Descubriendo México en bicicleta: entre caminos de Michoacán
Acompaña a nuestros cicloviajeros, Roberto y Annik en su paso por los campos y pueblos llenos de caminos de tercería en el bello estado de Michoacán.
Olvídate de la rutina y escápate:
Adrián Téllez, guía de turistas Tlalpujahua y mariposas monarca
Salimos de Zacapú a medio día. La familia de Alejandro se aseguro de que nos fuéramos de su casa con la panza llena. Alejando y su familia nos había tratado de lujo. Nos despedimos y seguimos nuestro camino hacia nuestro próximo destino, Morelia.
Justo antes de salir de Zacapu tuvimos la oportunidad de llenar nuestras botellas en un manantial que estaba situado a las afueras de la ciudad. Tomé un poco de agua, estaba muy fresca y sentí que gracias a esos tragos llegaríamos lejos ese día.
Estábamos a 100 km de distancia de Morelia y nos habíamos propuesto llegar ese mismo día a Morelia. El cielo estaba gris y el clima un poco húmedo y aunque las condiciones no eran las mejores para pedalear creímos que lo lograríamos.
Seguimos la carretera que nos llevaría a San Pedro Puruátiro. Durante el camino estuvimos acompañados por varios ciclistas de todo tipo. Muchos de ellos transportando bienes y algunos otros entrenando. Nos sorprendió ver que el movimiento ciclista en Michoacan era bastante grande.
El clima parecía mejorar un poco y algunos rayos de sol lograron penetrar las espesas nubes grises que cubrían el cielo. Llegamos a una parte del camino en donde teníamos la opción de cortar camino por un sendero de terracería o seguir por el pavimento.
Annika y yo no lo pensamos dos veces. Nos gusta pedalear por donde el tráfico no pasa y aparte nos íbamos a ahorrar unas buenas subidas. Es importante decir que nos ha encantado pedalear por Michoacan pero no ha sido fácil debido a lo difícil que es cuando debes ascender. Hemos rebasado en varias ocaciones los 2,000 mts de altura.
En una ocasión en donde la subida estaba muy empinada un grupo de maestros que se encontraban protestando sobre la carretera nos ayudaron, incluso a Annika le ayudaron con la subida. Nos dejaron pasar con facilidad, nos echaron porras y hasta nos impulsaron para facilitar el pedaleo en contra de la gravedad.
Un país de sorpresas
Los rayos de sol iluminaron nuestro camino,fue ridículo lo bien que nos recibió el atajo. A nuestra derecha caña y a nuestra izquierda nopales. Nuestras llantas dejaban una huella entre la tierra roja que marcaba nuestro paso por el camino menos transitado. Disfrutamos cada momento de no escuchar autos y poder pedalear lado a lado.
Al final del camino de terracería llegamos a San Pedro, un pueblo con una calle que tenía una subida muy pronunciada decoradas con guirnaldas. Al final de la subida llegamos a la plaza central a comernos un refrigerio. Vimos nuestro reloj y nos dimos cuenta de que era mucho más tarde de lo que habíamos creído.
Seguimos avanzando y llegamos hasta un pueblo llamado La Alberca. Nos dio curiosidad el nombre y le preguntamos a un muchacho que estaba practicando con una soga los trucos de floreo de charro. Le preguntamos sobre el nombre de su pueblo. Él simplemente nos señalo hacia el mirador que estaba justo a lado de la carretera.
No lo habíamos visto. Fuimos en bicicleta y vimos una gran alberca. Un lago creado sobre el cráter de un volcán dormido. En cualquier otro país esto hubiera sido uno de sus principales atractivos turísticos que promoverían de manera internacional. Aquí era tan sólo un pueblito con una vista bonita. No me deja de sorprender éste país.
Seguimos nuestro camino y a unos cuantos kilómetros empezó a llover con mucha fuerza. No nos gusta pedalear con tanta lluvia. Sobre todo cuando hay mucha neblina y los carros no te dejan ver muy bien. Encontramos refugio con Lupita, una señora que estaba vendiendo elotes en la carretera.
Se nos antojo mucho uno, pero justo cuando llegamos había vendido el último. Aún así se quedo con nosotros sin desmontar su puesto para esperar junto con nosotros a que se bajará la lluvia.
Esto nunca sucedió. Sin embargo aprovechamos una ventana de 20 minutos en donde la lluvia no estaba tan pesada y logramos llegar a un pueblo llamado Tiristarán.
Cuando sale el sol..
En Tiristarán paramos en la tienda de abarrotes ¨Kari”. Ahí compramos unas bebidas e iniciamos una buena conversación con la dueña del lugar, Kari. Empezó a llover nuevamente muy fuerte y nos dimos cuenta de que no íbamos a llegar a Morelia ese día. Le preguntamos a Kari donde podíamos poner nuestra casa de acampar para dormir en la noche.
Kari llamo a su hijo llamado Ángel. “Ángel los muchachos no tienen donde dormir¨, le dijo enfrente de nosotros. Ángel respondió, ¨ Eso no es problema, tengo un cuarto extra donde pueden dormir¨. Y así sin mucho esfuerzo Annika y yo conseguimos un techo donde dormir. Tanto Angel como Kari se portaron de lujo con nosotros.
Al siguiente día nos levantamos a las 6 de la mañana con el sonido de las campanas que hacen las chivas al caminar. Ángel nos trajo café y desayunamos junto con él. Nos despido de abrazo y nos dijo que teníamos una casa con él cuando quisiéramos regresar. Un gran tipo Ángel, un nuevo amigo.
Tiristarán, quizá no será muy conocido como un lugar turístico, pero definitivamente nunca lo vamos a olvidar. Los próximos 40 kilómetros fueron de bajada en un día asoleado. Llegamos a Morelia a casa de mi amiga Andrea. La bella Morelia, llena de color con sus mercados, gastronomía y arquitectura.
Mi primer parada fue en el jardín de las rosas para tomarme una cerveza. Después de ahí nos pasamos al centro de la ciudad. Nos compramos un gazpacho y nos sentamos en una banca a contemplar la belleza de la ciudad. No importa cuantas veces suceda, pero cada vez que uno llega a un destino en bicicleta se siente como e logra más importante de tu vida.
Michoacan, seguramente vamos a regresar a pedalear nuevamente por tus carreteras.
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