El mito del Quinto Sol o de cómo surgió la humanidad según los mexicas
Conoce la historia del Quinto Sol, aquel mito mexica que explica cómo nació el ser humano tal y como lo conocemos ahora.
Nos lanzamos a Papantla y nos encontramos con Nuria García, una extraordinaria guía que, como parte de la Faroleada Papanteca, nos llevó a conocer los lugares más emblemáticos de este Pueblo Mágico.
Entre ellos nos encontramos con el kiosco del parque principal. Este lugar destaca por tener en su interior un extraordinario mural del artista Teodoro Cano. La obra se llama La Destrucción del Hombre y, como si fuera un bello códice, nos cuenta el mito del Quinto Sol, el cual te compartimos en los siguientes párrafos.
El mito del Quinto Sol
Al principio de los tiempos, cuando nada era como lo conocemos ahora, estaban los dioses mexicas reunidos alrededor del sol. Entonces decidieron hacer al mundo y que en él habitara el ser humano. En ese momento dieron vida a un ser humano gigantesco y también crearon a Ocelotonatiuh, el sol hecho de tierra.
Aquellas criaturas medían 7 metros de altura. Sus cuerpos eran lentos y sus movimientos muy torpes. Se dice que se caían con mucha frecuencia y, como ya no podían levantarse, ahí agonizaban y se morían.
Por ello, después de casi 700 años, los dioses decidieron destruirlo pues se dieron cuenta que, debido a su tamaño, no era un ser bueno ni inteligente. De esta manera, Quetzalcóatl, una de las deidades involucradas, dijo que aquella cosa no era digna de los dioses así que derribó al sol.
El sol, como era de tierra, se cayó y con él hubo numerosos terremotos. Se hicieron hoyos gigantescos que se tragaron a los humanos. Nadie sobrevivió excepto aquellos que fueron capaces de convertirse en flores y plantas.
Una serie de intentos que parecían interminables
A pesar de que el primer intento resultó un fracaso, los dioses mexicas volvieron a intentarlo. Aunque, esta vez, crearon a Ehecatonatiuh, sol de viento. Aún así, después de otros –casi– 700 años, volvieron a destruirlos.
Una vez más derribaron al sol. Con ello se desataron vientos tan fuertes que aniquilaron a todos los hombres pues los arrojaban contra las montañas y los árboles. Sin embargo, pudieron sobrevivir aquellos que se convirtieron en monos y simios.
Tiempo después, cuando los dioses volvieron a calmar su ira y desprecio, volvieron a intentarlo. Esta vez crearon a Atonatiuh, sol de agua. No obstante, después de hacerlo, las deidades se pelearon entre sí y terminaron por derribar al tercer sol.
Entonces inició un largo periodo de tormentas y lluvia. El diluvio duró cuarenta días y cuarenta noches en las que todas las cosas se llenaron de agua. Esta vez solo pudieron sobrevivir aquellos que lograron transformarse en peces.
Posteriormente, los dioses hicieron las paces y reanudaron su labor. Fue así como. a base de fuego, hicieron a Quiauhtonatiuh, es decir, el Quinto Sol. Sin embargo, como si se tratara de un ciclo terriblemente interminable, las deidades volvieron a pelearse y, una vez más, hicieron que sus creaciones se extinguieran.
El fuego del sol cayó sobre la Tierra, emergieron los volcanes y se quemaron todos los hombres. Pasaron las décadas y quizá siglos hasta que las entidades divinas se propusieron volver a crear al hombre.
Sin embargo, ya no tenían huesos para hacerlo, solo quedaban cenizas. Intentaron darle vida con eso pero les fue imposible porque los humanos salían débiles y morían con gran facilidad.
Entonces Quetzalcóatl recordó que Mictlantecuhtli tenía el último hueso existente. Sin tener otra opción, la Serpiente Emplumada decidió descender al inframundo y pedirle aquella valiosísima pieza al dios de la muerte.
A pesar del poder de Quetzalcóatl, el dios del inframundo se negó. En ese momento se desató una terrible pelea entre las deidades y, en medio de la batalla, el hueso se cayó y se rompió en dos.
Después de llegar a un acuerdo, Mictlantecuhtli y Quetzalcóatl decidieron que cada quien se quedara con una parte del hueso.
Fue así como la Serpiente Emplumada regresó con los otros dioses y entonces surgió el hombre tal cual lo conocemos, un hombre que ya no necesita de dioses que lo destruyan porque, como nos dijo Nuria, se destruye a sí mismo.