Guerrero Negro: la salinera más grande del mundo - México Desconocido
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Ecoturismo y aventura

Guerrero Negro: la salinera más grande del mundo

Baja California Sur
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© La Marmota Azul

Visitamos la salinera más grande del mundo ubicada en Baja California Sur y al tomar fotografías nos sorprendió el color que toma el agua que las rodea. Te contamos la historia de este lugar.

Nos encontramos en Guerrero Negro, una población del municipio de Mulegé ubicado en la costa del Pacífico en Baja California Sur. Hoy las nubes cubren el cielo en su totalidad. El aire sopla con fuerza y después de varios días de viajar por Baja, por primera vez me pongo mi sudadera durante el día. Aunque el clima no es el mejor, me encuentro particularmente emocionado por ir de visita a la Exportadora de Sal (ESSA), que es ni mas ni menos, la salinera más grande del mundo.

Para guiarnos en este recorrido, contamos con la suerte de tener a mi tocayo y guía acreditado por la ESSA, Roberto.

Roberto fue empleado del ESSA por 14 años y actualmente opera una pequeña empresa turística que ofrece recorridos a la salinera y a la bahía Ojos de Liebre, Patrimonio de la Humanidad y santuario de la ballena gris.

Roberto Gallegos

Por fuera el edificio del ESSA no parece ser muy grande. Hacemos camino hacía la puerta principal donde nos recibe Roberto: «Buenos días muchachos, están a punto de entrar a la salinera más importante de nuestro país. Recuerden seguir siempre mis instrucciones y tomar muchas fotos, puesto qué lo que van a ver en verdad es muy especial».

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Me invade la emoción y me dirijo hacia la puerta. Roberto me ve y me dice: «Muchacho, regresa, que este recorrido lo hacemos en carro. No creo que tengas piernas para recorrer las 33 mil hectáreas que componen la salinera», bromea conmigo.

Roberto Gallegos

1, 2, 3… inicia el recorrido

Nos subimos al carro y hacemos nuestra primera parada en la estación de limpieza de los vehículos que se utilizan para cosechar la sal. Ahí vemos como varios empleados remueven y lavan depósitos de sal atrapados en diversas partes de los camiones con mangueras de agua a presión.

«A los camiones se les llaman Darts y fueron especialmente diseñados e inventados para ésta función. Cada Dart tiene una capacidad de carga de 260 toneladas de sal y se les da un mantenimiento exhaustivo para que duren muchos años», nos aclara Roberto.

Roberto estacionó el carro y fue entonces que nos bajamos para ver de cerca la llanta de uno de ellos. Las proporciones aquí son impresionantes, la pura llanta mide más de 3 metros de altura y quizá otros 3 de ancho. Le tomo una foto a Annika y la comparación es alucinante.

Roberto Gallegos

Nos volvemos a subir al auto y Roberto nos lleva a uno de los cientos de vasos de concentración de agua de mar. El cambio de paisaje es impresionante de estar en el desierto en donde proliferan los colores arenas y verdes oscuros pasamos a un paisaje blanco, rosa y gris. El blanco predomina tanto que fácilmente uno podría confundir el paisaje de sal con uno de nieve.

Roberto se sube a uno de los vasos y estaciona el carro. Mientras me bajo me dice: «Están prácticamente caminando sobre sal. A este vaso aún le falta cristalizarse más y que el agua se termine de evaporar».

A cada paso que doy se escucha el característico crujido de la sal. Por alguna extraña razón se me antoja una michelada bien fría con sal escarchada en la orilla del vaso.

Roberto Gallegos

La naturaleza de la sal

Una de las grandes razones por las cuales se puede cosechar tanta sal en esta región es por la combinación de ciertos elementos naturales que interactúan para facilitar su extracción. Los elementos son el agua de mar, la topografía plana, el viento y los rayos potentes del sol. 

«La extracción se hace por evaporación, nada del otro mundo», nos explica Roberto. Agua del rico y vasto océano Pacífico se bombea a albercas llamados vasos de concentración, ahí se dejan por un periodo determinado de tiempo mientras los rayos del sol y el viento evaporan el agua hasta que cristaliza y se transforma en sal.

Cada vaso se clasifica dependiendo en la etapa de evaporación en la que este. Cuando un vaso esta completamente seco y listo para su cosecha,  se programa su recolección a través de los Darts. Dependiendo del tamaño del vaso son los viajes que se tiene que programar. Al final toda la sal que se cosecha termina en la planta de lavado.

Roberto Gallegos

«¡Miren! Ahí va uno, hay que seguirlo», nos dice Roberto. No ha pasado ni un sólo kilometro desde que salimos de la puerta oficial y yo ya me encuentro perdido. Tan sólo veo vasos de concentración a todas mis direcciones, sería muy fácil extraviarse aquí.

Algunos de ellos ya están blancos como la nieve, otros de ellos aún tienen agua y se distinguen por tener un color rosa. Y así entre paisajes blancos, rosas y grises navegamos entre un mundo extrañamente bello e inusual.

Roberto maneja justo detrás del monstruo de Dart. El conductor lo reconoce y se saludan con sonidos de claxón; nos deja pasar enfrente de él.

Llegamos a uno de los vasos que se encuentra listo para su cosecha y logramos ver el proceso de recolección.

Roberto Gallegos

Un pequeño tractor rejunta y prepara grandes líneas de sal sobre el piso. El conductor del Dart aliena el camión sobre la línea y como si fuera una aspiradora gigante succiona la lineas hasta llenar cada uno de sus contenedores.

Me impresiona la sencillez y la efectividad con la que se cumple la tarea. Se lo hago saber a nuestro guía. «Tocayo, el ESSA cuenta con mil 500 empleados que trabajan 365 días del año. El año pasado llegamos a los 8 millones de toneladas métricas de sal. En un par de años más esperamos llegar a los 10», me dice Roberto.

Hay más de 33 mil hectáreas disponibles para su cosecha, una superficie más grande que toda la CDMX. Me comenta Roberto que es importante señalar que el proceso es natural y que no representa ningún riesgo a la naturaleza. Me dice; «Cerca de los depósitos de sal hay un santuario en donde cada año nos visitan cerca de 150 mil aves y queremos que así permanezca para el futuro».

Roberto Gallegos

Hacemos nuestra última parada en la salinera, la planta de lavado. En la planta, la sal se lava, se clasifica y se embarca en barcos especiales que la llevan a la Isla de Cedros desde donde se exporta a diferentes partes del mundo.

En la planta de lavado, Roberto se acerca a una de las maquinas y con la mano toma un puño de sal. Se acerca conmigo y me dice: «Anda, pruébala, es sal de calidad mundial».

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autor Embajadores de México desconocido ¡en bicicleta! #mexicoendosllantas
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