¿Dónde viven los murciélagos?
¿Te has preguntado dónde viven los murciélagos? En esta expedición partimos hacia las grutas de Juxtlahuaca, en Guerrero, para ver de cerca el hábitat de estás criaturas de la noche.
Objetivo:
Explorar y fotografiar el interior de las grutas de Juxtlahuaca para descubrir dónde viven los murciélagos
Localización:
Región centro del estado de Guerrero
Duración:
3 días para recorrer a detalle lo que normalmente toma 3 horas
¿Sabes dónde viven los murciélagos?
Quise conocer las grutas de Juxtlahuaca por la tentación de saber dónde viven los murciélagos y verme rodeada de ellos, los únicos mamíferos voladores. Así que convoqué a un grupo de expedicionarios y juntos viajamos cinco horas desde la Ciudad de México hasta Guerrero. «Ya no puedo más”, fue lo que pasó por mi mente mientras mi cuerpo pedía a gritos regresar al exterior. Sentí que los otros compartían mis pensamientos y sensaciones: nuestro organismo trataba de aprovechar al máximo el escaso oxígeno, por ello respirábamos aceleradamente, y casi se podían oír los cinco corazones latiendo rápidamente para llevar el gas vital al resto de los órganos. Don Cayetano dijo: “Ya solo faltan 15 metros”, y entonces sacamos fuerzas y voluntad para continuar. De frente nos aguardaba el jardín de los cristales; atrás habíamos dejado más de un kilómetro de descensos, vestigios olmecas, enormes cámaras de piedra, estrechos recovecos y criaturas que habitan en las tinieblas.
El inicio de la aventura
El viernes a las 14:00 horas arribamos a Colotlipa ‒del náhuatl «alacranes encima», por la abundancia de estos arácnidos quelicerados‒. En el centro preguntamos por “El Chivo”, guardián de las grutas y coordinador de los guías turísticos. Fue fácil encontrarlo, pues el profesor Andrés Ortega es conocido por todos en el pueblo. Él ya nos esperaba con lo necesario para la expedición: linternas, botellas de agua… pero antes pasamos a la casa de su cuñada, doña Martha, quien nos ofreció hospedaje y comida durante el fin de semana.
En el camino a Juxtlahuaca, Andrés aprovechó para hablarnos del paisaje: un área muy fértil, donde el cultivo tuvo un gran apogeo y donde aún se siembra principalmente maíz. El valle está rodeado de montañas por las que escurre el agua que alimenta a los ríos Azul y Blanco, abundancia que ha permitido el desarrollo de la agricultura de riego, ¡por ello veíamos milpas en su máximo esplendor, a pesar de estar en febrero! Esto explica el nombre Juxtlahuaca, del náhuatl “no hay tierra seca”.Antes de cruzar la entrada a las grutas, protegida con rejas y candados, Andrés relató que su padre fue el pionero en el cuidado de este parque natural. Inspirados por el legado de don Andrés Ortega Casarrubias, nos despedimos del sol y a las cinco de la tarde entramos al inframundo.
Una probadita de infierno
La oscuridad nos abrazó más fuerte con cada paso dado sobre el sendero tapizado de guano, el excremento de los murciélagos. Este se usa como abono por ser rico en compuestos de nitrógeno, fósforo y potasio, tres elementos químicos que necesitan las plantas para crecer. José Antonio, uno de los expedicionarios, decidió cubrirse la nariz con un paliacate ante el intenso olor a amoníaco, producto de la descomposición del guano. Poco después percibimos unos chillidos y el sonido de algo rompiendo el aire. Andrés dijo “comenzaron con el pie derecho”, pues aquello eran cientos de murciélagos colgados del techo de la gruta y otros tantos volando ya a nuestro alrededor.
Miguel Ángel y Jaqueline pusieron manos a la obra lanzando flashes y disparos de la cámara. A donde apuntara el objetivo había murciélagos. Entre foto y foto nos tomábamos unos instantes para no estresarlos demasiado; apagábamos las luces y guardábamos silencio. Entonces fuimos testigos de las adaptaciones de los quirópteros ‒del griego «mano alada»‒ a su ambiente: era impresionante cómo nos esquivaban sin que hubiera un solo rayo de luz guiando sus movimientos.
Los murciélagos tienen la capacidad de orientarse mediante la emisión de ultrasonidos y la recepción y análisis de su eco, lo cual se conoce como ecolocalización. Esto no significa que sean ciegos, sino que al contar con tan sofisticado “sonar”, producto de millones de años de evolución, les resulta más ventajoso salir a buscar su alimento por la noche, libres de competencia y sin necesidad de iluminación. Seguimos caminando, y de pronto sentimos cómo la temperatura aumentó drásticamente cuando llegamos al Infierno, donde se concentran los grupos más numerosos de murciélagos. Hay más guano, y este es aprovechado como alimento por bacterias que lo fermentan, liberando calor. Abandonamos pronto el lugar, en parte por el sofocamiento pero también porque afuera el ocaso invitaba a los murciélagos a salir de su refugio y queríamos ver el espectáculo.
El poder de la química y el tiempo
El sábado desperté con el recuerdo de haber visto durante horas a miles de murciélagos abandonando la oscuridad de la gruta para internarse en la oscuridad de la noche. Andrés nos dijo que éramos unos suertudos por haber coincidido con una temporada peculiarmente abundante, al parecer de apareamiento. Me sentí agradecida con estos seres, pues al sobrevolar vastas áreas para alimentarse, proveen a los humanos de numerosos beneficios. Entre sus servicios ecosistémicos están la polinización de agaves con los que se elabora mezcal, la dispersión de semillas de diversas especies vegetales y el control de plagas de insectos.
Bajamos a la cocina, donde doña Martha nos invitó un plato de pozole y un traguito de mezcal, para darnos fuerza y valor durante la larga jornada en el interior de las grutas. En esa ocasión nos dirigió don Cayetano quien, según los Ortega, es como de la familia y uno de los mejores guías. Entramos cuando el sol no alcanzaba su punto más alto, y pasamos de largo por el hábitat de los murciélagos, pues nuestro nuevo objetivo era más geológico, antropológico y arqueológico.
Cayetano nos llevaba por descensos que a nosotros nos parecían laberintos. Cada tanto nos hacía una señal, nos deteníamos y escuchábamos una historia o chiste heredado de don Andrés Ortega Casarrubias, quien bautizó a las distintas cámaras y ramales de la gruta. Atravesamos el Ramal de los Sacrificios, la Sala del Tambor, el Salón de la Batalla 5 de mayo y la Catedral; pasamos junto a decenas de formas caprichosas, entre ellas, la Columna de la Independencia. A veces el camino era complicado, pero el mayor reto era para Miguel Ángel, quien luchaba con la oscuridad para obtener fotografías. Irónicamente, este paisaje depende de fenómenos que inician en el exterior. La lluvia disuelve el dióxido de carbono (co2), que al filtrarse por las rocas calizas de los cerros reacciona con el carbonato de calcio, formando bicarbonato de calcio. Cuando las gotas de agua llegan a un hueco en el cerro, ocurre la reacción contraria, el co2 se evapora y el carbonato de calcio se deposita, formando estalactitas en el techo y estalagmitas en el piso. Esto ocurre tan lentamente que a veces son necesarios miles de años para que una estalactita crezca un par de centímetros.
Sitio sagrado
Mientras el aire se enrarecía, nosotros reanduvimos los pasos que en la antigüedad dieron los olmecas habitantes de esa región de Guerrero. Lo primero que encontramos fueron restos humanos, en los que el hueso ha sido sustituido por carbonato de calcio. Pero Juxtlahuaca no solo fue utilizado como tumba, también fue un importante centro ceremonial. Cuando estuve frente a las pinturas plasmadas en la roca tuve la sensación de que las distancias en el tiempo se encogían y, desconociendo la interpretación que le han dado los arqueólogos a estas obras, pensé que quien las viera les daría el mismo significado: belleza. Con vívidos colores, el primer mural muestra a un posible sacerdote interactuando con una mujer, quizá como parte de un sacrificio. Más adelante, sobre dos muros perpendiculares, parecían quedar frente a frente un jaguar y una serpiente emplumada. Esta imagen era simplemente magnífica.
El agua inclemente
Según don Cayetano, los olmecas no conocieron la parte más bonita de las grutas. Fueron los exploradores modernos quienes en 1940 utilizaron dinamita para abrir paso a nuevas maravillas. Cada vez era más difícil respirar. A veces el camino se estrechaba tanto que solo podíamos avanzar pecho a tierra, cargando lo indispensable. Cruzamos la laguna, cuyo nivel alcanza el techo de la gruta en temporada de lluvias, pero en ese momento no rebasaba nuestra cintura. El contacto con el agua límpida nos reanimó.
Concluimos el trayecto en estas entrañas de la Tierra rodeados por cristales de mineral aragonita, semejantes a innumerables flores con pétalos en forma de aguja. En sus puntas descansaba una diminuta gota de agua, el mismo líquido que durante millones de años ha sido el paciente escultor de estas grutas. El retorno me pareció surrealista, pues en minutos recorrimos lo que habíamos tardado casi ocho horas en explorar. queríamos saber dónde viven los murciélagos y lo logramos. Esta vez noté cómo al acercarnos al exterior la vida macroscópica cavernícola se hacía más presente: grandes cucarachas y pequeños insectos voladores nos mostraban el camino de regreso. La expectativa de ver otro atardecer apaciguó mi fatiga y el éxito rotundo de nuestra expedición me llenó de felicidad.
- Vive la aventura
Prof. Andrés Ortega.
Calle Vicente Guerrero,
Colotlipa, Guerrero.
T. 01 756 474 7006
C. 045 747 143 5368
[email protected]
- Hospedaje
Martha Romero
C. 045756 111 9531
- ¿Cómo llegar?
Desde la Ciudad de México:
1.Viajar por la autopista 95 D hasta Chilpancingo (285 km)
2.Tomar la desviación hacia Petaquillas
3.Viajar 49 kilómetros por la carretera Guerrero-Petaquillas hasta Colotlipa
4.Continuar por el mismo circuito