Dinosaurios mexicanos
Me acerco al lugar señalado pero no soy capaz de distinguir los fósiles de las piedras circundantes. Mis compañeros agrupan las piezas esparcidas, algunas medio enterradas o incompletas y ordenan (ahora sí lo veo claro) un segmento vertebral.
Escápate un fin de semana:
Museo Génesis, una puerta al origen de la vida en Cuatro Ciénegas
Al acompañar en su trabajo de prospección a los miembros de la Comisión de Paleontología de la SEP en Coahuila, me embargan dos certezas: la primera es que debo de estar ciego al no encontrar otra cosa que pedruscos sin valor entre lechuguillas y gobernadoras; la segunda es que, para los ojos entrenados, el territorio de Coahuila es excepcionalmente rico en vestigios prehistóricos de la era Mesozoica, periodo Cretácico en particular, lo cual supone hablar de hace 70 millones de años.
En ese entonces, el paisaje de cerros y valles áridos que nos circunda hoy en Rincón Colorado, ejido de General Cepeda, era muy diferente, casi inimaginable. El horizonte se estiraba sobre una inmensa llanura de aluvión surcada por el río caudaloso que, al entregar sus aguas a un mar interior, se ramificaba en un laberinto de canales y lagunas costeras. Helechos gigantescos, magnolias y palmas reinaban sobre una vegetación exuberante mimada por un clima cálido y húmedo, de atmósfera tan densa como rica en bióxido de carbono. En las aguas proliferaban especies de peces entre moluscos y crustáceos y estaban presentes tortugas y cocodrilos. Los insectos se multiplicaban por doquier mientras los primeros mamíferos se enfrentaban a un difícil problema de supervivencia, planteado desde las fauces de grandes reptiles y, principalmente, por los que en la época fueron los reyes de la creación: los dinosaurios.
Hasta los niños —quizás ellos más que nadie— los conocen. Pero subsisten varios tópicos respecto a estos “monstruosos reptiles antediluvianos” bastante desatinados.
¿QUÉ ES UN DINOSAURIO?
El término se lo debemos a Richard Owen, zoólogo inglés del siglo pasado, quien fue de los primeros en estudiar sus fósiles y decidió bautizarlos en griego:deinos significa terrible y sauros lagarto, si bien se emplea comúnmente la acepción de reptil. El vocablo ha arraigado, aunque es incorrecto. Así pues, existieron muchos dinosaurios de tamaño reducido, incluso herbívoros, nada terribles, al tiempo que otros reptiles gigantescos que sí lo eran propiamente no pueden considerarse dinosaurios.
Cada nuevo dato que amplía el conocimiento sobre éstos convence más a los paleontólogos de la conveniencia de crear una clase aparte; la Dinosauria, que excluiría a los reptiles pero incluiría a las aves, con las que tienen un notable parecido.
Fijémonos en el caso de los mamíferos. Provienen de un grupo, tiempo ha extinguido, de reptiles llamados sinápsidos. Como único eslabón vivo que une dos clases tan dispares nos ha quedado el ornitorrinco, extraño animal de Oceanía con rasgos de ambas: pone huevos, regula mal su temperatura corporal y posee espolones con veneno. Pero le crece el pelo y amamanta a sus crías. Del mismo modo, los dinosaurios descienden de los reptiles, mas no lo son. Comparten con éstos ciertas características como la inclusión de al menos dos vértebras en el hueso sacro, similitud en las extremidades, constitución de la mandíbula por varios huesos, gestación de huevos amnióticos (con gran cantidad de yema para nutrir al embrión), cuerpo cubierto de escamas y, particularmente, la condición de poiquilotermos: su incapacidad para regular la temperatura del cuerpo; esto es, poseen sangre fría.
Sin embargo, los descubrimientos realizados últimamente discuten este planteamiento tradicional. Sabemos ahora que algunos dinosaurios se cubrían de plumas, que eran gregarios, más inteligentes de lo que se creía y que frente a los saurisquios, aquéllos con cadera reptiliana, aparecieron muchos con cadera tipo ave u ornistiquios. Y cada día más científicos consideran imposible que pudieran ser de sangre fría. Esto nos lleva a una interesante teoría acerca de su extinción, acaecida después de una existencia sobre la Tierra de 165 millones de años, hace otros 65 (lo que marca el final de la era Mesozoica y el comienzo de la Cenozoica). Según dicha teoría no todas las especies de dinosaurios desaparecieron radicalmente; algunas sobrevivieron y se transformaron en aves.
LA RECONSTRUCCIÓN DE SAURIA
Misterios y controversias aparte, estos animales prehistóricos tienen el suficiente carisma como para acaparar toda la atención y esfuerzos de quienes los estudian. Y en Coahuila hay restos fosilizados en abundancia abrumadora.
Gran parte del territorio actual emergió durante la era Mesozoica frente al mar de Tethis, cuando la configuración de los continentes en nada se asemejaba a la actual. De ahí el afortunado sobrenombre de “playas del Cretácico”, con el que las popularizó René Hernández, maestro en Ciencias de la UNAM.
Los trabajos de este paleontólogo y su equipo en el ejido Presa de San Antonio, municipio de Parras, tuvieron como logro más conspicuo el montaje del primer dinosaurio mexicano: un ejemplar del género Gryposaurus, comúnmente llamado “pico de pato” por la protuberancia ósea de su porción frontal.
El proyecto que perseguía tal fin data de 1987. Al año siguiente y tras 40 días de trabajo en el semidesierto coahuilense partiendo de un hallazgo del campesino Ramón López, los resultados fueron satisfactorios. A la tierra reseca se le arrancaron tres toneladas con vestigios fosilizados de plantas, semillas y frutos, más cinco grupos de invertebrados marinos. Y —no podían faltar— casi 400 huesos de dinosaurios pertenecientes al grupo de los Hadrosaurios (“picos de pato”) y a los acorazados Anquilosaurios.
En junio de 1992, un doble de nuestro “pico de pato” con 3.5 m de alto y 7 de largo se expuso en el Museo del Instituto de Geología de la UNAM, ubicado en la colonia Santa María de la Ribera, en el Distrito Federal. Según se cuenta, el primer grupo de escolares en visitarlo le puso Isauria en honor a la prima de uno de ellos, de nombre Isaura, quien —así lo aseguraron— se le parecía como una gota de agua a otra.
“Isauria es el dinosaurio más barato del mundo —nos comenta René Hernández, director del montaje—. Su rescate costó 15 mil pesos; y la réplica, que con las mismas características hubiese costado el equivalente a 100 millones de pesos en Estados Unidos, aquí salió en 40 mil pesos.” Obviamente, la labor de técnicos de launamy, estudiantes que colaboraron con Hernández, sí fue cuantiosa. Rescatado el 70% del esqueleto, compuesto por 218 huesos, fue necesario clasificar y limpiar cada una de las partes. La limpieza implica eliminar todos los sedimentos con percutores e instrumentos de aire. A esto le sigue el endurecimiento de los huesos al bañarlos en una sustancia llamada butvar, diluida en acetona. Las piezas incompletas o faltantes, como ocurriera con el cráneo de Isauria, se reconstruyeron en plastilina, yeso o poliester con fibra de vidrio. Para ello se modelaron las partes tomando como referencia dibujos o fotografías de ejemplares armados en otros museos. Finalmente, y dado que el original no se expone debido a su enorme peso y al riesgo de accidentes, se llevó a cabo una duplicación exacta del esqueleto entero.
UNA VISITA AL MUNDO DEL CRETÁCICO
Si Isauria, erguida tras un sueño de 70 millones de años, puede parecernos el descubrimiento más sobresaliente, no es ni mucho menos el único.
En 1926 científicos alemanes hallaron algunos huesos del primer dinosaurio en suelo mexicano, también en territorio coahuilense. Se trata de un ornistiquio del grupo de los ceratópidos (con cuernos en la cara). En 1980 el Instituto de Geología de la UNAM inició un proyecto de investigación para encontrar restos de mamíferos en la entidad. No hubo resultados positivos, pero se constató la gran cantidad de fósiles de dinosaurios localizados por aficionados a la paleontología. Al segundo proyecto de la UNAM en 1987 se sumaron los apoyos del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología y del gobierno de Coahuila a través de la SEP. La Comisión de Paleontología creada por ésta y asesorada por René Hernández formó un equipo de profesionales cuya labor conjunta ha rescatado un notable patrimonio de ejemplares fósiles integrantes de las familias Hadrosauridae (Gryposaurus,Lambeosaurus), Ceratopidae (Chasmosaurus, Centrosaurus), Tyranosauridae (Albertosaurus) y Dromeosauridae (Dromeosaurus), amén de peces, reptiles, invertebrados marinos y vegetales que ofrecen gran información sobre el ambiente del Cretácico. Tanto es así que cuentan con la ayuda de la Dinamation International Society, organización sin fines de lucro para el desarrollo de la paleontología —con preferencia por los dinosaurios—, muy interesada en conocer los avances mexicanos en la materia.
Actualmente la Comisión de Paleontología concentra sus tareas en las zonas aledañas a Rincón Colorado, donde han detectado más de 80 sitios con fósiles, la mayoría en el Cerro de la Virgen, rebautizado como Cerro de los Dinosaurios. Antes de iniciar las fases de laboratorio y montaje hay mucha tarea por hacer.
Como primer paso realizan una prospección para determinar los yacimientos. En ocasiones les llega un aviso de ejidatarios o de buscadores aficionados, cuando no de alguna institución que realiza algún estudio y se topa accidentalmente con los fósiles. Pero lo más común es acudir a la lectura de mapas geológicos y saber por la sedimentación qué tipo de restos se pueden encontrar y cómo tratarlos.
El trabajo de rescate o cantera es bastante minucioso; se limpia el área, transplantando flora y moviendo piedras. Antes de iniciar la excavación se cuadricula por metros cuadrados el lugar. Así es posible fotografiar y dibujar la ubicación de cada fósil, pues las condiciones de sepultamiento aportan muchos datos. A toda pieza colectada le corresponden anotaciones con su número, características geológicas del lugar y persona que la rescató.
Las canteras en Rincón Colorado ejemplifican el proceso. Cercanas al Museo del lugar, también reciben la visita de escolares y turistas deseosos de entrar al mundo del Cretácico. Y para quien comparta la afición hay buenas noticias: a fines de 1999 se inauguró en Saltillo el Museo del Desierto con un pabellón dedicado a la paleontología. Es muy interesante y necesario, pues las huellas de dinosaurios recientemente descubiertas son una muestra más de las sorpresas que Coahuila nos tiene reservadas.
¿HAY FÓSILES DE DINOSAURIOS EN OTROS ESTADOS?
Aunque hoy por hoy Coahuila posee el mayor potencial, y los huesos que afloran en el terreno están poco fragmentados puesto que la sedimentación permitió una fosilización más sólida, existen restos interesantes en otras partes de México. Dentro del periodo Cretácico, Baja California posee los yacimientos más importantes de todo el Pacífico norteamericano. En El Rosario se han identificado partes pertenecientes a los grupos de Hadrosaurios, Ceratópidos, Anquilosaurios, Tyranosaurios y Dromaeosauridos. Además de encontrarse impresiones de piel y fragmentos de huevos, aparecieron restos de un terópodo que dio lugar a un nuevo género y especie:Labocania anomala. En Sonora, Chihuahua y Nuevo León se han realizado hallazgos similares. También del Cretácico son las huellas de dinosaurios en Michoacán, Puebla, Oaxaca y Guerrero.
La localidad más rica del periodo Jurásico se sitúa en el cañón Huizachal, Tamaulipas. En 1982 el doctor James M. Clark dio el nombre de Bocatherium mexicanuma un nuevo género y especie de protomamífero.
No era, por tanto, un dinosaurio, al igual que los reptiles voladores y excavadores, esfenodontes y mamíferos descubiertos.
Los restos de dinosaurios propiamente, carnosaurios y ornitópodos están muy fragmentados. Lo mismo ocurre con los fósiles de Chiapas, fechados en 100 millones de años. Finalmente, en San Felipe Ameyaltepec, Puebla, se encontraron grandes osamentas hasta ahora sólo atribuibles a algún tipo de saurópodo.
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