La ruta de las perlas en la península
En esta expedición por el Mar de Cortés trazamos la ruta de las perlas y navegamos a bordo del catamarán de Baja Expeditions, El Mechudo.
Trazando la ruta de las perlas
Objetivo:
Explorar la ruta de las perlas, inspeccionar los antiguos bancos perlíferos localizados entre el puerto de La Paz y Loreto.
Localización:
Península de Baja California, Mar de Cortés.
En esta ruta de las perlas, visitamos los antiguos asientos perlíferos, localizados en la Isla Espíritu Santo y la costa, reviviendo las historias de aquellos marineros, aventureros, buscadores de fortuna, escritores e incluso artistas que se vieron atraídos por estas preciadas concreciones.
Desde su descubrimiento por parte de los conquistadores españoles, las perlas del Golfo de California han sido reconocidas mundialmente por su gran belleza. Las dos especies nativas son la Pinctada mazatlanica, llamada madreperla, y la Pteria sterna, conocida como concha nácar. Los sitios de donde se extraían las madreperlas eran conocidos como placeres, y se localizaban en tres principales áreas: el distrito norte que comprendía Mulejé; el del centro, alrededores de Loreto; y el del sur, La Paz.
La idea de esta expedición para trazar la ruta de las perlas surgió en la biblioteca y la casa de mi buen amigo Tim Means, en la ciudad de La Paz. Revisando sus polvosos libros, me encontré varios de diversos autores que cuentan cómo se llevaba a cabo la pesca de perlas. Entre ellos estaban los relatos de Francisco Xavier Clavijero recopilados en el libro Historia de la Antigua o Baja California, Noticias de la Península Americana de California del Padre Juan Jacobo Baegert (1717-1772), así como en Escenas de la Vida Salvaje en México del escritor francés Louis de Bellemere, mejor conocido como Gabriel Ferry, quien en 1830 navegó por el Mar de Cortés describiendo vívidamente como era la pesquería de las perlas.
Otro más fue el escritor californiano John Steinbeck, ganador del Premio Pulitzer en 1940 y del Nobel de Literatura en 1962, quien publicó la novela corta La Perla, en 1947, tras un viaje por el Mar de Cortés. Esta obra sería adaptada al cine por el propio autor y por Emilio “El Indio” Fernández, y se convertiría en la primer película en español en ser galardonada con un Globo de Oro.
Platicando con Tim sobre visitar aquellos lugares donde se sacaban las perlas, nos entusiasmamos y dijo: “Vámonos en El Mechudo navegando”. Este es un catamarán de 45 pies y su nombre se lo debe a una punta rocosa de la costa, protagonista de una de las leyendas más conocidas de La Paz, la cual también tiene que ver con las apreciadas perlas. Otro de los integrantes de nuestra expedición fue Carlos Means, hijo de Tim, quien ahora dirige Baja Expeditions.
Proyecto Perlas del Cortez
Listos para iniciar nuestra expedición, cargamos el equipo de buceo y unas tablas de paddlesurf. Con los primeros rayos del sol zarpamos de La Paz mientras reflexionaba sobre cómo las perlas fueron responsables de dar tanta riqueza y desarrollo a la ciudad, hasta que la codicia del hombre y la pesca descontrolada acabaron con las grandes poblaciones de madreperlas, hoy tan raras y escasas que se tienen que cultivar en granjas.
Siguiendo por la costa de la bahía, pasamos por el puerto de Pichilingue y la playa del Merito, antiguos placeres de perlas en donde actualmente el doctor en biología Carlos Cáceres está desarrollando su proyecto, Perlas del Cortez. Se trata de una granja en donde su cultivan las ostras de madreperla con el objetivo de ofrecer a los visitantes las perlas que, por sus características inigualables, le han dado fama internacional a La Paz y el Golfo de California.
El doctor Carlos me habló sobre estos maravillosos animales: “Las ostras perleras son quizás los moluscos bivalvos más famosos en el mundo, y la razón se debe a su capacidad para producir perlas, codiciadas y consideradas por todas las culturas humanas como la gemas que representa el amor, la pureza y la perfección. Desafortunadamente, no todas las que son producidas por los moluscos tienen valor; solamente las perlas nacaradas, es decir, aquellas que tienen una cubierta de nácar, lo poseen.
Esta solamente la producen algunos miembros del grupo de los moluscos, la mayoría de ellos bivalvos, es decir, que tienen dos valvas o conchas, así como algunos gasterópodos o caracoles capaces de producir cubiertas nacaradas. La producción de una perla tiene su origen en una anomalía que se produce en el interior del organismo, misma que es recubierta por células especializadas en la producción de nácar en forma concéntrica hasta formar una esfera.
Las perlas también fueron empleadas como ornamentos por los antiguos nativos californios. Las extraían después de cocer al molusco que las producía en una fogata, razón por la que las perlas encontradas en sitios arqueológicos están ligeramente ahumadas”, abundó Carlos. Anclamos frente a la Isla San Juan Nepomuceno, en las afueras de la playa de Pichilingue, para bucear en la granja de perlas del doctor Carlos, acompañados por nuestro guía, Polo, quien nos fue mostrando el tendido de canastas en donde crecen las dos especies de ostras de perlas.
La granja cuenta con alrededor de 10 mil moluscos en cultivo y tiene capacidad para 22 mil, los cuales crecen en estas canastas durante un año y medio para poder recibir el implante, una pequeña esfera hecha de concha nácar que será recubierta por el organismo con más capas de nácar para, después de dos o tres años, producir una bella perla con su característica coloración tornasol arcoíris.
Seguimos navegando; pasamos por fuera de la playa de Balandra y cruzando el canal de San Lorenzo. Entonces comenzaron las sorpresas: primero, un gran grupo de mobulas (de la familia Myliobatidae) saltaban fuera del agua y se deslizaban bajo el velero, ¡eran cientos! En ese momento, Tim me dijo: “Si hay mantas, hay orcas; les gusta mucho comerlas como botana”. Cerca de la Isla Espíritu Santo vimos un animal saltar frente a otro velero y la exclamación compartida fue: “¡Son orcas!”. Cambiamos un poco de rumbo para encontrarnos con ellas y lo logramos, pues se acercaron curiosas a la embarcación.
Ruinas de un imperio
Después de este emocionante momento nos dirigimos a la Bahía de San Gabriel, localizada en la parte suroccidental de la Isla Espíritu Santo. Ahí se levantan las ruinas de lo que fuera la Compañía Criadora de Concha y Perla de Baja California. Los investigadores Micheline Cariño y Mario Montefore, en su libro El primer emporio perlero sustentable del mundo, desarrollan ampliamente el tema de la vida en la granja de madreperla fundada a principios del siglo xx por el primer maricultor de América, Gastón J. Vives Gourieux, quién logró cultivar de forma masiva las ostras perleras.
Testimonio de aquello son el sistema de canales y esclusas, un dique de 500 metros de largo y una pequeña vía de tren. En 1914, las armas del coronel Miguel L. Cornejo, al mando de las tropas obregonistas, destruyeron y pusieron fin a este innovador proyecto que ya estaba ayudando al repoblamiento de las ostras perleras.
Campamento en el Candelero
De Bahía de San Gabriel nos dirigimos a la playa Candelero, que en mi opinión es la más bella de la islas: sus aguas someras color azul turquesa contrastan con los colores ocres, naranjas y rojizos de las formaciones rocosas. Fue ahí donde Baja Expeditions estableció un ecocampamento de octubre a abril para recibir a grupos de turistas que llegan buscando hacer caminatas, kayak, esnorquelear y bucear. En colaboración con epi México (Ecology Project International), una asociación sin fines de lucro, organizan viajes de educación ambiental para niños y jóvenes locales dirigidos por científicos, quienes les enseñan a las nuevas generaciones la importancia de conservar del medio ambiente y aprovechar los recursos de forma responsable.
Nos instalamos en el campamento y por la tarde realizamos una caminata para fotografiar las espectaculares formaciones rocosas de origen volcánico visibles en la playa y en el Arroyito. Esta isla se caracteriza por su gran biodiversidad y su endemismo; tan solo en la porción terrestre se tienen contabilizadas 200 especies de plantas vasculares, 53 de estas endémicas, y más de 70 de fauna insular, tales como anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Entre las formas de vida endémica destacan la ardilla de tierra o juancito, a liebre negra y la serpiente arenera. Después de concluir la caminata y realizar algunas fotografías, nos reunimos a cenar y descansamos bajo el manto de las estrellas.
En busca de «El Mechudo»
La próxima escala en la ruta de las perlas llegó al día siguiente; partimos al amanecer y navegamos frente a las islas Ballena, Gallo y Gallina, también junto a antiguos bancos perlíferos, hasta que llegamos a los islotes, donde habita una colonia de alrededor de 300 lobos marinos. Allí preparamos nuestro equipo de buceo para descender 30 metros de profundidad y descubrir un área cubierta por estrellas de mar rojas como el fuego y otras de color naranja.
Luego, realizando un buceo multinivel, observamos diversas especies de peces tropicales como cirujanos y pericos, hasta llegar con los lobos marinos, a quienes les encanta jugar con las burbujas de los buzos. Nadaban a toda velocidad a nuestro alrededor, abriéndose paso entre grandes cardúmenes plateados de sardinas; era una gran oportunidad para tomar fotos de la belleza del fondo marino.
De vuelta en la superficie, abordamos nuestra embarcación y seguimos navegando entre la costa y las islas San Francisquito y San José, donde visitamos el campamento pesquero de El Pardito, para después continuar costeando esta ruta de las perlas y pasar frente a Punta Mechudo, inspiración de Tim para darle nombre a su catamarán. Este lugar es espectacular, pues está formado por inmensos acantilados caracterizados por las tonalidades ocres y verdosas de los estratos geológicos, coronados además por un gran promontorio rocoso; es aquí donde surgió la leyenda de «El “Mechudo”, la cual se inspira en la historia de un viejo recolector de perlas español, y que fue recopilada originalmente por el veracruzano José María Esteva a mediados del siglo XIX bajo el titulo La Concha del Diablo.
El lugar sigue inspirando temor en algunos pescadores, quienes aseguran haber visto a «El Mechudo”, quien, al tratar de acercase a él, vuelve a sumergirse en el mar. Punta Mechudo se localiza a 80 kilómetros de La Paz y es otra de las paradas de esta ruta de las perlas. Se puede llegar a ella por tierra. Es un paseo muy interesante que cruza la zona conocida como San Juan de la Costa, caracterizada por el verde de sus rocas. Después de buscar a «El Mechudo», sin éxito, seguimos la línea costera de 80 millas entre San Evaristo y Agua Verde conocida como el Corredor biológico y cultural de El Mechudo, territorio que se ha mantenido casi intacto desde que pasara por esta región el padre jesuita Clemente Guillen, quién abrió el Camino Real para unir las Misiones de Loreto y La Paz y fundó la Misión de Los Dolores, en 1721. Por cierto, esta misma ruta de las perlas la recorrimos en una expedición con la revista México Desconocido en 1999.
La misteriosa perla verde
Nuestra siguiente parada de la ruta de las perlas fue el pequeño poblado pesquero de Tembabichi, fundado en 1901 por el aventurero Donaciano de la Toba, que cruzó en un barco de vapor de Mazatlán a La Paz. Fue en el estero del Cochi donde encontró una preciosa perla color verde de 4 quilates, la cual vendió en La Paz por un valor de 40 mil pesos en abril de 1906. Con esa suma compró una embarcación para seguir trabajando en las perlas, y en mayo del mismo año encontró otra más de 5 quilates, la cual vendió por 50 mil pesos, mismos que usó para construir su casa, de la cual solo quedan las ruinas.
En vida, Donacino y su famila le dieron vida a este rincón del Mar de Cortés, y con su trabajo hicieron de este lugar un vergel y convirtieron sus playas en un centro de trabajo al que acudían buzos de muchas partes de México. Hoy la abundancia de madreperlas es parte de la historia de este poblado, pero aquellos tiempos de bonanza siguen vivos en los recuerdos de su gente. A la mañana siguiente, zarpamos muy temprano y pasamos frente a Isla Santa Cruz, conocida por sus enormes acantilados y formaciones rocosas.
Para finalizar con el recorrido de la ruta de las perlas llegamos al poblado de San Cosme y Agua Verde, para luego ingresar en el Parque Nacional de Loreto, sitio perfecto para observar ballenas. En Loreto, los bancos de perlas se encontraban en la punta sudoeste de Isla del Carmen, Puerto Balandra y Puerto Escondido; Arroyo Hondo, la Isla Coronados y en tierra firme de San Bruno; La Piedra Negada y San Marcos. Finalmente llegamos a Puerto Escondido, donde finalizamos esta expedición histórica, que ‒por cierto‒ nos enseñó que aún hay muchas historias por investigar y contar.