El cine religioso en México
Había pasado la época del asombro ("La llegada del tren") y la del divertimento ("El inquilino diabólico") y las salas estaban saturadas con la imagen de Porfirio Díaz, fue entonces cuando Carlos Mongrand realizó "Entrada a una boda en una iglesia" (1899) y el cine religioso apareció en México.
El año siguiente, Salvador Toscano filmó «Saliendo de la Catedral» y los hermanos Becerril rodaron «Salida de misa de 12 de la parroquia de Orizaba». Como las «entradas» y «salidas» de las iglesias empezaron a dejarle de interesar a los cinéfilos la empresa Films Colonial financió el rodaje, en 1917, de «El Milagro del Tepeyac» en la que un público ingenuamente sorprendido descubrió que Gabriel Montiel y Beatriz de Córdova, podían ser o parecerse a Juan Diego y a la Virgen María respectivamente.
En los principios de cine hablado -1933- la revista Cine Mundial anunciaba que la pantalla se estremecía al proyectarse «La Cruz y la espada», cinta realizada en Hollywood, en la que se narraba la historia del hermano Francisco (José Mojica hablando español) quien dejaba de predicar en su comunidad porque se enamoraba de la prometida de su mejor amigo. El castigo que el franciscano recibía era una puñalada desviada en la palma de su mano.
Dos años después, en México, Juan Bustillo Oro dirigió «Monja, casada, virgen y mártir», éste más tarde explicaría: «rendí mi ánimo a viejas rencillas, las que nacieron en el hogar y se ahondaron en la escuela. Medraban en mí no contra la iglesia propiamente, sino contra el Tribunal del Santo Oficio».
También en México y con una diferencia de pocos meses se rodaron «La Virgen Morena», en agosto del 42 y «La Virgen que forjó una patria», en octubre de ese mismo año. La interpretación de José Luis Jiménez, Juan Diego en «La Virgen Morena», le valió el muy publicitado elogio del entonces arzobispo don Luis María Martínez quien declaró a la prensa: «Puedo asegurar que la suya es la encarnación más fiel, más espiritual y más semejante, físicamente, a nuestro ideal cristiano».
Por su parte, Julio Bracho, siempre preocupado por la culturización, aprovechó como imagen de fondo la Guadalupana, para ofrecernos en «La Virgen que forjó una patria», un fragmento de nuestra historia a través del argumento de René Capistrán Garza que nunca ocultó su simpatía por los cristeros. Como la popularidad de Ramón Novarro, el actor central de la película era ya cosa del pasado, pocos espectadores se acercaron a la taquilla para confirmar si realmente la virgen de Guadalupe había forjado algo.
Posteriormente su «fabricada mística» le significó a José Luis Jiménez seguir catequizando en la película «San Francisco de Asís», mientras los actores españoles José Cibrián y Enrique Rambal se disputaban el honor de ser -uno de los dos-, el que mejor declamaba aquello de «El que esté limpio de culpa que arroje la primera piedra», Cibrián lo hacía en «Jesús de Nazareth», Rambal en «El Mártir del Calvario».
En cuanto a la película de San Felipe de Jesús «El Divino Conquistador», ya que Ernesto Alonso -el mártir de la historia-, todavía no había sido bautizado como «el señor telenovela», al igual que los productores de la cinta, se sentó a esperar, inútilmente, que «la higuera reverdeciera».