Descubriendo México en bicicleta: la ruta del tequila
Sigue la travesía en bicicleta por México de Roberto y Annika y descubre junto a ellos la enigmática tierra del agave.
Habíamos dejado Tepic, Nayarit y nos dirigíamos a la ciudad que había sido mi hogar durante nueve largo años: Guadalajara, Jalisco. Me encontraba emocionado de regresar a esa tierra que me había dado tanto: educación universitaria, amigos y recuerdos inolvidables.
El camino no iba a ser nada fácil. Las subidas y las bajadas serían el pan de cada día durante los 280 kilómetros que nos quedaban por pedalear hasta llegar a Guadalajara. Lo bueno fue que aprendimos a disfrutar de los premios de las bajadas y de las aguas frescas que vendían de vez en cuando por la carretera.
La mejor parte fue la subida justo después del Plan de Barrancas. Nos enfrentamos a 12 kilómetros de subida constante. El día estaba nublado y el tráfico bastante tranquilo para ser entre semana. La vegetación en las montañas son las protagonistas de nuestro camino. Sobretodo cuando cambian tan rápido debido a la altura y al entorno.
Fue en esa subida donde vi dos animales que no pude reconocer de primera instancia. Era un tejón y un mapache, quizá peleando por algún fruto o alimento que estaba entre las hojas. Cuando pedaleas tan lento y sobre todo de subida en lugares como ese, hay mucha posibilidad de ver fauna salvaje. Y la experiencia siempre es emocionante. Otra riqueza más que tiene nuestro país.
L entrada a la tierra del Tequila
Finalmente llegamos a la cúspide y con eso el premio del descenso. Al bajar entramos a la tierra del tequila. Hasta pude oler ese famoso aroma a tierra mojada que cantaba Jorge Negrete en su canción de Guadalajara.
La carretera se abrió y en ambos lados habían campos interminables de agave sembrado por todos lados. Imaginaba música de mariachi al ritmo de mi pedaleo. Aquél día me dieron ganas, nuevamente, de cambiar mi bici por un caballo.
Al entrar a Magdalena vimos una señal que decía: Paisaje Agavero Patrimonio Mundial. Al leer la señal mi piel se puso chinita. Tan sólo faltaban 18 km para llegar al Pueblo Mágico de Tequila.
Pedaleamos lento, tomé muchas fotos. Me pareció increíble ver tanto agave. Me tocó ver sembradíos de todo tipo, aquellos que se veían industrializados y aquellos que se veían mucho más caseros. Aunque el estrago del calor estaba en su mero apogeo a mediodía, un señor que sembraba sus plantas de rodillas me volteó a ver y me sonrió.
Me empezaba a saborear mi tequila, cuando a unos 10 kilómetros antes de llegar al Pueblo Mágico de Tequila, nos paramos por un refrigerio. Un comedor típico de la región, donde sirven quesadillas, chamorro, tacos de birria y demás antojitos. La comida estaba puesta en platos de barro probablemente hechos en Tlaquepaque y aquí tomé mi primer tequila en un cantaritos preparado con refresco de toronja, chile y limón.
Finalmente llegamos a Tequila, un pueblito creado para el turismo. Los lugares de interés bien señalados, las calles limpias y la oferta de tours del tequila por todos lados.
Paramos rápidamente al Palacio Municipal unos cuantos minutos antes de que lo cerrarán. Nos llamó la atención el colorido mural que decoraba la pared principal de éste edificio histórico. La Mayahuel al fondo con el rayo que cayó del cielo para revelar su obsequio ante los nativos del pueblo y alrededor los personajes locales que contribuyeron enormemente a la belleza del lugar.
En seguida buscamos un lugar para dormir. Por recomendación de amigos llegamos a la casa de Doña Ermenegilda, dueña de Terraza Premier. Ella rentaba un cuarto en un departamento ubicado en el tercer piso de su casa. Gozábamos de una vista adorable de éste pueblo coqueto que se mantiene como nuevo.
Tomar tequila para sonreír
Asentados y bañados dejamos nuestras bicis ahí y nos dedicamos a explorar. Mucho de ésta exploración tuvo que ver con tomar los famosos cantaritos de tequila con refresco de toronja. Dicen que tomar tequila te pone alegre y nosotros lo comprobamos por experiencia propia.
Annika y yo nos sentamos a escuchar los sonidos del pueblo en una de las tantas bancas que dan hacia el Templo de la Purísima. Vimos niños jugando con las palomas, un señor vendiendo dulces y novios enamorados cortejando a sus novias con palabras que seguramente les endulzaban sus oídos.
Al caer la noche el pueblo se ilumina poco a poco y se convierte en el lugar perfecto para hacer una caminata romántica. Cansados de un día intenso, Annika y yo regresamos lentamente a nuestro hogar tomados de la mano con una sonrisa gigante dibujada en nuestros rostros. Yo no podía creer que durante los 9 años que había vivido en Guadalajara tan sólo había venido a Tequila una vez. Definitivamente lo estaba redescubriendo.
Muchas veces despreciamos lo que tenemos a la vuelta de la esquina. Y qué mejor que hacer un viaje en bici alrededor del mundo para hacerme recordar que lo mejor que he tenido siempre ha estado mucho más cerca de lo que he pensado.
Al siguiente día nos levantamos tarde. Camino a la carretera nos topamos con un grupo de estudiantes que hacían un tour educativo de su ciudad. El maestro nos pidió que nos tomáramos unas fotos con ellos. Y ahí viendo de frente la escultura de los jimadores nos tomamos una de las mejores fotos que tenemos.
Con nuestras alforjas empacadas y nuestros ánimos por las nubes iniciamos nuestro pedaleo a la Perla Tapatía, a la ciudad de mis amores… ¡La ciudad de Guadalajara, Jalisco!
Sigue la ruta de Roberto y Annika
Descubriendo México en bicicleta: viaje rumbo a Nayarit
Descubriendo México en bicicleta: De Tijuana a Ojos Negros, BC
Descubriendo México en bicicleta: Paseo entre playas inigualables
¿Quieres escaparte a Jalisco? Descubre y planea aquí una experiencia inolvidable