Desarrollo cultural durante el siglo XIX en Oaxaca
La vida cultural en la ciudad de Oaxaca, que tan alto nivel había logrado durante la época colonial, se vio frenada -en cierta medida- durante los años de lucha por la Independencia. Pero muy pronto, todavía bajo el fragor de las balas, existió el noble empeño de crear instituciones culturales, acordes con los nuevos tiempos.
En 1826 se fundó el Instituto de Ciencias y Artes del Estado a esa benemérita institución educativa siguieron otras como el Colegio Científico y Comercial. Durante su gobierno Juárez dio gran impulso a la institución pública en toda la entidad; se crearon escuelas de enseñanza normal en las principales poblaciones. A don Benito también se debe el enriquecimiento de las colecciones del Museo del Estado; aunque la fundación formal de éste tuvo lugar en 1882, siendo gobernador don Porfirio Díaz. Los afanes juaristas fueron continuados por su sucesor Ignacio Mejía, fundador del Colegio de Abogados y promotor del Código Civil. En 1861, en vísperas de la Intervención, fue creada la Normal Central.
No obstante, las mayores empresas culturales se desarrollaron a la sombra del porfiriato; por ejemplo, el pedagogo Enrique C. Rebsamen reorganizó la Escuela Normal de Profesores; se construyó una calzada que llevó el nombre del dictador y se dotó a la ciudad de varios mercados; al mismo tiempo se iniciaba la construcción de nuevos edificios destinados a Cárcel del Estado y al Instituto de Ciencias y Artes. También hay que decir que fue en esa misma época cuando se fundó el Monte de Piedad (2 de marzo de 1882) y se estableció el Observatorio Meteorológico (5 de febrero de 1883).
Otras mejoras materiales en la capital del estado fueron realizadas en los primeros años de nuestro siglo. En el cerro del El Fortín, con motivo del centenario del nacimiento de Juárez, se erigió su monumental escultura; también fue creada la Banda de Música, cuyo permanente actividad ha sido la delicia auditiva de propios y extraños.
De todas formas, y a pesar de tantos infortunios, la vida de la ciudad de Oaxaca y en los pueblos de las distintas regiones transcurría con cierta tranquilidad. Los triunfos militares en ocasiones ameritaron pantagruélicos banquetes; de uno de ellos da cuenta el espléndido cuadro anónimo titulado Banquete al general León (1844), conservado en el Museo Nacional de Historia. Otros eventos políticos también alternaban la calma provinciana del lugar, como la entrada de don Benito Juárez en enero de 1856; ocasión en que se levantaron cien arcos triunfales, hubo un solemne Te Deum -todavía no había separación entre la Iglesia y el Estado- y una salva de artillería en la Plaza Mayor.
Las plazas, las iglesias, los paseos y los mercados -especialmente el de Oaxaca- veían deambular a los cientos de indígenas, llegados de sus respectivos parajes, para descansar, rezar y vender míseros recaudos. Las plazas, ubicadas al frente y a un costado de la Catedral, para los tiempos en que los pintó José María Velasco (1887) todavía no lucían sus gigantescos laureles. Cabe indicar que la enseñanza artística -especialmente de pintura y dibujo- nunca se abandonó del todo; aunque los resultados que produjo no estén a la altura de lo que se hacía en otras partes de México. Se conocen varios artistas oaxaqueños: Luis Venancio, Francisco López y Gregorio Lazo, además de algunas mujeres, verbigracia Josefa Carreño y Ponciana Aguilar de Andrade; todos ellos realizaron una producción pictórica, a mitad de camino entre lo culto y lo popular, acorde con el gusto de sus conciudadanos.
El aspecto urbano de las ciudades y los pueblos no cambió mayormente a lo largo de la primera mitad del siglo XIX; la imprenta de los siglos novohispanos no quería borrarse. Lo cual se explica, entre otras razones, por la poca modificación que sufrieron las estructuras sociales y económicas. Sólo los interiores de los templos sufrieron modificaciones neoclásicas: altares, decoración pictórica sin ninguna fuerza expresiva y uno que otro “desacato” escultórico, dan cuenta de que, en esta vasta región del país, también se quería estar a la moda. Fue a partir de la expedición de las Leyes de Reforma que los edificios religiosos, especialmente en la ciudad de Oaxaca, fueron intervenidos: el convento de Santa Catalina (hoy hotel) fue destinado a ser sede del Ayuntamiento, cárcel y también se instalaron dos escuelas; el hospital de San Juan de Dios fue convertido en mercado y el de Betlemitas alojó al Hospital Civil.
Muy importante también es el edificio que alberga al Palacio de Gobierno, cuya construcción se lleva a cabo a lo largo del siglo XIX -de acuerdo con el proyecto del arquitecto Francisco de Heredia-, debido a la cotidiana penuria económica que conocieron las arcas del Estado.
En plena época porfirista se arregló el salón de recepciones de este edificio; inmueble que fue rehecho, en su parte frontal, de 1936 a 1940, durante el gobierno de Constantino Chapital.
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