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Fortino Sámano, el capitán injustamente fusilado que fumó y sonrió ante sus verdugos

Ciudad de México
Fortino Sámano

Fortino Sámano fue víctima de un crimen de Estado durante la gestión de Venustiano Carranza. Antes de morir sonrió serenamente y se fumó un puro con indiferencia, lo que lo convirtió en una leyenda.

La vida real está llena de expresiones misteriosas, momentos en los que lo convencional se rompe para dar espacio a nuevas formas de ser y experimentar la vida. Uno de estos hitos fue Carlos Fortino Sámano, un capitán del Ejército Constitucionalista que vivió como pocos los últimos momentos de su vida.

Sámano fue acusado de un delito no grave, el cual consistió en un robo. Sin embargo, la pena que se le impuso fue la muerte. La razón fue que en 1916 una nueva ley ponía penas severas a este tipo de delitos, los cuales muchas veces se realizaban bajo la justificación de ser en pro de la revolución. En caso de formar parte del cuerpo militar de Venustiano Carranza, la pena era aún mayor. El objetivo era disminuir la incidencia delictiva tras el movimiento armado, sin embargo también se utilizó para perpetrar terrorismo de Estado.

Venustiano Carranza
Al centro Venustiano Carranza

La mañana del 28 de octubre de 1917, un juicio militar condenó a Fortino Sámano a la pena de muerte por haber cometido el delito de robo con violencia. Posteriormente fue llevado en custodia por el Batallón Supremos Poderes para ser encarcelado junto a otros reos.

Familiares y amigos acudieron a despedir a Fortino Sámano, entre ellos su madre, quien lloraba y pedía que se le diera un indulto. Sin embargo, con actitud estoica, Sámano declaró a su abogado: “No temo a la muerte porque la ley tiene que cumplirse; sabré morir como un hombre y sólo les pido que digan a mis amigos que me guarden un buen recuerdo”.

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Fortino Sámano

Un mexicano que no temía a la muerte

Con su misma firmeza moral, el 1 de marzo, un día antes de la ejecución, Fortino Sámano dijo a sus compañeros soldados: “Pocas horas me faltan, muchachos; hay que ir entero al paredón; que no se diga que los soldados constitucionalistas no saben morir como mueren los hombres”. Su actitud continuaba imperturbable y viril.

Un reportero del diario El Demócrata logró entrevistar a Sámano cuando pasaba sus últimas horas junto a su madre y esposa. Cuando el periodista entró a la celda, Sámano se levantó y lo saludó como un caballero. El reportero barró que “vestía de uniforme kaki; es alto, joven amable, con barba y bigote negros”.

Capitán Fortino Sámano.

Ante la presencia del periodista, Sámano no dudó en limpiar su nombre y dejar claro que era inocente, pero que se le fusilaría por causas políticas.

«Debo declarar a usted que aun cuando voy a morir mañana y me quedan pocas horas de vida, no tengo miedo a la muerte, pues sé que tarde o temprano debo morir; sólo me pesa dejar la vida por una calumnia de uno de los enemigos de nuestra causa, que me acusó de un delito que no he cometido. Me pesa doblemente porque mi padre fue un hombre honrado, y con el delito por el que se me castiga se manchará su nombre. Dejo a mi madre, esposa e hija que tendrán algún día la prueba de mi inocencia.»

El fusilamiento de Fortino Sámano

El 02 de marzo la prensa hablaba sobre el fusilamiento de Sámano, así como de su valentía e inocencia. Cientos de curiosos se acercaban a Palacio Nacional para ver al soldado al que le había sido negado el indulto de Venustiano Carranza y que no tenía miedo a la muerte. A las 9:20 a.m. Fortino fue enviado a la ejecución, a la cual asistió sin miedos ni titubeos.

Libre de consciencia, Fortino Sámano se detuvo frente al paredón, encendió un puro y sonrió. La dignidad yacía en sus ojos y no emitió ninguna súplica, tampoco pidió el acompañamiento de los curas. Al ver su actitud, los curiosos pedían que se le dejara vivir, pues su mirada franca revelaba todo lo que se tenía que saber.

Antes de la ejecución, se quitó el sombrero como gesto de respeto, para demostrar que aún ante la injusticia hay que mostrar integridad. Entonces fue abatido por la ráfaga de balas que cayeron sobre su cuerpo.

Sámano murió, pero su leyenda continuó presente entre quienes admiraron su valentía para morir, lo que demostraba que era totalmente inocente. Una nueva época constitucional se erigía, pero los crímenes y la injusticia continuarían habitando México.

autor Filósofo por formación. Contempla el alma e imaginación de México.
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