Colola, la playa que rescata a la tortuga negra
Colola cumple 35 años de ser un caso exitoso de conservación comunitaria que está salvando a la tortuga negra del peligro de extinción por medio de acciones y concientización ha logrado recuperar cerca del 35% de la población original de tortuga negra.
OBJETIVO: Conocer la historia del campamento tortuguero de Colola y documentar las acciones que han logrado la recuperación de la población mundial de tortuga negra.
Localización: Costa oeste de Michoacán, municipio de Aquila.
Duración: 5 Días para entrevistarse con integrantes del campamento y registrar sus actividades.
Colola, la expedición
El viaje al campamento tortugero era un punto imprescindible en el itinerario de expediciones, sin embargo, llegada la temporada, aún había algunos detalles en la planeación que nos retrasaron un par de semanas más. Las últimas comunicaciones con la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo indicaban que era el mejor momento para observar el ciclo completo de reproducción, pues los nidos estaban eclosionando, las parejas de tortugas se reproducían cerca de la costa y anidaban cerca de 200 hembras cada noche.
Los recursos y su comunidad
Sin mayor duda, nos pusimos en ruta por la madrugada, una travesía de poco más de 10 horas en carretera desde la Ciudad de México hacia la costa michoacana. El nombre Colola proviene del vocablo náhuatl colotl, que significa “alacrán”. Se trata de una pequeña población perteneciente a la comunidad nahua de la región Costa-Sierra. Fue formada por los habitantes serranos que bajaron para aprovechar las tierras de la costa, los cuales siguen siendo esencialmente agricultores y fundamentan su alimentación en el maíz. La actividad pesquera es muy baja, y aunque existe una cooperativa, los habitantes no cuentan con embarcaciones propias, por lo que extraen peces, moluscos y crustáceos de forma artesanal para el consumo familiar. Su apropiación de los recursos marinos es reciente y ha ido de la mano con los académicos y estudiantes de la Universidad Nicolaita.
Un spot mundial
La playa de Colola, en conjunto con Maruata, conforman una zona que destaca ecológicamente por ser uno de los sitios más importantes de anidación de tortugas del planeta; es visitada por tres especies de tortuga marina: la tortuga golfina (Lepidochelys olivacea), la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) y la tortuga negra o prieta (Chelonia agassizii o Chelonia mydas agassizii). El dato más contundente para su protección es que el 70% de la población reproductora de tortuga negra anida en la playa de Colola. Actualmente, esta franja costera cuenta con decreto de Área Natural Protegida en categoría de Santuario Tortuguero y es considerada sitio Ramsar o humedal de importancia internacional.
Un inicio complicado
Estaba atardeciendo cuando llegamos a las instalaciones del campamento, que se ubica a unos 500 metros delante de la entrada de la población. Una vez instalados, nos dirigimos hacia el vivero en funcionamiento, una superficie de la arena cercada por malla ciclónica ubicada a medio camino entre los dormitorios y la orilla del mar. En los viveros, la gente de la comunidad siembra los nidos que colectan por la noche y la mayoría se queda en la playa. Conforme nos acercábamos comenzamos a ser conscientes de la gran cantidad de aves que rondaba el sitio, en su mayoría zopilotes y garzas bruja, localmente conocidas como huacos (Nycticorax nycticorax).
La depredación por parte de estas es una de las grandes amenazas que enfrentan las tortugas al inicio de su vida, y este grupo de aves ha aprendido dónde se concentran potenciales presas. Resulta de vida o muerte que el encargado del vivero tome su puesto cuando el sol comienza a ocultarse, pues desde ese momento algunas tortugas comienzan a asomar sus diminutas cabezas de entre la arena y es necesario colocar un pequeño corral cilíndrico que las protegerá y evitará que se dispersen. Descubrimos que los nidos de golfina tardan más tiempo en eclosionar, y que las pequeñas tortugas se muestran menos activas, tanto que parecería que se quedan “dormidas” después de excavar un poco. En cambio, la arena embullecía entre las aletas de las 70 u 80 pequeñas tortugas prietas, que ante cualquier descuido se escapaban del nido a toda velocidad.
Durante la noche, y conforme las recién nacidas emergen de entre la arena, van siendo colectadas, contadas y concentradas en grandes contenedores. Una vez que el encargado realiza el registro de alrededor de 200 crías, entrega el contenedor a su compañero, quien se desplaza en cuatrimoto hasta el fondo de la playa y las libera sobre la arena. De esta forma se busca evitar la depredación de las crías, alejándolas de la concentración de aves y de cualquier fuente de luz, por lo que al amparo de la oscuridad, las pequeñas tortugas pueden andar los últimos metros que las separan de las olas. Este trayecto es fundamental para que ellas puedan reconocer la playa y volver a ella cuando sean adultas.
Monitoreo
Cerca de las 21:00 horas acompañamos al biólogo Adrián a realizar el monitoreo a lo largo de la playa, durante el cual se contabilizan y miden a las hembras que arriban. Se realiza a pie procurando ser sigilosos y solo se utiliza luz roja para no molestarlas. A tan solo unos pasos de la salida del vivero nos encontramos con la primera prieta, sin embargo, no nos acercamos pues recién salía del agua. Para poder acercarse a la tortuga es necesario esperar a que comience a depositar los huevos, pues cualquier perturbación previa haría que la quelonia abandone dicha actividad y huya. El proceso de anidación es largo y complicado para las hembras: invierten en promedio tres horas desde que arriban a la playa hasta que regresan al mar.
Primero eligen el sitio adecuado, lo suficientemente lejos de la resaca de la ola para evitar que el nido se lave, pero aún con la humedad necesaria para que no colapse. Es así como estos animales realizan un titánico esfuerzo para desplazarse entre las dunas hasta 100 metros en promedio. Durante esas noches que presenciamos absortos cómo depositaban los huevos para después tapar el nido, observamos espesas lágrimas que escurrían de sus ojos. Al emprender el regreso nos conmovían sus fuertes exhalaciones de cansancio.
Trabajo en equipo
Nos levantamos con el amanecer del segundo día, para encontrarnos con las últimas hembras anidadoras y fotografiarlas con mejor luz. El maestro Carlos Delgado se reunió con nosotros y nos llevó a su lugar preferido, la piedra al final de la playa. Desde la cima pudimos dimensionar la magnitud del fenómeno de anidación: no alcanzamos a ver un solo espacio en la playa donde no hubiera rastro de tortuga o un montículo indicando un nido. En este escenario, el maestro nos habló sobre los 35 años de arduo trabajo de la comunidad académica y local, que ha logrado recuperar cerca del 35% de la población original de tortuga negra. La explotación provocó que la población de la prieta pasara de 25 mil hembras anidando, a principios de los años sesenta, a solo 250 o 500 en la década de los ochenta, durante la temporada que abarca de septiembre a enero de cada año.
Los niños cololeños de esa década, que aprendieron sobre la tortuga a partir de la iniciativa del maestro Javier Alvarado, son los hombres y mujeres que hoy conforman la Asociación Civil Colola Capital Mundial de la Tortuga Negra y quienes dirigen el campamento. Los habitantes de la región Sierra-Costa se manejan por usos y costumbres, así que la comunidad decidió cuidar de las tortugas y dejar de consumir su carne y huevo, penalizando con cárcel a aquel que lo haga. Estas acciones han tenido un impacto positivo en todo el ecosistema.
Relaciones turbulentas
Al tercer día de expedición se logró conseguir una panga para que Adrián realizará monitoreo de machos. Para poder aproximarnos al macho es necesario esperar a que se acople a la hembra para reproducirse, formando lo que llaman mancuerna. Este proceso es bastante violento y turbulento, porque normalmente sucede cerca de la zona de formación de olas, pero sobre todo por que los machos pelean ferozmente por acceder a la hembra y hasta la muerden para lograr sujetarla. El mareo se acentuaba mientras buscábamos alguna pareja. Un par de ocasiones nos lanzamos al mar, pero apenas nos acercábamos, la mancuerna se disolvía y las tortugas se perdían en el fondo azul.
Finalmente tuvimos la fortuna de capturar un macho. El señor Perfentino Valencia, conocido cariñosamente como Silo, es el experto en agarrar a los machos. Lo sujeta mientras está montado en la hembra, lo sostiene hasta que la embarcación se acerca y de forma extraordinaria lo sube para que Adrián y uno de sus hijos lo reciban. A continuación, los tripulantes se coordinan para que en el menor tiempo posible se pese, mida y se le extraiga sangre del cuello. Finalmente se anilla en una de las aletas antes de liberarlo.
El tiempo en el campamento de Colola se mueve al compás de la tortuga, se musicaliza con los sonidos de las aves y el estruendoso romper de las olas. Durante estos cinco días conocimos parte de la vida de estos carismáticos reptiles, que en su mayoría es un misterio. En verdad no la tienen fácil, tal vez de ahí han ganado su fama de seres sabios. Nuestras lentes han sido testigos del caso de éxito en conservación sustentado en el manejo comunitario, y nos hemos traído de vuelta entrañables recuerdos de nuestro encuentro con las prietas y golfinas.