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Enrico Sampietro, el fino falsificador de billetes en casa del Cristo de Iztapalapa

Enrico Sampietro falsificador

En las décadas de 1930 y 1940, el mayor dolor de cabeza para las autoridades mexicanas se llamaba Enrico Sampietro, falsificador internacional que estuvo apunto de colapsar la economía mexicana con billetes falsos indetectables.

Desde el primer día que Enrico Sampietro pisó la tenebrosa penitenciaría de Lecumberri en 1937, acusado de falsificación de dólares y pesos mexicanos, se encargó de difundir entre los presos que fugarse era su más grande anhelo de vida. 

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Y como si los mismos ángeles hubieran escuchado sus ruegos, se acercaron a él integrantes de la asociación secreta La Causa de la Fe, cuyos integrantes estaban relacionados con el asesinato de Álvaro Obregón, así como con los planes para tirar al gobierno de Lázaro Cárdenas, quien a su parecer quería imponer el comunismo en México

El padre José Aurelio Jiménez amigo de Enrico Sampietro

El primer integrante de la organización que se le acercó a Sampietro fue el sacerdote jesuita, José Aurelio Jiménez Palacios, encarcelado en Lecumberri por haber bendecido la pistola con la que José de León Toral mató al manco de Sonora.

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El religioso platicó con él, descubriendo que no había cosa que a Sampietro aborreciera más que las ideas comunistas. Dicho esto le propuso el trato de ayudarlo a fugarse a cambio de que, una vez fuera, falsificara dinero para la organización cristera. La intención era que, con tanto papel moneda falso en circulación,  viniera la debacle de la economía mexicana. El malhechor aceptó. 

Billetearon a los custodios de Lecumberri para la fuga

La sociedad secreta billeteó a los custodios indicados de Lecumberri y la mañana del miércoles 20 de julio de 1938, Enrico estaba libre junto con los otros cristeros. Tras dos meses de encierro en casas de Coyoacán, Tlalpan e Iztapalapa, echaron manos a la obra a su plan: Sampietro mostró a sus socios la destreza de sus manos creando miles de copias perfectas de billetes mexicanos

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Enrico Sampietro fotografiado con placas para falsificar billetes estadounidenses y mexicanos

Con ayuda de novias y amantes, los integrantes de La Causa de la Fe, empezaron a dispersar el papel moneda apócrifo comprando en tiendas y grandes almacenes cualquier clase de artículos de lujo. El cambio en dinero legítimo que les devolvían tras cada una de sus adquisiciones eran sus ganancias, mismas que no eran poca cosa.  

Errores de la sociedad secreta La Causa de la Fe

Nadie dudaba de ellos, pues, además de que pagaban con billetes que no levantaban sospecha alguna, arribaban a los comercios bien vestidos y a bordo de autos de lujo. Pero poco a poco empezaron a cometer errores. 

Para empezar Sampietro estaba cada vez menos  agusto con las comisiones que le estaban dando por fabricar el papel moneda falso, quizá por ello la calidad empezó a bajar, además perdieron de vista que por muy buenas que fueran las piezas, sería el Banco de México el primero que daría el grito de alerta, y así ocurrió en 1941.

Enrico Sampietro, el primer sospechoso del Banco de México

El primer sospechoso para el Banco de México: Enrico Sampietro, hombre francés, pero que se hacía pasar por italiano, con muchos nombres falsos e igual número de órdenes de aprehensión en Colombia, Cuba, Venezuela y Estados Unidos.  Sabían además que el falsificador ya había estado preso en la Isla del Diablo de la Guyana Francesa, también que tenía nexos con Benito Mussolini, y que ya había falsificado dinero en México antes de 1937, razón por la que fue enviado a Lecumberri de donde se había escapado como narramos al principio de esta crónica. 

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Tras varios interrogatorios a gente de la liga cristera alguien traicionó, incluso pudo haber sido el padre José Aurelio Jiménez. Le dijeron a la policía que Sampietro estaba en casa de uno de las personas que representaban a Cristo en la escenificación de la pasión en Iztapalapa. Ahí lo aprehendieron. Lo volvieron a encerrar en Lecumberri por 13 años, tiempo tras el cual fue deportado a Marsella, Francia, su pueblo de origen. Jamás se volvería a saber de él.

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