El arte del piteado en Colotlán, Jalisco
Colotlán, pequeña ciudad del norte de Jalisco, es considerada como “la capital mundial del Piteado”, no tanto por su número de talabarteros sino por la calidad y la belleza de sus productos.
Siendo México un país riquísimo en expresiones manuales, en él podemos encontrar toda índole de artesanías elaboradas con los más variados materiales; sólo es cuestión de pensar en un objeto del material que se quiera y de seguro lo hallaremos en algún rincón de la República. Las opciones son muchas, y van desde un pequeño y delgado anillo hasta una chamarra, una mesa o una silla de montar. Dentro de la indumentaria del vestido confeccionado con cuero o piel, los zapatos, chalecos, chamarras y sombreros son los más comunes y vistosos; otros, como diademas, pulseras, prendedores, aretes y anillos son menos populares por ser más de adorno y porque dependen del gusto de cada persona. El cinto, por su parte, es casi indispensable en el vestuario de todo el mundo occidental, aunque puede variar de material y de precio, desde unos cuantos pesos hasta miles, según la clase y la marca. Hay cintos que sin ser de “marca” cuestan mucho más, por ser de máxima calidad y por estar confeccionados con el arte del piteado. El piteado es una forma artesanal que se realiza exclusivamente en productos de cuero y piel; es una especie de tejido con pita, una fibra natural proveniente de los estados de Oaxaca y Chiapas.
Colotlán, una bonita y calurosa ciudad del norte de Jalisco, es famosa por este tipo de artesanía, la cual es propia de ahí, y no por nada Colotlán es considerada como “la capital mundial del piteado”. Recorrer las calles de Colotlán nos lleva a conocer numerosas tiendas que exhiben productos artesanales de cuero y piel con motivos de flora, fauna y charrería, así como grecas prehispánicas. Sí, el arte del piteado de inmediato evoca la charrería, el jaripeo, las peleas de gallos y las corridas de toros inclusive. Y todo porque quienes viven en ese medio saben apreciarlo y pagan generosamente por un trabajo bien hecho. Talleres y talabarterías en Colotlán hay muchos, porque la principal fuente de ingresos de sus habitantes gira alrededor del piteado. Entrar a un obrador o a una talabartería, como la “Eber”, es llegar a un mundo diferente, donde cada trabajador ejecuta su minuciosa tarea sin tomarse un respiro, hasta que termina la pieza en turno.
Todo taller debe contar con tres empleados como mínimo: un dibujante, un bordador y un punteador, quienes conjuntamente se encargan de manufacturar las piezas. Cabe decir que algunos de los obradores pequeños trabajan por encargo de ciertas talabarterías o talleres mayores, haciéndose cargo de determinados pasos de este arte cuando allá no cuentan con uno de los tres trabajadores mencionados. En la talabartería “Eber”, por ejemplo, laboran varias personas. Ahí conocimos a Edmundo Olague de Santiago, quien es el responsable y supervisor de los trabajos, a Baudelio Lares Muñoz, el dibujante, y a Lourdes Aguilera Villalobos, la encargada de los pedidos y las ventas.
El joven Edmundo nos explica amablemente las etapas del piteado y nos habla de tan singular tradición: “Quién sabe cuándo inició esta costumbre aquí en Colotlán, pero todos hemos aprendido desde niños; nosotros de nuestros padres, ellos de los suyos, y así más atrás. No sabemos quién lo trajo a nuestro pueblo, pero casi todos vivimos de ello… La materia prima es la piel que traemos de León o de San Luis Potosí, y la pita, que viene de Oaxaca. Aquí sólo se hace la mano de obra y los diseños. Los diseños originales eran grecas aztecas, pero siento que se ha ido perdiendo esa cultura. Ahora muchos diseños tienen motivos huicholes porque esas gentes pasan mucho por aquí y nos han dejado algo de su cultura. Pero hay talleres más comerciales cuyos diseños son más modernos. Hay que adaptarse a lo que el cliente pida, ¿no? Nosotros aquí hacemos cualquier trabajo. Nuestra imaginación es el límite”. La producción de cintos es el fuerte en Colotlán, donde existen alrededor de cuarenta talabarterías, aparte de los obradores caseros no establecidos.
En conjunto producen alrededor de diez mil cintos por mes, la mayoría de los cuales se venden en ferias y en tiendas a todo lo largo del país. Una buena cantidad, sin embargo, se exporta a los Estados Unidos, donde existe una gran demanda entre la comunidad latina. Asimismo, en nuestro trajinar por los caminos de México nos ha tocado ver a los vendedores ambulantes ofreciendo estos productos, en particular en la carretera Central, justo en el crucero con San Luis de la Paz y Dolores Hidalgo, en Guanajuato. Estos comerciantes nos dicen que los cintos piteados a mano vienen de Colotlán, y que los industriales, aquellos hechos a máquina y con hilo, los traen de Guadalajara; los primeros, por razones obvias, son más caros. Vale decir que elaborar un cinto bordado a mano es un trabajo bastante arduo que toma ocho días, a razón de seis horas diarias. Primero se traza la baqueta en tallas. Después se corta en tiras, se le da cuerpo y brillo, se graba el dibujo o diseño con un cincel y se enmanta. Una vez lista, se empieza el bordado, que es la tarea más difícil y, por ende, la mejor retribuida.
A máquina, el bordador pone el forro en el reverso del cinto, luego recorta y da el acabado a mano. Finalmente otra persona agrega el broche, la hebilla y el pasador hasta dejarlo listo para su venta. Con la piel sobrante se elaboran fundas, broches, aretes, prendedores (todo cuesta y no hay que desperdiciar material). La gama de herramientas es notable por sí misma. El dibujante cuenta con cinta de medir, cincel, cuña, cuchilla, rayador y compás. El bordador con alesna, piel, manta y pita, y el punteador con palillo de mezquite, el cual sirve como sacabordados, punto y maceta. Amén de que a nadie le falta su mesa de trabajo, piedras de afilar y regladores.
De todos los trabajos de piteado, el más difícil, según Edmundo, es el alamar doble, el cual es algo así como el tipo barroco del piteado. El mismo Edmundo dice: “Este es un trabajo tan especializado que casi nadie lo hace fuera de Colotlán. Claro que hay algunos piratas en otras ciudades, pero ellos tejen con hilo, copiando nuestros diseños. Aun así el conocedor nunca se deja engañar porque la pita es única. En el Museo del Prado en Madrid, España, se exhiben varios cintos, lo que es un gran honor para todos nosotros”. En fin, después de conocer el interesante proceso del piteado, observamos con más detalle los cintos que la gente porta, y cuando vemos uno piteado decimos para nosotros mismos: “Ah, ese es de Colotlán, aquel simpático pueblo del norte de Jalisco”.
SI USTED VA A COLOTLAN
Salga de la ciudad de Zacatecas por la carretera núm. 54 hacia Mal Paso, una vez allá tome a la derecha rumbo a Jerez de García Salinas, de ahí siga la carretera federal núm. 23 a Guadalajara, y 76 km más adelante llegará a la ciudad de Colotlán, que cuenta con todos los servicios, incluyendo un hotel de 4 estrellas. Hay una feria anual que se lleva a cabo del 1 al 8 de mayo, durante la cual se hace una gran exposición del arte del piteado por cuenta de las talabarterías. Los jueves y domingos por la tarde el comercio está cerrado.
Fuente: México desconocido No. 275 / enero 2000
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