Fiesta Grande de los Muertos, S’ui K’ien, en Oaxaca
Del archivo, te presentamos lo que de manera íntima y ritual ocurre en la sierra mazateca de Oaxaca en estos días dedicados a los difuntos. Se llama Fiesta Grande de los Muertos.
Tierra de montañas altas, neblina y espiritualidad es el Pueblo Mágico de Huautla de Jiménez. Este lugar vio nacer a la sacerdotisa de los hongos, María Sabina, y guarda en su tradición una bella celebración para recibir a sus muertos: se llama Fiesta Grande de los Muertos.
Desde el 31 de octubre y hasta el amanecer del 4 de noviembre, Huautla de Jimenez se llena de misticismo, color y vida; por todos lados vemos velas, flores, ofrendas, fruta y trajes tradicionales.
Es una fiesta de cantos, rezos, comida y baile en que los habitantes de este Pueblo Mágico suspenden sus labores cotidianas para dedicarse de lleno a recibir a sus muertos, a quienes en estos días, chikon nyoa k’en (el guardián del inframundo) les permite salir de sus dominios por unos días, para celebrar a lado de los vivos esta fiesta de luz.
Para los mazatecos es muy importante esta fecha ya que consideran que son sus familiares muertos los que les traen las bendiciones para que sigan viviendo aquí en la tierra con salud, felicidad y abundancia.
Los huehuetones
La tradición comienza desde el 27 de octubre con la llegada de los huehuentones, que son hombres y niños disfrazados que representan a los ancestros y que son los que acuden al panteón a pedir permiso al Chikon para empezar la celebración que durara 6 días.
Cada uno de ellos hace una promesa de pertenecer a esta comparsa por siete años. Se disfrazan según su imaginación, usan huipiles, sombreros de bejuco y gran variedad de máscaras entre las que destacan rostros de muertos, de luchadores como el Santo, Blue Demon y Mil Máscaras; de políticos y algunos personajes de caricaturas populares, aunque la máscara tradicional es de una madera muy ligera llamada jonote y debe ser tallada por ellos mismos.
Durante los días de fiesta los huehuentones visitarán las casas del pueblo llevando música, con guitarras, tambores, violines y cantos en lengua mazateca, que representan la alegría que sienten de recibir a sus muertos.
La intercesión por el bienestar y la salud
El 31 de octubre el sonido de los cohetes anuncia la llegada del alma de los niños que ya partieron, se considera así a los que murieron pequeños o no tuvieron casamiento y los días 1º y 2 de noviembre se da la bienvenida de igual manera a los adultos.
Se les vela durante la noche, y es cuando sus familiares les piden que los cuiden, que intercedan por su salud, por la unión familiar y su trabajo, ya que ellos se adelantaron y tienen el don de estar cerca de los dioses.
Las ofrendas, los altares
Los altares y las ofrendas se colocan tanto en el panteón como en las casas de los difuntos, donde los familiares decoran con dos arcos de carrizo que simbolizan las etapas de la vida y la unión de este plano con el mundo de los muertos. A los arcos se les cuelgan frutas, flores y algunas figuras hechas con pan.
Sobre la mesa se hace un tendido donde destacan comidas típicas:
- atole agrio
- tamales de frijol
- mole
- tesmole
- caldo de chivo
- hojaldras
- pan de muerto
- tortillas hechas a mano
- café (adultos)
- aguardiente (adultos)
- cerveza (adultos)
- leche (niños)
- juguetes (niños)
- dulces (niños)
No puede faltar el agua para recibirlos de su largo viaje y las velas que son las que iluminaran su camino, también se colocan imágenes religiosas, copaleros para purificar el lugar y fotografías del muerto a recibir.
Puertas y ventanas se dejan abiertas en espera de que lleguen las almas a saborear y convivir un rato con ellos; es necesario que los mazatecos estén en armonía en casa y que no estén peleados con la familia, de otra manera sus muertos se pondrían tristes y se regresarían decepcionados.
En el cementerio
Sobre las tumbas, las ofrendas son en su mayoría de flores y velas hechas de cera de abeja, las cuales deberán ser veladas durante la noche hasta que se termine la última que se haya encendido; las familias se comunican con sus muertos a través de las oraciones y se les ve felices ya que saben que en algún momento se reunirán con ellos para siempre.
Una tumba que es muy famosa en este lugar y que siempre es visitada por propios y extraños que le llevan flores y velas, es la de la sabia de los hongos María Sabina, la chamana que descubrió como curar a los enfermos a través de los niñitos santos y que siempre será recordada por su pueblo con mucho cariño y admiración.
El atmósfera
El S’ui k’ien o Fiesta Grande de los Muertos tiene la virtud de unir a todo el pueblo; es época en que rencores y ofensas se olvidan y perdonan para que los muertos hallen armonía entre los vivos. También se realiza el intercambio de comida entre vecinos, pues los vivos también deben degustar de los ricos alimentos.
Por la noche del 1º de noviembre las calles se llenan de hombres y mujeres bailando alegremente entre la espesa neblina, mientras los huehuentones siguen cantando en mazateco el mensajes de paz y amor.
El día 2 la fiesta acaba entre sentimientos de tristeza y alegría por la breve estancia que los difuntos compartieron con ellos, este día los chá xo’o (huehuentones) regresan al panteón para entregar las almas que vivieron en sus cuerpos durante la celebración.
Los cohetes anuncian el final, una despedida más; el panteón, se empieza a vaciar y es momento de que las almas regresen al inframundo.
Para los mazatecos chá ndiyo (gente antigua), que viven en esta tierra maravillosa y de elevada montaña, la Fiesta Grande de los Muertos es la más esperada y la de más alegría. Ellos saben que sus familiares viven a través de sus recuerdos por eso hacen todo, para que ellos siempre regresen un poco aquí a la tierra. Y es así que nadie muere para siempre en la sierra mazateca.
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