El algodón coyuche: un legado casi extinto
En tiempos prehispánicos las naciones que formaban parte de la Triple Alianza, exigían -como tributo obligado- dotaciones de algodón coyuche, en cantidades que aún hoy parecen sorprendentes.
Su cultivo abarcaba todas las regiones cálidas de los inmensos litorales mesoamericanos, así como algunos valles y mesetas, existentes desde el límite norte de esta gran área cultural hasta los confines de la actual República de Guatemala. Sobre su empleo, dejaron amplio testimonio en los documentos conocidos como “fuentes históricas” del siglo XVI.
Cada pueblo lo nombró según su lengua. Los mayas -desde tiempos inmemoriales- le llamarontamán; los tarascos le dicenxúrata; los totonacos,panámac; los zapotecas,xilala; los mixtecos,tucata, y para los pueblos hablantes del idioma mexicanoichcatles el término con que se designa al algodón. Esta fibra vegetal está íntimamente vinculada al desarrollo tecnológico y cultural de nuestro país. Prueba de ello son los resultados de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el valle de Tehuacán, en el estado de Puebla, donde en cuevas secas se encontraron fragmentos de algunos capullos de esta planta, asociados con mazorcas de maíz silvestre.
La interpretación que se le dio al hallazgo es que, hace ¡7000 años! los moradores de esos sitios habían llevado a cabo, por lo menos, un proceso de observación sobre las propiedades particulares de la fibra en cuestión. El avance que significó descubrir sus bondades, y el logro tecnológico de aprender a prepararlo, hilarlo y posteriormente tejerlo, se conjugaron con el ingenio de aquellos pueblos para dar paso a la creación del telar de cintura. El producto final, las telas así confeccionadas, fueron motivo de admiración en todas las cortes de los reinos europeos en tiempos de la Colonia.
Vale la pena en este punto citar a fray Diego Durán, el ilustre padre dominico, autor de laHistoria de las Indias de la Nueva España, cuyo testimonio –entre muchos otros– resulta particularmente elocuente: …Grandísima cantidad de fardos de algodón, así de lo blanco como de lo amarillo, mantas que eran cosa de espanto; dellas de a veinte brazas, dellas de a diez, dellas de a cinco y a dos brazas, conforme a cada provincia podía; mantas de señores riquísimas, de diferentes labores y hechuras, tan ricas y tan vistosas que unas tenían grandes azanefas labradas de colores y plumería… en la ropa de algodón, labrada y pintada, uvo gran curiosidad y lindeza, pulideza y galanía…
Asimismo durante el siglo XVI fray Bernardino de Sahagún refirió en su importante testimonio haber visto algodón en greña de muchos colores. Es una lástima que hasta nosotros sólo llegaran dos variedades de color blanco, una de color verde, una más de color café, en diversas tonalidades, que van del muy claro al casi rojizo, y al que se le conoce con nombres tales como amarillo, leonado, coyote, coyuche ycoyoichcatl. Esta última variedad, que por mucho tiempo ha sido clasificada con el nombre científico deGossypium mexicanum, -denotando así su origen- jamás ha merecido la atención de los genetistas y los taxónomos de pocos años a la fecha. En su defecto, lo han englobado en la especieG. hirsutum, grave error, consecuencia de modernas especializaciones, que sólo provocará la irremisible pérdida de esta cada vez más escasa variedad de algodón mexicano.
Hace apenas 25 años, el cultivo de coyuche se encontraba sin mayor esfuerzo en algunas regiones de los estados de Colima, Guerrero, tierras bajas de Chiapas, Sierra Norte de Puebla, costas de Oaxaca, costa sur de Veracruz, Yucatán y Campeche. Hoy aquella producción, que de hecho abastecía únicamente el consumo local de sus productores, se ha reducido dramáticamente, y en algunos casos, como la Sierra de Puebla cuyo ejemplo nos consta, podemos asegurar que prácticamente ha desaparecido. Son muchas las razones, pero quizá la más importante sea el hecho de que jamás existió interés científico u oficial que tendiera a desarrollar el tamaño de sus capullos, particularidad única que permite hilarlo a mano una vez concluida su preparación, como producto de la experiencia acumulada por generaciones.
El algodón en greña debe ser despepitado y esponjado, para quitarle las pequeñas fibrosidades que suelen presentar los capullos; después se hace un tendido de la fibra sobre una tabla cubierta por una estera, se prepara la masa golpeando la fibra esponjosa con una horqueta de madera, hasta lograr una cierta aglutinación de la fibra que, en determinados momentos, es volteada y doblada para que vaya quedando pareja. Una vez concluido este proceso, se saca una punta y se estira manualmente para colocarla en el malacate. La finura del hilo dependerá del refinamiento de la masa y de la habilidad de la hilandera.
“En la actualidad –nos dice la antropóloga Ma. Teresa Pomar– al adquirir una prenda indígena tejida con algodón, a menos de ser un especialista, es difícil distinguir si se trata de material hilado a mano o industrialmente. Sin embargo, al adquirir una prenda de coyuche se debe tener la certeza de que el hilo utilizado para su confección ha sido torcido a mano y cumplido su particular proceso de preparación…” El siglo XX está por terminar, con él ser irán para siempre muchísimas cosas; día con día sabemos que organismos especializados en la vida silvestre informan sobre la irremisible pérdida de selvas y bosques, y con ellos de animales y plantas. El algodón coyuche, que tal vez por su color “prietito” no ha merecido la atención de los especialistas mexicanos, se encuentra en peligro de desaparecer. Tenemos los testimonios levantados en trabajo de campo que así lo atestiguan. Ojalá que el siglo XXI pueda rescatarlo no sólo en beneficio de las ciencias biológicas, sino también como parte de la cultura de varias etnias que lo han apreciado a lo largo de muchos siglos.
Fuente: México desconocido No. 263 / enero 1999