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El Santuario de Mapethé (Hidalgo)

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El Santuario de Mapethé (Hidalgo) fifu

Olor intenso a flor de manzanilla, mezcla de antiguas esencias de cedro, mezquite y enebro; Ia profunda veneración aI señor de Santa Teresa, una hermosa Ieyenda y una comunidad digna, nacida de Ia minería, Ia forja y el tejido.

Es en el pueblo de Santuario Mapethé donde profesores y alumnos de Restauración encontraron un ejempIo idóneo para Ia realización de un proyecto académico de formación, investigación, aplicación y reflexión, dentro de Ias diversas especialidades que integran Ia labor de restaurar una obra de arte. Entre Ios cerros de San Juan, Las Minas, EI señor y EI Calvario, se impone el santuario al senor de Mapethé. AI pueblo en el cual se ubica, antiguamente Ilamado Real de Minas deI Plomo Pobre, se accede por Ia carretera rumbo a Ixmiquilpan, al norte de Ia cabecera municipal deI Cardonal, en el estado de Hidalgo. La importancia que tiene el santuario en Ia región sólo es comprensible si hacemos una revisión, por a hora general, de Io que ha sido su historia a través deI tiempo. Ello nos marcará Ia pauta de su permanencia hasta nuestros días y nos permitirá comprender el actual empeño comunitario en conservar su antigua tradición espiritual.

La historia, en parte leyenda, da inicio cuando el acaudalado español Alonso de Villaseca trajo de los Reinos de Castilla, hacia 1545 aproximadamente, Ia talla de un Jesucristo Crucificado que llevó a Ia humilde capilla de Mapethé. Ésta, al ser construida con materiales perecederos, al paso deI tiempo se deterioró irremediablemente, lo cual ocasionó su paulatina destrucción. Para 1615, debido a su aspecto ennegrecido, desgarrado y Ia cabeza con un faltante, el arzobispo don Juan Pérez de Ia Cerna consideró conveniente Ia destrucción total deI Cristo: el calcinante fuego o el bendito entierro no hicieron mella en la santa imagen.

Hacia 1621 apareció en la región un huracán que destruyó la mitad del techo de la capilla; cuando la comunidad acudió al lugar a observar el hecho se encontró con que el Cristo flotaba en el aire y habíase desprendido de su Cruz para “en luego” regresarse a enclavar en ella. Gemidos y ruidos extraños decía la gente que provenían de la venerable capilla. Intensa sequía padeció Mapethé, ocasionando la muerte del ganado y la pérdida de los pastizales. El vicario del lugar propuso entonces realizar una procesión rogativa con la imagen de Nuestra Señora, pero Ios vecinos aclamaron a una voz: “¡No, con el Cristo!” Aquél se resistió argumentando Ia apariencia indecente, negra y casi sin cabeza de Ia escultura, aunque finalmente, ante Ia insistencia, el cura debió aceptar Ia petición. La rogativa se hizo con muchas lágrimas y devoción: “iY Ia veneración se encuentra más allá de Ia obra puramente material!”.

Se dice que ese mismo día cerró el cielo Y por 17 más Ia Iluvia cayó sólo sobre 2 Ieguas alrededor deI Real de Minas deI Plomo Pobre. Milagros ocurrieron, y fue el día miércoles 19 de mayo de ese mismo año, cuando de manera misteriosa el Cristo se renovó sudando agua y sangre. Ante su propia incredulidad, el señor arzobispo decidió enviar a un visitador y a un notario, quienes posteriormente verificaron el hecho de Ia divina transfiguración. Observando que el lugar donde permanecía Ia imagen no era el adecuado, el virrey ordenó se Ilevara a Ia ciudad de México.

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Refiere Ia Ieyenda que el Cristo no quería salir deI Real de Minas, pues Ia caja en donde había sido depositado para su traslado se hacía imposible de cargar debido a su gran peso. Entonces el vicario prometió que si Ia imagen Ilegara a estar incómoda en su destino, el mismo Cristo lo expresaría y ello devolvería a su santuario. Aun así, Ios mapethecos y comarcanos se opusieron, y después de un enfrentamiento armado Iograron rescatarlo durante el trayecto, Ilevándolo al convento cercano de San Agustín en Ixmiquilpan; ahí, el padre provinciano entregó al visitador y al vicario así encomendados. En su peregrinar hacia México Ia santa imagen concedió infinidad de prodigios a los pueblos por su paso. Finalmente el crucifijo fue depositado en el convento de San José de Ias Carmelitas Descalzas, lugar en el que se conoce actualmente como el Santo Señor de Santa Teresa. En Santuario, aquella veneración no claudicó; era tal el gentío que acudía al lugar, que para el año de 1728 se hizo Ia petición, ante el virrey Marqués de Casafuerte, de reedificar Ia deteriorada iglesia:

Aquel Santuario es digno de Ia mayor atención. En él se hizo Ia espantosa renovación del Santo Cristo que hoy veneramos en el convento de Santa Teresa. Debe por tanto estar poblado, así para que cuiden del templo como para que haya quienes presten culto a un lugar que Ia Divina Providencia quiso distinguir con tantos portentos y milagros.

Las Iimosnas y Ia entregada participación de aquella comunidad que prometió “[…] a su propia costa, sudor y trabajo personal, de asistir en dicha iglesia por ser el lugar donde se vio palpablemente obrar aquellos tan portentosos milagros” fue lo que hizo posible Ia construcción de Ia iglesia que actualmente apreciamos.

De México fue enviada una copia deI Cristo original, por lo cual debieron fabricarse magníficos altares que correspondieran con Ia centenaria devoción. EI bachiller don Antonio Fuentes de León fue quien donó el dispendio para Ia construcción de los cinco retablos interiores deI templo de Mapethé. Entre los años de 1751 y 1778 se realizó esta obra monumental, que se inserta dentro deI momento artístico deI barroco. En Ias maderas talladas y estofadas, en Ia mezcla de esculturas y lienzos pintados podemos observar un discurso iconológico netamente jesuita.

Desde aquella época hasta Ia fecha, Ia peregrinación otomí en honor al Señor deI santuario de Mapethé se realiza Ia semana deI quinto viernes de cuaresma. Los peregrinos que por primera vez visitan el santuario, son acompañados de padrinos para adquirir Ias coronas de flores, mismas que colocan en Ia cabeza de sus ahijados para presentarlos ante el Santo Cristo. Posteriormente, Ias depositan en Ia cruz deI atrio o Ias Ilevan a Ia cruz deI cerro DeI Calvario, Ilamado cariñosamente “EI cielito”. En la víspera del quinto viernes se efectúa Ia procesión deI Cristo por Ias calles principales, con ceras encendidas, elevando plegarias, cánticos, en medio de Ia música, el repique de campanas y el estruendo de Ios cohetes.

Por acuerdo entre Ias mayordomías de Ia región, el miércoles siguiente al quinto viernes se realiza Ia “bajada ” de Ia imagen al pueblo deI Cardonal, en donde permanece tres semanas, para Iuego Ilevar a cabo Ia “subida” de Ia misma, rumbo a su santuario. Mediante oraciones, ofrendas florales y ceras encendidas se suplica Ia cura de Ios males y Ia bonanza agrícola. A Ia entrada de ambas poblaciones se descubre al Cristo, y es recibido por Ias vírgenes de Ia Purísima Concepción en Cardonal ypor Ia de Ia Soledad en Santuario.

EI arribo a Santuario

Enlace entre el pasado y el porvenir-tradición centenaria que Ia gente deI lugar Ileva consigo-, el puebIo de Santuario Mapethé nos recibe (a profesores y aIumnos de Ia EscueIa de Restauración) deseoso de que conozcamos su entrañabIe tesoro. Desde hace ya algunas décadas, Ios Iugareños se han venido organizando en distintos comités en pro deI mejoramiento comunal; uno de eIIos ha sido el encargado de ver todo Io relacionado con el buen mantenimiento de Ia igIesia y de Ias obras que se encuentran en su interior. Cuando Ilegarnos, Ia junta vecinal ha dispuesto todo lo necesario para nuestro alojamiento y también para Ia iniciación de los trabajos de restauración en uno de los cinco retablos barrocos de Ia iglesia. EI maestro carpintero del lugar ha construido una fuerte tarima en donde se procederá a montar un andamio acorde con Ias dimensiones -12 m de alto por 7 m de ancho- del mencionado retablo. Doña Trini, Ia cocinera, tiene ya preparado un sabroso aImuerzo para el grupo, en total veinte. Alumnos y voluntarios de Mapethé construyen Ia pesada estructura tubular, bajo Ia supervisión de Ios profesores. Una vez estabIe, procedemos a distribuir Ias diversas tareas: aIgunos llevarán a cabo un minucioso examen acerca de Ia construcción deI retabIo, desde su soIución estructuraI hasta Ia apreciación de Ias finas capas decorativas; otros reaIizarán eI detallado registro fotográfico, tanto de Ia tecnoIogía de manufactura original como de Ios diversos deterioros presentes en Ia obra, y eI resto inspeccionará eI retabIo, en cuanto a su estado de conservación, para detectar y diagnosticar Ias causas de Ios daños existentes, y después discutir y proponer, en conjunto, Ios tratamientos de restauración a efectuarse.

Iniciamos el ascenso: a quienes Ies da miedo Ia altura, se Ies asigna trabajar en Ia predela y el primer cuerpo deI retablo; Ia mayoría sube hacia el segundo cuerpo y el remate, eso sí, con sus cinturones y cuerdas de seguridad bien puestos. Introducirse en Ia parte posterior deI retablo -en donde el polvo de siglos te envuelve de pies a cabeza- permite descubrir Ios detalles de Ia construcción: observar Ios sistemas de sujeción, Ios ensambles, los bastidores, en fin, Ia compleja estructura hecha en madera para resolver el complicado estilo deI barroco estípite.

Cuando se fabricó este retablo, cayeron hacia Ia parte posterior algunos elementos tallados y el brochuelo deI artífice revocador, aún impregnado deI blanco de España, los cuales, por supuesto fueron ahora rescatados para ser conservados. Lo mismo se hizo con las páginas de un misal de Ia época y estampas religiosas grabadas que alguien-quizás algún devoto- introdujo en el interior deI retablo.

En su lado anterior existen muchas tallas desprendidas, cornisas que han cedido a los movimientos tectónicos, cajas desajustadas y estructuras con amarres provisionales fuera de su sitio original. Así mismo, encontramos Ia huella de Ia achuela que desbastó Ia madera, Ia gubia que delineó Ia talla más fina, Ia raedera que preparó Ia superficie para recibir Ia “imprimatura “, el diseño inciso para definir elementos pictóricos. Mediante estos objetos podemos percibir, aun con siglos de por medio, Ia presencia deI carpintero y el ensamblador dedicados a Ia “carpintería de Io prieto”; deI entallador artífice de Ia “carpintería de Io blanco”; deI encarnador, pintor y estofador. Todos ellos a través de estos vestigios nos explican Ia confección de su creación. La participación conjunta de varios artistas para realizar un retablo ha hecho suponer Ia razón deI porqué este tipo de obras no se encuentren firmadas. La única fuente de su atribución como taller son Ios contratos hallados en archivos, pero hasta el momento no se han localizado Ios correspondientes a Santuario.

Los profesores de Ias áreas científica y humanística indican a Ios alumnos Ios procedimientos para realizar sus respectivas investigaciones. Primero se toman pequeñas muestras deI soporte y de Ia estratigrafía de Ias capas de- corativas para posteriormente, en el laboratorio, realizar Ios estudios que permitan identificar Ias técnicas y Ios materiales empleados. Por su parte, Ia profesora de historia proporciona Ia bibliografía necesaria para Ilevar a cabo el estudio iconográfico y estilístico deI retablo.

Desde Ia madrugada se oye el martilleo de Ia forja en el pueblo; Carlos y José se Ievantan a Ias 6:00 de Ia mañana para acudir a Ia fragua de don Bernabé, pues necesitamos varios clavos de hierro foriado para reforzar Ia sujeción deI remate deI retablo al muro. Los alumnos y el herrero hacen Ias resistentes alcayatas requeridas para el caso. Don Bernabé, presidente deI comité, asiste con regularidad para observar los trabajos en el retablo.Muchos son los curiosos que se acercan a preguntar sobre nuestro quehacer, y algunos de ellos, los más diestros, se incorporan para, bajo Ia supervisión de los profesores, iniciar con los alunmos el delicado proceso de limpieza deI rico dorado. Infinidad de pequeiíos desprendimientos de Ia capa que recubre Ia madera tallada han ocasionado “escamas” que deben bajarse y fijarse una por una… La labor es lenta, requiere de extrema atención y cuidado. Todo mundo comprende y entiende que restaurar una obra implica conocimiento, experiencia, habilidad y amor por lo que significa el objeto. EI carpintero local nos auxilia en Ia fabricación de algunos elementos de madera para reponer los ya perdidos en el retablo; por otro lado, informamos a Ia comunidad sobre Ia necesidad de construir un mobiliario que albergue Ia gran cantidad de objetos, como son los fragmentos de tallas correspondientes a los demás rétablos, piezas de orfebrería, textiles eclesiásticos, estructuras exentas y demás piezas, que por ahora están en completo desorden.

Simultáneamente, se organiza un grupo para realizar un inventario de toda Ia obra localizada en el sitio, como un primer paso de lo que significa Ia conservación preventiva. Aquí, Ia comunidad juega un papel sumamente importante. La jornada diaria termina, los muchachos se dirigen a Ia casa de doña Trini a merendar ricas empanadas y un atole especialmente preparado para los días de intenso frío en Santuario. La comunidad ha proporcionado los alimentos y se ha despojado temporalmente de algunas habitaciones para que los alumnos practiquen y aprendan, Ios profesores enseíien y reflexionen. La integración entre Ia Escuela y Ia comunidad se ha dado; el dar y recibir cotidiano se ha obtenido: Un retablo, bella obra artística, ha sido restaurado.

La imagen religiosa sigue viva a través de Ios siglos: testigo de ello son Ias ofrendas de mechones de cabello cortado, Ias ceras permanentemente encendidas, Ios innumerables “milagritos”, exvotos, fotografías descoloridas, coronas, guirnaldas y ramilletes hechos con Ia flor de manzanilla…el perenne aroma de Santuario. Es como yo recuerdo Santuario; gracias a su historia, gracias a su comunidad.

Fuente: México en el Tiempo No. 4 diciembre 1994-enero 1995

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