El arte popular oaxaqueño, un mundo aparte
Sintetizar en unas cuantas líneas la riqueza cultural de Oaxaca es un reto casi insuperable si tomamos en cuenta que se trata del estado étnicamente más diversificado del país, y que gran parte de sus tradiciones se remontan a la época prehispánica.
Su riqueza colonial está considerada como una de las más importantes del continente americano, y la diversidad de sus manifestaciones de arte popular lo coloca en el primer lugar dentro de la República Mexicana. La historia prehispánica de Oaxaca se remonta aproximadamente al 1 600 a.C. y es posible que sus inicios hayan tenido lugar en el Valle de Etla. Las zonas altas cayeron bajo el dominio olmeca hacia el 900 a.C., lo cual sería determinante para su desarrollo cultural.
Del extraordinario florecimiento multicultural del territorio de cerca de 100 000 km2, sólo dos culturas lograron llegar a su máximo esplendor: la zapoteca y la mixteca. Monte Albán fue la metrópoli más relevante de la primera junto con las ciudades de Yagul, Dainzú, Zaachila y Lambityeco; en tanto que Mitla es el mayor ejemplo de la segunda. Además de sus tesoros artísticos, la mayor riqueza de Oaxaca reside en su gente, que mantiene vivas innumerables tradiciones y una de las más importantes producciones de arte popular.
Danzas como la de la Pluma y la Zandunga, celebraciones de santos patronos, cambio de autoridades civiles, bodas, fiestas de muertos y el carnaval, convierten al estado de Oaxaca en una festividad permanente, pero es, sin duda, el famoso “Lunes
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