época no muy remota, como únicas vías de comunicación.
Por esto, cuando Hernán Cortés llegó a lo que ahora es Coatzacoalcos a finales de 1524, camino a Las Hibueras (Honduras), llamó a los caciques tabasqueños para que le dijeran cuál era la mejor ruta para llegar a dicho lugar, le respondieron que ellos sólo conocían la ruta por agua.
De hecho no se exagera al decir que este elemento nos asalta por todas partes, no sólo en las grandes llanuras o deslizándose por las altas sierras o entre los sauces que dejan caer tristemente sus ramas a la corriente de cualquier río, sino también en las olas calmas o embravecidas del mar, en los pantanos, en los escondidos esteros donde las raíces retorcidas del mangle tienen su reino; en los arroyos que serpentean entre margaritas, tulipanes, lluvias de oro, framboyanes, maculises o los imponentes árboles de hule.
También está en las nubes oscurecidas que guardan todas las tormentas posibles para dejarlas caer sobre las calles, donde algunos niños juegan aún con barquitos de papel o se bañan entre los destellos de los relámpagos y el estruendo de los rayos; las deja caer sobre los campos ya pobres de bosques y selvas tropicales, pero ricos en pastos que alimentan a las miles de reses que pueblan este estado del sureste mexicano.
Si hablamos del elemento tierra, tenemos que referirnos a las llanuras fluviales y costeras, y de las terrazas o llanuras del Pleistoceno, pero sobre todo de un vientre fértil, donde la madre tierra macera las semillas para que revienten y crezca desde ese diminuto pubis la grandeza del árbol de mango o del tamarindo, del caimito o de la naranja, de la anona o de la guanábana. Pero la tierra no sólo procrea grandes árboles, sino también arbustos y plantas más pequeñas.
Como nada se da por separado y todo es parte como de un organismo que se crea y recrea a sí mismo todo el tiempo, fuego, aire, agua y tierra se juntan en Tabasco para crear paisajes a veces paradisiacos, a veces salvajes o sensuales.
Posee, además, un clima tropical húmedo de altas temperaturas y de vastas lluvias que traen muchas veces los vientos alisios del noreste, que al acariciar las aguas del Golfo de México absorben la humedad y al llegar a tierra son detenidos por las montañas del norte de Chiapas. A esas alturas se enfrían y dejan caer sus aguas, a veces en forma de ciclones tropicales del Golfo o del Pacífico, formando así las grandes precipitaciones del verano y comienzos del otoño.
Por esto, de los 17 municipios que conforman el estado, en los tres ubicados junto a estas montañas es donde más llueve: Teapa, Tlacotalpa y Jalapa.
La fuerza del sol, de la que ya se habló antes, hace que las temperaturas sean muy altas, sobre todo en los meses de abril, mayo, junio y julio; esta época se caracteriza por una temporada de sequía extrema, por lo que existen grandes movimientos de ganado vacuno hacia las zonas donde las aguas no llegan a secarse del todo.
La temporada de lluvia abarca los meses que van de octubre a marzo, pero sobre todo diciembre, enero y febrero. Es por lo anterior que las lagunas alcanzan su más alto nivel entre septiembre y noviembre, que es cuando se producen las inundaciones.
No sólo las lagunas sino también los ríos aumentan su volumen y salen fuera de su cauce, provocando que las personas que viven en las riberas tengan que abandonar sus casas y perder sus siembras.
Por eso en Tabasco los suelos están formados por materiales de acarreo, por sedimentos que dejan las aguas al desbordarse y regresar de nuevo a su cauce normal. El presbítero José Eduardo de Cárdenas, considerado el primer poeta tabasqueño, dijo a principios del siglo XIX que «La fertilidad de su terreno regado con bellos ríos y riachuelos es tal y tan varia en preciosas producciones, que puede parangonarse con los países más fecundos… Allí vive de asiento la primavera…»
Este conjunto de elementos: agua, aire, fuego y tierra, crea un estado en el que se da una flora y fauna variadas. Podemos encontrar desde selva tropical lluviosa hasta selva tropical semidecidual, selva de manglares, sabana tropical, formación de playas y formación de pantanos. La fauna en Tabasco es tanto acuática como terrestre.
A pesar de las grandes devastaciones de selvas tropicales y de la cacería desmedida y sin control que han ido menguando y en algunos casos extinguiendo algunas especies, aún podemos encontrar, aunque en menor abundancia que antes, la belleza silenciosa de las garzas, el estruendo de los loros o cotorras a la hora del crepúsculo, conejos de ojos rojos y redondos que nos asaltan de pronto en las carreteras o en cualquier camino, venados que de vez en cuando salen de atrás de algún matorral o tortugas que van siempre más lentas que los desmontes para hacer potreros y cambiar para siempre el rostro amable de la naturaleza.
Sin embargo, quien visite el estado va a encontrar aún, el verde por todas partes. No un verde que emana de los exuberantes bosques o de las selvas que alguna vez poblaron estas tierras, sino de los campos que se extienden como jardines y que sólo poseen aquí y allá algunos arbustos o conjuntos aislados de árboles, pero naturaleza al fin y al cabo bella.
En algunas partes podemos escuchar el aullido de los monos al atardecer, el canto enloquecido de las aves al caer el sol en cualquier horizonte, el verde de las iguanas sobre las ramas de un árbol y la solitaria ceiba que se levanta al cielo, tratando de descifrar sus misterios.
Podemos contemplar la destreza del martín pescador, la serenidad de las grullas o de los pelícanos y una diversidad de especies de patos, tucanes, guacamayas, zopilotes y esas aves que abren sus ojos en plena noche para emitir sonidos guturales extraños que despiertan supersticiones y miedo como el tecolote y el búho.
Es cierto también que aquí todavía hay jabalíes y serpientes, ocelotes, armadillos y una variedad de peces tanto de agua salada como dulce. Entre estos está el más raro de todos y el más conocido en el estado que es el pejelagarto.
Pero hay que recordar en todo momento que si no sabemos cuidar y respetar la vida de todas estas especies, nos iremos quedando cada vez más solos sobre el planeta y de ellas sólo quedará el recuerdo que se irá borrando con el tiempo y fotografías en libros y álbumes escolares.
Algo que es importante saber de Tabasco es que está dividido en cuatro zonas bien demarcadas y con características propias. Estas son la Región de los Ríos, constituida por los municipios de Tenosique (Casa del hilandero), Balancán (Tigre, Serpiente), Emiliano Zapata, Jonuta y Centla. La Región de la Sierra que la integra Teapa (Río de Piedras), Tacotalpa (Tierra de las malezas), Jalapa y Macuspana.
La Región del Centro que abarca únicamente el municipio de Villahermosa y La Región de la Chontalpa donde podemos encontrar los municipios de Huimanguillo, Cárdenas, Cunduacán (Lugar que tiene ollas), Nacajuca, Jalpa (Sobre la arena), Paraíso y Comalcalco (La casa de los comales). Son 17 municipios en total.
En la primera de estas regiones vamos a encontrar terrenos siempre planos, por lo general lomas que sirven para el repasto y la agricultura, ubicada en la zona oriental del estado; es la parte que colinda con Guatemala, lugar donde el río Usumacinta es la frontera movible que marca los límites entre México y el país vecino, pero no sólo de éste sino también de Chiapas y Tabasco a lo largo de 25 km.
En esta región abundan las lagunas y posee una red de ríos muy importantes, desde el ya mencionado Usumacinta hasta el Grijalva, el San Pedro y el San Pablo. Su actividad principal es la ganadería, así como el cultivo de la sandía y el arroz.
Es una zona, por la misma actividad ganadera, donde se producen algunos de los mejores quesos del estado, pero también es de suma importancia la pesca, sobre todo en la zona de Centla, junto al Golfo de México, donde se encuentran los Pantanos, considerados no sólo una belleza natural sino una de las reservas ecológicas más grandes que existen.
Río Usumacinta
Es considerado el río más caudaloso del país. Nace en la meseta más alta de Guatemala llamada «Los altos Cucumatanes». Sus primeros afluentes son el «río Blanco» y el «río Negro»; desde su inicio marca los límites entre México y Guatemala, y a través de su largo recorrido va recibiendo otros afluentes, entre los que están los ríos Lacantún, Lacanjá, Jataté, Tzaconejá, Santo Domingo, Santa Eulalia y San Blas.
Al pasar por una zona llamada Boca del Cerro, en el municipio de Tenosique, el Usumacinta amplía su cauce al doble y se convierte en un río realmente imponente; más adelante, en una isla llamada El Chinal se bifurca, conservando su nombre el de más caudal, que corre hacia el norte, mientras el otro se llama San Antonio. Antes de que se vuelvan a unir se desprende del Usumacinta el río Palizada, cuyas aguas van a dar a la laguna de Términos. Un poco más abajo se separa el río San Pedro y San Pablo.
Después el Usumacinta vuelve a bifurcarse y el caudal del sur continúa, mientras que el del norte toma el nombre de San Pedrito. Estos ríos se encuentran de nuevo y al hacerlo se les une el Grijalva, en el sitio llamado Tres Brazos. De allí corren juntos hacia el mar, al Golfo de México.
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