El día que me conquistó el chocolate de agua
Hay amores fugaces, pero que quedan grabados en el recuerdo para siempre. Así me pasó cuando probé por primera vez el chocolate de agua de Cholula.
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Fue un amor de juventud y de esos que no se olvidan. Tenía tan sólo 14 años cuando lo conocí. Era una tarde nublada de sábado. Mis papás, mi hermana mayor y yo habíamos ido a Tonantzintla, en Cholula, para conocer la que nos habían dicho era la iglesia más barroca de todo México.
Llegamos a la Iglesia de Santa María Tonantzintla. Ahí, antes de entrar al atrio lo vi, pero aparté mi mirada rápidamente y seguí a mi familia, que emocionados iban al encuentro de lo que es la “máxima expresión del barroco indígena”.
Aunque me quedé con gran curiosidad de saber quién era ése que robó mi mirada, la majestuosidad de esta pequeña iglesia había acaparado mucho mi atención, tanto, que por unos minutos lo olvidé.
A la salida no resistí más y corrí a su encuentro. Moría por sentirlo en mis labios; tal vez eran aquellas emociones de juventud que te hacen emocionarte de maneras inesperadas.
Bastaron solamente un parte de minutos para que su suave espuma besara mis labios; fue frío, pero dulce e inolvidable. Fue la sensación más placentera y sutil que jamás había experimentado. No sabía qué pensar, la cabeza me daba vueltas, me sentía cerca de los dioses; fui feliz.
El gusto me duró muy poco, en menos de lo que me di cuenta esas burbujas de chocolate se esfumaron. Pasaron muchos meses hasta que volviera a encontrarme con él. Fue en el Mercado de Cholula nuestro rencuentro y de ahí en adelante, no pude olvidarlo.
¡Qué delicioso Xocolátl probé aquella vez en Tonantzintla! Dicen que las personas son las que te roban el corazón, pero el mío estaba destinado a pertenecer al cacao. Han pasado más de 15 años desde que lo probé por primera vez y todavía hoy recuerdo ese momento en que lo sentí entre mis labios.
Con el pasar el tiempo me enteré que el chocolate de agua era una bebida prehispánica originaria de Cholula y que le llamaban “el elíxir de los dioses” la cuál está preparada con cacao, maíz amarillo y azúcar. Fue entonces que entendí el poder que tuvo sobre mí.
Lo que más llamó la atención de este elíxir fue su consistencia, pues es como si tomaras un pedazo de nubes. Las cholultecas que lo preparan, utilizan el molinillo de manera tan rápida que logran que del agua fría combinada con el cacao y el maíz molido nazca la espuma; es alquimia pura, como también lo es el amor.
Desde entonces le profeso un amor incondicional a esta bebida que conocí desde corta edad, y cada que puedo viajo a Cholula a reunirme con quien considero mi primer amor: ¡Xocolátl, xocolátl, xocolátl!
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