La isla de los naufragios en Baja California Sur - México Desconocido
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La isla de los naufragios en Baja California Sur

En la isla de los naufragios, mejor conocida como Isla Margarita, se hundieron el Colombia y el Indiana. Conoce las historias que sacamos a flote.

Buceo en la isla de los naufragios

Hay ocasiones en las que la realidad supera a la ficción. Si te preguntara qué relación tiene un perro callejero con un gato, un mono, gente en pijama y un grupo de chinos, me contestarías que ninguna. A lo que respondería que sí la hay: la supervivencia durante una noche de septiembre de 1931 en la isla de los naufragios.

OBJETIVO:

Explorar los pecios del Colombia y del Indiana para sacar a flote sus historias

LOCALIZACIÓN:

Isla Margarita, Baja California Sur

DURACIÓN:

5 días de campamento e inmersiones

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El comienzo

En medio de un mar embravecido, el buque de vapor Colombia se dirigía hacia tierra chocando contra las punzantes y traicioneras rocas de Punta Tosca o Cabo Tosco, como se lee en los mapas, y se conoce al extremo sur de la Isla Margarita, en la península de Baja California. Esta es una auténtica trampa mortal para barcos cuyos restos ‒junto a los de otros navíos como los del Indiana‒ hoy yacen en el fondo custodiados por tiburones, lobos marinos, orcas, ballenas grises y grandes cardúmenes de peces. Imaginen cuántas historias pudiéramos encontrar investigando un poco… fuera y dentro del agua. Esa es nuestra misión en esta ocasión: sacarlas a flote.

Alfredo Martínez

Nuestras pesquisas

En una primera expedición (publicada en noviembre de 2016 en esta revista) localizamos los restos del submarino USS-H1 Seawolf, y ahora decidimos regresar a la Isla Margarita, en la costa del Pacífico en Baja California Sur, pero en esta ocasión en una travesía organizada por la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH. La misión: explorar los pecios del Colombia y del Indiana, dos de otros tantos naufragios que se hallan en la zona, cuyas historias contaremos en próximas ediciones de México desconocido.

Nos dimos cita en La Paz el arqueólogo Roberto Junco, el antropólogo físico Salvador Isab Estrada, el arqueólogo japonés Kotaro Yamafune, el buzo técnico Francisco J. Davids y yo. Reunimos el equipo necesario y partimos rumbo a Puerto Chale, también en la costa del Pacífico, en donde nos encontramos con don Alfredo, nuestro guía y lanchero local, originario de Puerto Alcatraz, quién en su panga nos trasladó a la base naval de Puerto Cortés, nuestro cuartel de operaciones para los siguientes días. Aquí recibimos todo el apoyo por parte de la Marina, incluyendo el llenado de los tanques, lo que nos facilitó mucho la logística, ya que cada día realizamos de dos a tres buceos cada integrante; esto implicaba desplazar numerosos y pesados tanques.

Después de instalarnos en una casa que nos proporcionaron para nuestra estancia, abordamos nuestra embarcación y aprovechando las buenas condiciones climáticas, partimos rumbo a la legendaria Punta Tosca para realizar nuestras primeras inmersiones. El paisaje, ¡espectacular! Aún era temporada de ballenas grises, las cuales entraban por la bocana de Bahía Magdalena.

Navegamos siguiendo la línea costera de la punta sur de la Isla Margarita, formada por algunos playones y grandes acantilados que continúan hasta llegar a Punta Tosca, coronada por un faro. Su nombre la describe a la perfección: solo con buen clima y poco oleaje se puede navegar en esta área, donde una cresta de afiladas rocas como dientes se continúan de la tierra hacia el mar; algunas apenas sobresalen de la superficie, especialmente durante huracanes y tormentas tropicales, cuando las rocas quedan ocultas bajo el fuerte oleaje. Las corrientes marinas y la espesa neblina convierten a este sitio en una trampa mortal para barcos.

El naufragio del SS Indiana, el menos trágico de la historia

Los primeros dos días de buceo los dedicamos a explorar el barco Indiana, el cual está a escasos 5 y 10 metros de profundidad y por ello es posible observar las calderas y partes estructurales desde la superficie. Para definir el área de trabajo, realizamos un vuelo con drone; gracias a la claridad del agua pudimos observar cómo están distribuidas las secciones del navío.

Alfredo Martínez

Con esta información, Kotaro ‒cuya especialidad es la de crear modelos 3d de pecios y estructuras‒ hizo su plan de trabajo, el cual implica gran conocimiento de fotografía, y software además de una excelente condición física, ya que tiene que recorrer nadando en ejes X y Y tomando fotos de todas las sección del barco de las que quiere crear el modelo 3d. Mientras, el resto del equipo nos dedicamos a tomar medidas, identificar objetos y fotografiarlos bajo el agua con la ayuda de una escala. El clima era excelente, la claridad del agua espectacular y un grupo de lobos marinos guardianes del S.S. Indiana nos daba la bienvenida bajo el agua.

El Indiana tuvo una vida de 36 años de servicio; a bordo viajó el presidente de los Estados Unidos, Ulysses S. Grant, héroe de la Guerra Civil, en su famosa gira mundial de 1877-1878. La ruta trasatlántica que durante 24 años cubrió este navío fue la de Filadelfia-Queenstown-Liverpool. En abril de 1898, cuando estalló la Guerra Hispanoamericana, el Indiana fue requisado por la Marina de los Estados Unidos y sirvió como un barco hospital, regresando a las tropas heridas desde Manila, Filipinas, a través de Honolulu a San Francisco. Después de la guerra, el barco fue adquirido por Pacific Mail Steamship Company para navegar la ruta de Nueva York a Sudamérica y de ahí al noroeste.

El 4 de abril de 1909, en un viaje de Mazatlán a San Francisco, el vigía del crucero West Virginia vio señales de socorro cerca de Punta Tosca. Resultó ser del vapor de 343 pies Indiana, que había encallado entre la espesa neblina. Descansaba en un mar tranquilo no habiendo ningún tipo de desastre. Cuando el buque encalló, ninguno de los 34 pasajeros del salón había desayunado; aquellos que no se habían levantado, fueron despertados por la tripulación, quienes les dijeron que se vistieran.

Alfredo Martínez

Posteriormente, el capitán J.F. Robinson se cercioró de que nadie estuviera en peligro y 15 minutos después se sirvió el desayuno tranquilamente como si el barco continuara navegando; luego se acercaron los remolcadores Navajo, Fortuna y el crucero Albany para rescatar a los pasajeros con su equipaje y el correo. Todos fueron trasladados al crucero California sin siquiera mojarse los pies. El barco salvador realizaba pruebas de artillería en Bahía Magdalena. Los pasajeros agradecieron y felicitaron al capitán Robinson por cómo manejó la situación.

A bordo del California fueron tratados con mucho cariño mientras se dirigían a San Francisco. Los oficiales renunciaron a sus camarotes para que los sobrevivientes pudieran estar cómodos, y la banda tocó en la terraza todas las tardes. Una mujer, feliz, contó que había disfrutado mucho el viaje y del rescate; otro pasajero comentó: «Este es el naufragio más hermoso que jamás haya sucedido». Los pasajeros suplicaron sin éxito al capitán Cottman que desacelerara el California para darles otro día más a bordo, y fue con pesar que finalmente llegaron a San Francisco.

El flamante Colombia

Durante dos días realizamos cinco inmersiones en Punta Tosca. Nuestra dinámica fue la misma que en el Indiana: primero identificamos cómo estaban distribuidos los restos del Colombia, el cual está muy disperso en el fondo marino (seguramente como consecuencia del embate de huracanes y tormentas); aún así, logramos identificar las anclas y parte de la maquinaria, como las secciones centrales en las cuales trabajó Kotaro con sus modelos 3D, mientras el resto del equipo medimos e identificamos diversos materiales, entre los que destacaron numerosas cucharas que en el algún momento formaron parte de lujosas comidas a bordo, así como pedazos de cerámica, llaves, válvulas, tubería, escotillas y las enormes calderas en torno a las cuales nadaban los lobos marinos. Nos sentíamos diminutos ante la gran maquinaria.

Alfredo Martínez

El Colombia era un lujoso crucero de pasajeros que hoy yace en las profundidades de la isla de los naufragios. Contaba con alberca de agua salada, salones y camarotes con baño privado, ventiladores, luz eléctrica y, por supuesto, amplias cubiertas en donde se jugaba y se disfrutaba de la brisa y la vista del océano. Mientras nos equipábamos, nuestro guía nos alertó de la presencia de un tiburón; entre risas nerviosas y el vaivén de las olas nos zambullimos y descendimos rápidamente para evitar la fuerza de las corrientes de la superficie hasta encontrarnos frente a frente con los restos del barco.

La ruta de ida y vuelta que seguía el Colombia en 1930 era San Francisco-Los Ángeles-Mazatlán-Champerico-San José de Guatemala-Acajutla-La Libertad-La Unión-Corinto-Puntarenas-Balboa-Cristóbal-Cartagena-Puerto Colombia-La Habana-Nueva York. Desde su lanzamiento, en 1915, su historia había estado plagada de contratiempos pues sobrevivió a un motín; en 1923 encalló por primera vez en la isla de Cano, en Costa Rica, permaneciendo allí dos meses para que prácticamente toda su parte inferior fuera removida. Finalmente encontró su fin en Isla Margarita, la isla de los naufragios, durante un viaje de regreso a San Francisco.

Al adentrarme en la historia de la isla de los naufragios, regreso a la media noche del 14 de septiembre de 1931, cuando víctima de un fuerte vendaval, el buque de vapor Colombia, de 5643 toneladas, hacía tierra chocando contra las rocas de Punta Tosca en la Isla Margarita con 120 tripulantes y 114 pasajeros, de los cuales 64 eran exiliados de origen chino, quienes buscaban escapar de Sonora y Sinaloa por las persecuciones a las que eran sometidos en esa época. Se habían embarcado en Mazatlán rumbo a San Francisco con la esperanza de llegar finalmente a Hong Kong; la mayoría de ellos eran comerciantes y cargaban con ellos gran cantidad de oro.

Alfredo Martínez

El pánico y la histeria se apoderaron de los pasajeros cuando escucharon a los oficiales gritar por los pasillos: “¡Todo mundo a cubierta, tomen su ropa y no se detengan a vestirse!”… mientras los pasajeros corrían en ropa de cama o envueltos en sábanas por los corredores. Entre los sobrevivientes estaba la artista neoyorkina Miss Andre Genevieve, luciendo una brillante pijama roja al tiempo que luchaba por no ahogarse cuando el barco parecía ceder. Las máquinas se detuvieron y el Colombia se balanceaba hacia arriba y hacia abajo aparentemente apoyado en una roca.

Las luces comenzaron a parpadear. Al respecto, Miss Andre contó a los medios: “Repentinamente recordé a mi mascota, un mono tití, así que regresé a mi camarote para rescatarlo pero se me escapó. Entonces ascendí a la cubierta, en donde la tripulación ya había calmado a los pasajeros y los ayudaba a abordar los botes salvavidas en medio de la oscuridad. El último en subir a los botes fue el capitán Theodore K. Oaks, quien después me dijo: «Tu mono será el guardián de los 180 mil dólares en lingotes de oro que están dentro del barco»”.

Alfredo Martínez

A la mañana siguiente, el primer buque de vapor en llegar a la escena y al rescate fue el San Mateo de la United Fruit. Los botes salvavidas se encontraban dispersos navegando en un mar embravecido, y aún así los pasajeros y tripulantes fueron rescatados, salvo uno de origen chino que cayó al agua víctima de un ataque de pánico. Se sabe que el segundo asistente de máquinas, el ingeniero Ernest Kaufner, fue reconocido como el héroe, ya que él abrió las válvulas de seguridad dejando que todo el vapor de las calderas escapase antes de que el agua del océano inundara el salón de máquinas, evitando así una inminente explosión.

El Colombia fue declarado un naufragio total y abandonado a los aseguradores con el oro aún a bordo. Los pasajeros y la tripulación finalmente arribaron el
17 de septiembre de 1931 al puerto de San Pedro, California. Algunos creían que las leyes mexicanas sostenían que un barco es considerado abandonado solo cuando «todo ser viviente» fuera removido, y que dicho buque pertenecería a la primera persona que lo abordara y tomara el mando. El capitán Theodore K. Oaks, posiblemente previendo esto, había dejado un gato callejero, un perro y el mono tití de Miss Andre, todos guardianes del tesoro. Hubo algunas dudas de si este pequeño grupo cumplía con la ley mexicana y aún más dudas sobre si honrarían su presencia, por lo que un remolcador de rescate fue enviado inmediatamente para proteger el tesoro. Los buceadores usaron dinamita y sopletes y lograron llegar al oro. Actualmente se puede bucear en estos barcos, pero es importante mencionar que no se puede extraer nada ya que forman parte del registro del INAH.

Magdalena Juárez Vivas

ABC local

Atracar: arrimarse con un barco a otro, a un muelle, o a una boya para amarrarse, embarcar o desembarcar personas o cosas.

Babor: es el lado izquierdo del barco, visto de popa a proa.

Carta náutica: representación gráfica de una extensión de agua y la costa con indicación de todos los datos de interés al navegante. Equivale al mapa de uso terrestre.

Encallar: varar, clavarse en fondo duro o entre piedras.

Estela: rastro que queda en el agua debido al paso de la embarcación.

Estribor: lado derecho de la embarcación, mirando de popa a proa.

Pecio: restos de un artefacto o nave fabricado por el ser humano, hundido total o parcialmente en una masa de agua.

Popa: Parte trasera de la embarcación.

Proa: Parte delantera de la embarcación.

 

autor Fotógrafo especializado en deportes de aventura. ¡Ha trabajado para MD desde hace más de 10 años!

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