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Arte y Artesanías

El Sarape

El Sarape fifu

El sarape, una de las prendas de la indumentaria tradicional masculina mexicana, encierra en su elaboración, distribución, comercialización y uso, no sólo aspectos socioeconómicos y tecnológicos particulares, sino también las vivencias del mundo en que se hallan inmersos los tejedores, reflejadas a través de los diseños y motivos de sus tejidos.

La historia del sarape puede seguirse a través de la producción textil del algodón y de la lana, materias primas con las que se manufactura, al igual que por su presencia constante en el ajuar masculino.

Esta prenda se elabora en diversas regiones del país, y por ello se le designa con diferentes nombres; los más usuales son tilma, gabán, chamarro, jorongo, cotón, cobija y frazada.

El sarape es un atuendo singular que amalgama las tradiciones mesoamericana y europea del tejido. De la primera toma el uso del algodón, tintes y diseños; de la segunda, el proceso de preparación de la lana hasta el montaje del telar; su desarrollo y florecimiento se dio a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cuando se elaboraron con una calidad sorprendente (por la técnica, colorido y diseños empleados) en multitud de talleres de los actuales estados de Zacatecas, Coahuila, Guanajuato, Michoacán, Querétaro, Puebla y Tlaxcala.

En el siglo pasado fue la prenda inseparable de peones, jinetes, charros, léperos y gente del pueblo. Estos cotones manufacturados en forma doméstica, contrastan con los lujosos sarapes que lucen los hacendados y los caballeros en las fiestas, en los saraos, en los paseos de la Viga, en la Alameda, tal y como han sido descritos y pintados por artistas, viajeros nacionales y extranjeros, que no pudieron escapar al embrujo de su colorido y diseño.

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El sarape acompaña a los insurgentes, chinacos y plateados; viste a los patriotas en Ia guerra contra el invasor estadounidense o francés; es prenda de los liberales, de los conservadores y de los adictos al emperador.

En Ia lucha de los revolucionarios es bandera, refugio en el campamento, sudario de los que caen en el campo de batalla. Símbolo de Ia mexicanidad cuando Ia reducción simplista es necesaria: con sólo el sombrero y el sarape se define lo mexicano, dentro y fuera de nuestras fronteras.

EI sarape, equivalente masculino deI rebozo en Ias mujeres, sirve de abrigo, como almohadilla, cobija y cubrecama en Ias noches frías de montañas y desiertos; capote improvisado en los jaripeos, gabán protector para Ia Iluvia.

Por Ia finura de su técnica de tejido, su colorido y diseño, se le porta con elegancia ya sea a pie o a caballo. Doblado sobre el hombro adorna al que baila, esconde Ia palabra amorosa de los enamorados, los acompaña en Ias serenatas; es presente para Ias novias y cuna para el niño.

AI popularizarse el uso de Ia ropa de producción industrial, el sarape se desplaza de Ia ciudad al campo, a lugares donde los charros y los jinetes lo lucen y donde los viejos se resisten a abandonarlo. En Ias ciudades adorna los muros y los pisos; vuelve acogedoras Ias casas donde se elige como tapiz o alfombra, y sirve para dar ambiente a Ias fiestas y «noches mexicanas». Es, en fin, parte de Ia indumentaria de bailarines y de mariachis que en Ias plazas acompañan Ias madrugadas de quienes festejan un acontecimiento, o tal vez, olvidan un desengaño.

Actualmente pueden confeccionarse de manera industrial con maquinaria muy sofisticada, o en talleres donde los artesanos laboran en telares de madera, y en forma doméstica, en telares de cintura. Es decir, junto a Ia producción fabril en serie y alta división deI trabajo, Coexisten otras formas artesanales y familiares que aún conservan Ia antigua manufactura deI sarape.

Los productos se reconocen por su técnica, diseño y calidad, y se destinan a un diferente mercado, ya sea local, regional o nacional. Por ejempIo, el sarape multicolor que se produce en Chiauhtempan y Contla, Tlaxcala, es pieza básica en Ia indumentaria de los «Parachicos», danzantes de Chiapa de Corzo, Chiapas. Los jorongos se venden al turismo dentro y fuera del país en Ias tiendas especializadas en artesanías mexicanas. Su precio depende tanto de Ias formas de elaboración como de Ias materias primas empleadas en su tejido.

Por su presencia en Ia indumentaria masculina, tanto a través de Ia historia como de Ia geografía textil de nuestro país, los investigadores de Ia Subdirección de Etnografía del Museo Nacional de Antropología se dieron a Ia tarea de recolectar jorongos de diversos estados de Ia República, elaborados en comunidades de antigua tradición textil o en lugares donde los migrantes reproducen las formas de trabajo propias de sus lugares de origen.

La colección de sarapes deI Museo Nacional de Antropología incluye una amplia gama de técnicas de manufactura y de estilos; cada uno tiene características que permiten reconocer de dónde proviene. Por ejemplo, los listados multicolores nos hacen pensar en los tejidos de SaltiIlo, Coahuila; Aguascalientes; Teocaltiche, Jalisco, y Chiauhtempan, Tlaxcala. La labor complicada en el tejido nos remite a San Bernardino Contla, Tlaxcala; San Luis Potosí; Xonacatlán, San Pedro Temoaya y Coatepec Harinas, Estado de México; Jocotepec y Encarnación de Díaz, Jalisco; Los Reyes, Hidalgo; Coroneo y San Miguel de Allende, Guanajuato.

Los tejedores que copian retratos y paisajes en los gabanes laboran en Guadalupe, Zacatecas; San Bernardino Contla, Tlaxcala; Tlaxiaco y Teotitlán deI Valle, Oaxaca. En este último lugar y en Santa Ana deI Valle, Oaxaca, usan además fibras teñidas con colorantes naturales y reproducen pinturas de autores famosos.

Es común que el sarape elaborado en telares de cintura conste de dos lienzos tejidos, Ios cuales son unidos con tal maestría que semejan uno, aunque Ios que se hacen en telares de estacas son de una pieza. Si bien se traman sarapes de dos partes en telares de pedales, por Io general en esta máquina se hacen tejidos de una sola pieza. En este caso, al jorongo se le hace una abertura por Ia que pasa Ia cabeza y se desliza el lienzo hasta Ios hombros. Esta área y Ia parte baja deI gabán es Ia preferida para hacer Ios diseños más elaborados. Las puntas van enrolladas; en algunos lugares acostumbran anudarIas, y en otros les agregan una orla tejida a gancho.

En Ia producción de sarapes, en Ias diferentes etnias deI país conservan muchos elementos tradicionales en el proceso de hilado, teñido y tejido de Ia lana o deI algodón, en los diseños y en los instrumentos de trabajo. De hilado fino en lana son los sarapes de los coras y huicholes, al igual que los elaborados en Coatepec Harinas y Donato Guerra, Estado de México; Jalacingo, Veracruz; Charapan y Paracho, Michoacán; Hueyapan, Morelos, y Chicahuaxtla, Oaxaca.

Los de San Pedro Mixtepec, San Juan Guivine y Santa Catalina Zhanaguía, Oaxaca, son de lana y chichicaztle, fibra vegetal que proporciona a los jorongos un color verde y una textura más gruesa y pesada. En Zinacantán, Chiapas, los hombres usan un cotón pequeño (colera), tejido con hilos de algodón blanco y rojo, adornado con bordados multicolores.

El telar de cintura es relevante entre Ias mujeres tejedoras tzotziles, tzeltales, nahuas, mixes, huaves, otomíes, tlapanecas, mixtecas y zapotecas. Son magníficos los cotones de Chamula y Tenejapa, Chiapas; Chachahuantla y Naupan, Puebla; Hueyapan, Morelos; Santa María Tlahuitontepec, San Mateo deI Mar, Oaxaca; Santa Ana Hueytlalpan, Hidalgo; Jiquipilco, Estado de México; Apetzuca, Guerrero, y Cuquila, Tlaxiaco y Santa María Quiatoni, Oaxaca.

El telar de estacas usado por las mujeres yaquis, mayos y rarámuri en el norte del país, consiste de cuatro troncos enterrados; sobre ellos se atraviesan los maderos que permiten el armazón del tejido y la elaboración de sarapes en Masiaca, Sonora y Urique, Chihuahua.

El telar de pedales se construye, por lo general, con madera; se utiliza para hacer de mayores dimensiones con más rapidez y para repetir patrones y motivos decorativos; así mismo, permite incorporar las técnicas de la tapicería. De entre la vasta producción sarapera sobresalen además los de Malinaltepec, Guerrero; Tlacolula, Oaxaca; Santiago Tianguistenco, Estado de México; Bernal, Querétaro, y El Cardonal, Hidalgo.

El sarape de Saltillo

Se considera que a lo largo del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, se elaboraron los mejores jorongos, a los cuales se les ha denominado “clásicos” por la perfección y técnica alcanzadas en su manufactura.

La tradición del tejido en telares de pedales proviene de los tlaxcaltecas, aliados de la Corona española en la colonización del norte del país, quienes se avecindan en algunas localidades de Querétaro, San Luis Potosí, Coahuila, y en Taos, el Valle del Río Grande y San Antonio, de los actuales Estados Unidos de Norteamérica.

La existencia de latifundios ganaderos en esas regiones aseguró la materia prima y el mercado de esta prenda, que se convirtió en la indumentaria favorita de los asistentes a la feria de aquellos años en Saltillo. De esta ciudad conocida como la «Llave de la tierra adentro», los comerciantes llevan piezas únicas a otras ferias: la de los apaches en Taos y las de San Juan de los Lagos, Jalapa y Acapulco.

Durante el periodo colonial varias ciudades compiten con los sarapes que se hacen en Saltillo y, poco a poco, este nombre va siendo asociado con cierto estilo caracterizado por su excelente técnica, colorido y diseño.

Sin embargo, los cambios políticos ocurridos a partir de la Independencia trastornan toda la vida económica del país. La falta de sembrados, afecta a la ganadería, y la inseguridad en los caminos, el precio de la lana y el de los sarapes, por lo cual solo algunos caballeros pueden comprarlos y Iucirlos en Ios Paseos de Ia Villa y Ia Alameda en Ia ciudad de México. Las puertas abiertas de Ia nación permiten Ia Ilegada de muchos europeos que con ojos asombrados ven nuestras playas, paisajes, ciudades y mujeres de terracotta y ojos negros. De Ia indumentaria masculina Ies Ilamó Ia atención el policromado sarape de Saltillo, tanto, que artistas como Nebel, Linati, Pingret, Rugendas y Egerton Io plasmaron en diferentes Iienzos y grabados. Igualmente, autores como Ia Marquesa Calderón de Ia Barca, Ward, Lyon y Mayer, Io describen en Iibros y periódicos europeos y mexicanos. Los artistas nacionales no escapan tampoco a su influjo: Casimiro Castro y Tomás Arrieta Ie dedican varias Iitografías y Iienzos; por su parte, Payno, García Cubas y Prieto Ie consagran varias páginas.

En Ia Iucha por Ia separación de Tejas (1835), Ios soldados mexicanos Ilevan sarape sobre sus raídos uniformes, que contrastan con Ios de sus dirigentes, como el que usa y pierde el general Santa Anna. Esta fecha y Ia de Ia guerra contra Estados Unidos (1848), sirven para datar con seguridad algunos estilos deI sarape, y Ios elementos en el diseño permiten trazar una línea evolutiva a través de Ios siglos de Ia Colonia. La citada contienda parece delimitar el auge de Ia producción de Ios sarapes que fueron Ilevados por Ios soldados para adornar sus casas, al igual que Ias de sus novias, hermanas y madres.

La guerra, la construcción del ferrocarril y el desarrollo de Monterrey afectan la feria de Saltillo y son factores determinantes para el ocaso de la elaboración perfeccionista de tejidos en esa ciudad.

El sarape de Saltillo sigue entonces los caminos del norte. Los navajos aprendieron a utilizar la lana y a tejer sarapes en el Valle del Río Grande, Arizona, y en Valle Redondo, Nuevo México, con la forma y el estilo de los saltillenses. Otra influencia parece encontrarse en algunos tejidos del país, por ejemplo en Aguascalientes y San Miguel de Allende; sin embargo, los elaborados en los siglos mencionados son diferentes. Los sarapes denominados de Saltillo que se hacen en varias comunidades del estado de Tlaxcala, así como en San Bernardino Contla, San Miguel Xaltipan, Guadalupe Ixcotla, Santa Ana Chiautempan y San Rafael Tepatlaxco, de los municipios de Juan Cuamatzi y Chiautempan, son de gran valor artesanal.

La belleza de la prenda que ha trascendido nuestras fronteras, lo mismo que el respeto de los mexicanos por sus costumbres, han mantenido al sarape vivo: como indumentaria útil y como símbolo de tradición.

Fuente: México en el Tiempo No. 8 agosto-septiembre 1995

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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