El Señor del Rayo y su profunda devoción en Oaxaca
El Señor del Rayo es una imagen con una enorme devoción no solo en la ciudad de Oaxaca, sino en otras poblaciones de los Valles Centrales. En esta figura de Cristo se imbrican religiosidades antiguas como modernas.
La ciudad de Oaxaca, así como los Valles Centrales, guardan un sin fin de riqueza cultural e histórica. Con tradiciones de épocas remotas, hasta una vida artística cosmopolita, nunca dejan de haber interacciones culturales intensas. Uno de los elementos más fuertes de la región es la devoción religiosa. Y para ello, no hay mejor ejemplo que el Señor del Rayo, una imagen que disfruta de una fuerte veneración en toda esta comarca.
La leyenda del Señor del Rayo
A pesar de que no hay prácticamente documentos históricos que puedan arrojar luz sobre el origen de la imagen del Señor del Rayo, hay otras fuentes de información, como la tradición oral. La leyenda dice que los frailes dominicos de la Villa de Antequera (la actual ciudad de Oaxaca), escribieron al rey Carlos I de España, solicitando la imagen de un Santo Cristo para las tareas de evangelización.
Fue así que éste envió a Oaxaca un señor crucificado en tres piezas (cruz, los brazos y el cuerpo). Se cuenta que la escultura zarpó en el puerto de Veracruz, en Coatzacoalcos, pero ante la belleza de la imagen, los nativos decidieron quedársela. Otra versión menciona que fue en Otatitlán. El caso es que dicha gente decidió apropiársela y no regresarla. Además, el Cristo se puso pesado y eso significó que ya no quería irse del lugar.
Al enterarse, el rey y emperador Carlos y su madre doña Juana, enviaron nuevamente otra imagen a la Villa de Antequera (la que sería el Señor del Rayo), la cual finalmente arribó en el año 1540, aproximadamente.
Sincretismos
Más allá de la leyenda, lo cierto es que el Señor del Rayo presenta una particularidad. De acuerdo a especialistas, dicho Cristo fue parte del primer programa artístico y devocional de la iglesia católica en Oaxaca. Tomando como base el complejo sistema religioso mesoamericano, la efigie fue el centro de unas relaciones jerárquicas con otros santos y vírgenes, como las que tenían las antiguas deidades zapotecas de la región.
La imagen vino a ocupar el sitio de la deidad de la lluvia local. En los Valles Centrales, Pitao Cocijo era el numen zapoteco vinculado a la lluvia y el rayo. Se le invocaba con diversas prácticas propiciatorias para los temporales, las cuales perduraron pero ahora en la devoción católica. El antiguo dios mesoamericano fue cristianizado, colonizado y nahualizado. Su culto se extendió más allá de la capital oaxaqueña desde inicios de la era virreinal.
Con ello, surgieron varios mitos de aparición y milagros relacionados con el Señor del Rayo, el cual es venerado actualmente en la catedral de la ciudad de Oaxaca.
La imagen
La escultura tiene como dimensión el tamaño natural de un hombre, pues mide entre 1.55 y 1.65 metros. En cuanto al color de piel, es de un tono oscuro, aunque es llamado por los fieles como un Cristo moreno; otros dicen que tiene color blanco porque vino de España.
La imagen alude al pasaje de la vida de Cristo al momento de su crucifixión. Esto significa que está colocado en una cruz con el rostro hacia abajo; sus manos y pies están clavados en la cruz. Lleva su herida a un costado, su corona de espinas y está cubierto con un taparrabo.
Devoción al Señor del Rayo
En los Valles Centrales de Oaxaca, existen cuatros santuarios con gran convocatoria regional que son visitados, sobre todo, entre febrero y marzo (es decir, la Cuaresma) y en octubre.
Las fechas de conmemoración y santuarios son: Miércoles de Ceniza y la visita al Señor de Huayapam; quinto viernes de Cuaresma y la visita al Señor de las Peñas; segundo domingo de octubre y la visita al Señor de Tlacolula, y finalmente el 23 de octubre y la visita al Señor del Rayo. Todo esto conforma un circuito de peregrinaje relacionado con el ciclo agrícola (y por ende con las lluvias) que inicia en primavera y culmina en otoño.
Es así que cada 23 de octubre, la catedral de la ciudad de Oaxaca se inunda de flores, incienso y velas. Se celebran danzas, calendas y se lleva música al Señor del Rayo. Los creyentes se sienten protegidos y acompañados por este Cristo. Es tal la devoción a él, que prácticamente es un signo de la identidad oaxaqueña, la cual incluso rebasa fronteras.
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