Descubrimiento de un chultún (Quintana Roo)
Esta es la primera vez que visitábamos Punta Laguna. Un compañero del grupo descendió al pozo de agua con la ayuda de las cuerdas en las que amarran las cubetas, para sacar el preciado líquido, los pobladores de la zona.
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Sólo llevaba consigo un visor, y lo que vio -que luego compartiría con nosotros- despertó en todos una gran sorpresa y una serie de interrogantes: más de treinta esqueletos, vasijas de cerámica y muchas cubetas de metal deshaciéndose. ¿Por qué estaban ahí esos esqueletos?, ¿desde cuándo?, ¿de dónde eran? No faltaron las hipótesis: posiblemente eran esqueletos mayas y las piezas prehispánicas; tal vez fueron participantes de la guerra de castas. En realidad, no sabíamos nada. Reunimos el equipo necesario y decidimos regresar a explorar el lugar. Nuestra intención era hacer un video y tomar fotografías para presentar a las autoridades delinahy posteriormente hacer una investigación más amplia.
Salimos de Cancún y tomamos camino hacia el pozo. En medio de la selva, cerca de una gran laguna, caminamos por una estrecha vereda rodeada de frondosa vegetación que nos llevó al sitio. El pozo se ve como una grieta en la tierra de aproximadamente 1.5 m de largo por 40 cm en la parte más ancha. Alguien instaló unos postes para amarrar las cuerdas que permiten extraer agua del interior. A unos cinco metros de la ranura se encuentra un pequeño altar construido sobre una gran roca con dos cruces de madera y una de piedra labrada en forma de pájaro; las cruces tienen puesto un pequeño huipil y todo está adornado con flores artificiales de colores muy vivos y alguna veladora encendida.
Los pobladores del lugar construyeron este altar para que nunca les falte el agua; ahí ofrendan comida a su dios y cada mes de junio celebran una fiesta en su honor. La gente que llegaba a sacar agua del pozo nos decía que ignoraba qué había en el fondo y ninguno sabía de que alguien se hubiera caído por accidente. Preparamos todo el equipo y empezamos a descender. Los cuatro primeros metros son muy estrechos y luego se llega a una bóveda de unos diez metros de diámetro. El agua empieza a trece metros de la superficie y de ahí al fondo hay diez metros de profundidad. Más tarde supimos que a este tipo de pozos se les conoce como chultún, y es característico de la zona. En el centro del chultún, bajo el agua, hay un cúmulo de piedras aparentemente formado por el desprendimiento del techo de la bóveda. La cima del montículo está a unos ocho metros del fondo y en esta parte es donde se encuentran las cubetas y los tepalcates rotos. Alrededor del montículo, reposando en el fondo, vimos los esqueletos: la mayoría de adultos y dos que, por su tamaño, podían ser dañinos; uno de jabalí y una quijada muy grande que no pudimos identificar.
Cerca de un cráneo localizamos una pieza de jade circular con un orificio en el centro; una pieza pequeña, dentro de otra, depositada en el interior de una vasija. Al descender advertimos el vapor que llena al pozo en la parte superior, posiblemente por la forma de botella de su estructura, y cada vez veíamos más lejos la entrada, hasta que por fin tocamos el agua. El agua tiene una temperatura agradable y es completamente cristalina. Empezamos la inmersión y descendimos los diez metros hasta tocar fondo; a esta profundidad la oscuridad es absoluta, sólo mirando hacia arriba se advierte un pequeño resplandor de luz de la entrada. Al encender las lámparas vimos los primeros esqueletos y la impresión se tradujo en una serie de sensaciones encontradas: por un lado sentíamos el respeto de no profanar el lugar pero, a la vez, teníamos una gran curiosidad. Buceábamos despacio alrededor del montículo para no levantar la fina arenilla que se asentaba en el fondo.
Notamos que los esqueletos se ubicaban en una parte donde al parecer fluye la circulación del agua, pero nunca supimos si esta parte tiene conexión con algún cenote o con la propia laguna. El ascenso fue un poco más lento pero emergimos contentos, emocionados y tranquilos porque todo había salido muy bien. Como a las cinco de la tarde empezamos a armar el campamento frente a la laguna donde, según nos dicen, todavía hay lagartos. Mientras descansábamos, el sol se escondió en el horizonte y en el cielo empezaron a brillar las estrellas. Con este entorno de silencio y tranquilidad decidimos comentar nuestra experiencia con un profesor de la Universidad de Mérida y con los especialistas delinah.
El doctor Othon Baños nos formuló una serie de hipótesis que coincidían con las nuestras pero, como no pasaba de seguir siendo eso, hipótesis, decidimos llevar a examinar a México las piezas que teníamos. En el laboratorio de launamnos dijeron que pertenecían al periodo Preclásico tardío que comprende 200 a.C. al 300 d.C. También les mostramos la piezas de jade y nos afirmaron que eran parte de un collar. Al mostrar los videos a los expertos, ésos aseguraron que las osamentas eran mayas y que la vasija había sido elaborada con materiales de la zona, que, a veces, tienen la particularidad de conservarse más en el agua que al aire libre. En elINAHhablamos con el doctor Enrique Nalda y le platicamos lo que habíamos encontrado; él fue quien nos explicó que era un chultún y no un cenote como creíamos y también coincidió con la hipótesis que se habían formulado. Le propusimos que se hiciera una investigación y que nosotros podíamos participar haciendo la filmación. Desafortunadamente no fue posible ya que los arqueólogos que podían hacer la investigación estarían ocupados el resto del año. Nos desanimamos mucho pero, a la vez, era la forma de que este lugar permaneciera igual y sus muertos no fueran molestados. Había sido una gran experiencia para todos nosotros aun cuando quedaron muchas dudas por resolver.
Fuente: México desconocido No. 230 / abril 1996
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