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Guía práctica para una visita a la ciudad de Puebla

Puebla Ciudad de Puebla
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© Marcos Ferro

Puebla, la ciudad de las iglesias que no acaban nunca, tiene grandes sorpresas para ti. Aquí una guía práctica para que no te pierdas ninguno de sus rincones.

La Angelópolis que todos quieren

La ciudad fundada en 1531 por los españoles, la que no olvida su pasado virreinal, amanece todos los días acompañada de volcanes. Vista desde el cielo es un tablero salpicado de cúpulas de talavera, recorrida a nivel del suelo es una fiesta de moles y dulces. Aquí las cosas que pueden conocerse en un viaje corto; sirvan la curiosidad y el tiempo para regresar siempre a esta joya en el centro del estado.

DE SAN FRANCISCO A LOS SAPOS

El Barrio antiguo

Un recorrido por la Ciudad de los Ángeles bien puede comenzar al oriente, en el Barrio El Alto, la zona más antigua. Donde antes corría el río San Francisco (Blvd. Héroes del 5 de Mayo) y a la vera del extinto Camino Real a Veracruz (Av. 14 Oriente), se levanta el Templo Conventual de San Francisco. El convento, fundado en el siglo XVI, es el más antiguo de Puebla.

Tuvo una primera iglesia que después sería reemplazada por la que ahora vemos. La fachada de esta posterior pertenece al siglo xviii y poco se olvida. Su portada barroca está hecha de cantera y a sus costados se alzan altos muros recubiertos con ladrillo y azulejos de talavera. En el interior aguarda la Capilla de la Virgen Conquistadora, la pequeña imagen estofada que Hernán Cortés habría de obsequiar a uno de sus aliados tlaxcaltecas.

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Si se camina por el Callejón de la 10 Norte se accede al Paseo de San Francisco, el espacio donde quedaron reunidos el Hotel La Purificadora, un amplio centro comercial y el Centro de Convenciones.

No existe mejor terraza para contemplar el movimiento del sol, coctel en mano, que la del Hotel La Purificadora. Forman parte de la escena una alberca transparente y la Iglesia de San Francisco al fondo. A unos cuantos pasos del Paseo de San Francisco queda el Hotel Casareyna (Privada 2 Oriente 1007), la oferta gastronómica de su restaurante se ha hecho de fama gracias a su impecable mole poblano.

Entre artistas y dulces

Basta con cruzar el transitado Boulevard Héroes del 5 de Mayo para entrar en una atmósfera distinta, más dramática. Discreto, algo solo, aparece el Teatro Principal (8 Oriente). Fue inaugurado en 1760 y muchas habrían de ser las transformaciones que sufriera desde entonces.

A un costado se despliega el Barrio del Artista, un empedrado universo de arte y mesas al aire libre. Común es ver aquí a los pintores trabajando sobre sus lienzos, a veces metidos en una hilera de pequeñas galerías, a veces con el caballete en plena calle. En el Café Amparo hay música en vivo por las noches, y la esquina de la Plazuela del Torno siempre verá a alguien tomando sol y cerveza en el Café del Artista.

El Parián (6 Norte) se encuentra un instante después del Barrio del Artista, es el mercado de artesanías ocupando la antigua Plazuela de San Roque. Sus abovedados puestos están organizados alrededor de una escultura de San Francisco de Asís, y en ellos han de hallarse piezas de talavera, textiles, objetos de madera y de palma, plata de Amozoc y papel amate de Pahuatlán.

A contraesquina queda el Museo Regional Casa de Alfeñique (4 Oriente 416), una casa de finales del siglo xviii, construida con la delicadeza que solo el barroco consigue. Argamasa, cantera, barro recocido y talavera: cada material cuenta, a su manera, la belleza. Convertida en museo regional en 1926, alberga una colección de más de mil quinientas piezas.

Las primeras salas recuerdan la fundación de Puebla y el periodo de Conquista –sorprenden los códices del siglo xvi–. El entrepiso está poblado de pinturas religiosas, vestigios de la Batalla del Cinco de Mayo y un traje de la China Poblana.

La vida cotidiana entre el siglo xviii y el xix se reservó para el segundo piso (Ma-D de 10 a 17 h). Los secretos de Puebla se develan en el Puente de Bubas (2 Oriente, esquina Boulevard 5 de Mayo), para ello es preciso adentrarse a una serie de túneles que comparten leyendas, literatura sobre la importancia del agua, cartografía, escudos y arte.

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El recorrido regala cuadros artísticos; el mural Las dos Pueblas, de Fuentes de María, que plasma la diferencia social entre los españoles y los indígenas en esta entidad; el escudo de la reina, el documento más antiguo hallado sobre la fundación de la ciudad como tal. Al final, su mirador entrega una vista fastuosa (Ma-D de 10 a 16 h).

Propio sería continuar después con la Calle de los Dulces (6 Oriente). Ahí se concentran las golosinas que desde hace mucho aprendieron a saborear los poblanos. Antiguas y siempre repletas, van apareciendo las dulcerías: La Fama (1892), Casa Borola, La Central. En sus vitrinas se amontonan gaznates, muéganos de horno, canelones, polvorones de cacahuate, tortitas de Santa Clara, borrachitos, camotes, limones rellenos de coco, rosquitas de naranja, mazapanes de pepita con piña y otras azucaradas creaciones.

En esta misma calle espera la Casa de los Hermanos Serdán, hoy Museo Regional de la Revolución. La fachada aún conserva los orificios de bala que en 1910 le fueron provocados por las fuerzas gubernamentales. Porque aquí vivieron Aquiles, Máximo y Carmen Serdán, los hermanos que apoyaron la rebelión maderista. La parte baja del museo recrea la forma en que vivían cuando el siglo xx apenas comenzaba.

El segundo piso narra, con carteles e ilustraciones, el paulatino descontento de un México que habría de cansarse hasta las armas de las reelecciones de Porfirio Díaz (6 Oriente 206; Ma-D de 10 a 17 h). Más abajo está San Pedro Museo de Arte; el edificio que lo aloja lleva consigo una historia desde 1542, año en que inició su construcción, para dar lugar al Real Hospital de San Pedro. Su elegante patio, de doble arquería de cantera, es el segundo más grande de la ciudad de Puebla.

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Por muchos años fue un espacio de innovación y vanguardia para la ciencia médica, sobretodo en el siglo xix. Como museo tiene una corta trayectoria, apenas en el 2002 se acondicionaron los espacios que han sido sede de importantes exposiciones internacionales y nacionales, relacionadas a todas las expresiones artísticas del hombre; desde las arqueológicas hasta las contemporáneas.

En sus más de mil metros cuadrados, se reparten cinco salas de exposiciones; una de ellas es permanente y exhibe obras de arte sacro resguardadas por el gobierno del estado. Al visitarlo, es posible ver la recreación de la botica del antiguo hospital, el cual funcionó por más de 350 años (4 Nte. 203; Ma-D de 10 a 18 h).

Alrededor de los sapos

En la esquina de la avenida Juan de Palafox y Mendoza y la calle 4 Sur, aguarda el Templo del Espíritu Santo, conocido como La Compañía. El edificio que ahora vemos fue terminado pocos meses antes de que la orden jesuita fuera expulsada de la Nueva España en 1767. Un pórtico de herrería y una fachada barroca sirven de entrada a este recinto de tres naves.

No hay que perderse en la sacristía los lienzos del siglo xvii pintados por José Rodríguez Carnero. Unos pasos y se está en la 6 Sur, en el Callejón de los Sapos. Caminarlo es andar entre tiendas de antigüedades y desear que sea sábado o domingo por la mañana para que al fondo, en la Plazuela de los Sapos, esté el tianguis de tesoros viejos que siempre entretiene.

En una esquina queda La Pasita, la diminuta cantina que desde 1916 ofrece un licor de uva recibido con contento por el paladar. No hay excusa que valga para no regresar a esta zona con hambre o de noche, y familiarizarse en la cena con la carta del restaurante del Hotel Mesón Sacristía de la Compañía (6 Sur 304). La crema de frijol, los pipianes y el mancha mantel son platillos que luego se recuerdan.

DE LA CATEDRALA LOS CONVENTOS

Árboles y libros

No se puede estar en Puebla y no dedicar tiempo para maravillarse con su Catedral (16 de Septiembre y 3 Oriente). Comenzó a edificarse en 1575 y en 1649 fue consagrada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza. En tanto tiempo debía acumular las formas que el estilo herreriano, barroco y neoclásico tenían para expresarse.

Su fachada de cantera gris es un mundo de relieves y columnas estriadas en medio de dos torres de setenta metros de altura. Hay cinco naves en su interior: una central, dos procesionales y otras dos con capillas hornacinas –cada una exhibiendo las pinturas que para representar el vía crucis creó Miguel Cabrera–. El altar principal, conocido como Altar de los Reyes, está hecho de ónix en una sola pieza.

Frente a él se levanta el ciprés que en 1797 proyectó Manuel Tolsá, con los cuatro doctores de la iglesia custodiando a la Inmaculada Concepción, la patrona de Puebla. Saliendo, a la derecha del atrio, se despliega el Zócalo de la ciudad. Este es el hogar del Palacio del Ayuntamiento, de los portales y la vida acumulándose en restaurantes y cafeterías.

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La gente anda entre árboles y globos o se sienta alrededor de una caprichosa fuente. Hacia el otro extremo de la Catedral se encuentra la Casa de la Cultura y en ella la Biblioteca Palafoxiana, ubicada en el piso superior del antiguo Colegio de San Juan (5 Oriente). Fue fundada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza en 1646, cuando donó 5,000 libros a los colegios tridentinos de San Juan, San Pedro y San Pablo.

Su acervo se iría enriqueciendo con los años, de tal suerte que hoy se cuentan más de 45,000 ejemplares. La hermosa estantería de cedro que los resguarda pertenece al siglo xviii, y en ella se incluyen maravillas como La Crónica de Nuremberg de Hartmann Schedel, incunable impreso en 1493, o Historia Botánica Práctica de Joseph Galeatium de 1761 (L-V de 10 a 17 h.; S y D hasta las 16 h).

Además de albergar la Biblioteca Palafaxiona, la Casa de Cultura también es el escenario donde se ubica la nueva Galería Tesoros de la Catedral (5 Oriente 5; Ma-D de 10 a 17 h), un pequeño sitio que busca dar a conocer las riquezas artísticas resguardadas por la Catedral que generalmente permanecen ocultas al público.

El primer objeto exhibido es la maqueta del ciprés con que Manuel Tolsá adornó luego a gran escala el Altar de los Reyes. Se muestran también los restos de una columna salomónica que solía formar parte de dicho altar, así como una imagen de alabastro de la Inmaculada Concepción. Esculturas llenas de años y óleos con temas religiosos abundan en la sala contigua destinada a exposiciones temporales.

Colecciones de arte

En la calle 16 de Septiembre consigue verse la Casa del Deán, un edificio de 1580 del que fuera propietario Don Tomás de la Plaza, el deán de la Catedral. Hay que atravesar su fachada renacentista para encontrarse con una interesante muestra de pintura mural no religiosa del siglo xvi (Ma-D de 10 a 17 h).

Luego es necesario dirigir los pasos hacia el Museo Amparo. Su colección de arte prehispánico es interminable, pero son sus piezas virreinales y del siglo xix las que enamoran al visitante. Tiene tres salas de exposiciones temporales dedicadas al arte contemporáneo y desde su terraza se aprecia la Puebla de las cúpulas y los volcanes (2 Sur 708; Mi-L de 10 a 18 h). A un par de cuadras de la Catedral está el Museo José Luis Bello y González (3 Poniente 302, Ma-D de 10 a 17 h), una casa decimonónica que resguarda la colección de más de 3,000 piezas de arte de Mariano Bello y Acedo.

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En trece salas se acumula la estética del mundo: desde escritorios taraceados, un arcón con un plano de Manila del siglo xviii y esferas de la vida talladas en marfil, hasta esculturas de alabastro, porcelana de Meissen o pinturas de Giuseppe Molteni y Juan Tinoco. También cerca del zócalo, pero al oeste, el Museo Universitario Casa de los Muñecos (2 Norte 4; L-D de 10 a 17 h) exige una visita.

Su fachada de talavera hace alarde del trabajo que los poblanos son capaces de realizar. Momias, animales disecados y pinturas virreinales llenan las salas en su interior. Además, aquí está el restaurante Casa de los Muñecos, cuyo menú promete delicias como crema de nuez de la India y lomo de salmón en salsa de maracuyá. Hacia el poniente, sobre la calle peatonal 5 de Mayo, surge el enrejado horizonte del Templo de Santo Domingo.

El edificio dominico tardó de 1571 a 1659 en estar listo, y si bien su fachada de cantera es en extremo sobria, su interior contrarresta la simplicidad con abundancia. Este es el hogar de la esplendente Capilla del Rosario, toda recubierta de estuco dorado y lámina de oro. A un costado, en la antigua portería del convento dominico, se ubica otro de los museos de la familia Bello, el Museo José Luis Bello y Zetina (5 de Mayo 409; Ma-D de 10 a 16 h).

Se trata de la casa en la que vivió José Luis Bello y Zetina, nieto de José Luis Bello y González. Los valiosos enseres domésticos y una extensa colección pictórica –de sus paredes cuelga lo mismo un Murillo que un Zurbarán–, colman de asombro a quien los mira.

 El mundo de las monjas

Dos construcciones del siglo xvii piden ser conocidas. La primera es el Ex Convento de Santa Rosa, habitado por monjas dominicas entre 1740 y 1861. Hoy el inmueble sirve de sede al Museo de Arte Popular Poblano y en sus siete salas se exhiben artesanías de las distintas regiones del estado.

Además, estando aquí puede entenderse la ensimismada forma en que vivían las religiosas, y la imaginación se desata frente a la célebre cocina de talavera donde se asegura fue inventado el mole poblano (3 Norte 1203; Ma-D de 10 a 17 h). No muy lejos, las monjas agustinas también vivían su encierro en el Ex Convento de Santa Mónica, elaborado con el tradicional estilo de petatillo (ladrillos combinados con azulejos).

La vida cotidiana de las enclaustradas, simple y llena en espíritu al mismo tiempo, se percibe en cada sala. Su colección de arte, así como los muebles y objetos de uso personal, ayudan a trasladarse a ese mundo antes aislado. En el templo adjunto se halla la venerada imagen del Señor de las Maravillas (18 Poniente 103; Ma-D de 10 a 17 h).

De raíces poblanas

Es indispensable caminar el Pasaje histórico 5 de Mayo (Bulevar 5 de Mayo 208, Barrio de Xanenetla) e introducirse a la red subterránea que junto con el Puente de Bubas develan los Secretos de Puebla. El recorrido a las profundidades de la Puebla Colonial no solo es un rescate de los valores ancestrales; es un viaje, de 477 metros, por las leyendas y los secretos de la historia de la capital poblana, con más de tres siglos de antigüedad, entrelazadas por túneles, pasadizos secretos, obras hidraúlicas y elementos para la defensa de la ciudad.

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La iluminación y los recursos audiovisuales de esta red de túneles complementan el paseo por el subsuelo de la ciudad de Puebla. Apostado en las faldas del cerro de Loreto y Guadalupe, el Barrio de Xanenetla es reconocido por sus alfareros y las piezas que con el barro llamado xalnene moldean. De esta palabra, de origen náhuatl, surge el nombre del barrio: Xalnenetl ‒tipo de gravilla que abunda en la zona‒ y la terminación tlan ‒lugar‒.

Esta piedra arenisca, de origen volcánico, fue utilizada para la construcción de las casas coloniales en Puebla, no es ajeno el establecimiento de las primeras ladrilleras en la zona. Actualmente este barrio ha sido rescatado y revalorizado por un grupo de artistas a través de 55 murales pintados en las fachadas de sus laberínticas calles. La temática de estos se relaciona con la identidad del barrio: “quiénes fuimos, quiénes somos, quiénes queremos ser”.

DE LA TRADICIÓN A LO NUEVO

Las cemitas poblanas

Existen un par de mercados que no deben dejarse en el olvido. Uno es el Melchor Ocampo o Mercado El Carmen (21 Oriente). Ahí, en el puesto Las Poblanitas, se prepara desde hace treinta años el manjar poblano al que cuesta trabajo resistirse: las cemitas.

Las originales llevan milanesa, jamón, aguacate, cebolla en vinagre, rajas de chile, quesillo y hojitas de pápalo fresco. El resultado es una torre hecha de sabores prodigiosos. El otro es el Mercado de los Sabores (4 Poniente 1106), donde es posible degustar chalupas, memelas y picaditas, chiles en nogada cuando es temporada, también atole de maíz azul, mixiotes de carnero y las imposibles cemitas.

Zona de los Fuertes

Una indispensable visita es la que debe hacerse a esta área elevada al noreste de Puebla desde donde se tiene una espectacular vista de la ciudad. Ahí se encuentran los dos fuertes donde tuvo lugar la famosa Batalla del 5 de Mayo de 1862, fecha en que el ejército mexicano derrotó a las fuerzas enemigas durante la Segunda Intervención Francesa en México.

El Fuerte de Guadalupe rememora lo ocurrido en su Museo de Sitio. A su costado se despliega, elocuente, la Plaza de la Victoria. El Fuerte de Loreto hace lo mismo en su Museo de la No Intervención, donde pueden verse las cartas que el presidente Benito Juárez escribiera al general Ignacio Zaragoza con relación a la lucha armada.

Pero no todo es pasado en el sitio ocupado por los fuertes, a su alrededor se despliegan innovadoras construcciones, jardines y plazas que forman en conjunto el Centro Cívico Cultural 5 de Mayo. En la zona más elevada se hallan el Museo de la Evolución, un Planetario y el Centro Expositor y de Convenciones. Justo enfrente puede verse la Plaza de las Américas, que a su vez contiene el Auditorio de la Reforma y el Museo Regional de Puebla INAH, en sus tres salas pueden darse saltos por la historia y las tradiciones poblanas. Más abajo aparecen el Lago de la Concordia y el Mirador de la Mantarraya, su ondulado diseño fue proyectado por el arquitecto Enrique Norten.

Debajo hay una cafetería y una galería de artesanías, a lo lejos quedan las luces de una ciudad distendida. En esta zona hay un espacio donde es posible aprender y valorar las diferentes técnicas artesanales con las que se elabora la talavera. Se trata del Museo Interactivo de Talavera Celia cuya muestra deja ver el proceso de manufactura de las piezas, apreciar su valor cultural y la gran variedad en decorado, estilo y piezas (Fresno 97- A, Arboledas de Guadalupe; T. 01222 235 1891; Ma-D de 9 a 17 h).

A un costado del lago surge el nuevo Parque Temático 5 de Mayo, el arbolado espacio donde ahora tienen cabida los carros alegóricos usados durante el desfile del 5 de mayo. La creatividad de los poblanos y las cosas que les importan se reúnen aquí, así se mira lo mismo una reproducción del quiosco del Pueblo Mágico de Chignahuapan que de la Biblioteca Palafoxiana.

Una locomotora, por ejemplo, recuerda el movimiento revolucionario de principios del siglo xx y hay una escultura de hierro que rinde homenaje al caballo del general Ignacio Zaragoza. La calzada que lleva el nombre del célebre militar y donde se encuentra el mausoleo que ha de recordarlo por siempre, es la avenida que separa el Parque Temático 5 de Mayo de otro lugar público recién inaugurado, el Parque Paseo del Teleférico.

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Hasta aquí llega el Teleférico que parte del Centro Expositor. Sus góndolas descienden despacio dejando ver a través de los cristales todo Puebla. Casi al llegar al parque donde termina el recorrido puede apreciarse desde arriba un mural en blanco y azul con motivos geométricos, fue pintado sobre los techos de numerosas casas para sorprender la mirada de los paseantes en las alturas. Una vez abajo, espera una fuente danzarina en medio de una construcción espiral que hace las veces de mirador.

La moderna Angelópolis

Al sur de la ciudad existe una Puebla distinta, una de grandes y modernos espacios. Ahí está, por ejemplo, el Museo Internacional del Barroco; su diseño da constancia de la esencia barroca de los siglos xvii y xviii, uno de los periodos más prolíficos en la historia occidental.

En sus siete salas y dos exposiciones permanentes es posible conocer las vertientes de esta corriente tanto en Puebla como en el mundo (Atlixcáyotl 2501, Reserva Territorial Atlixcáyotl; T. 01222 326 7130; Ma-D de 10 a 19 h). El EcoParque Metropolitano reúne en 16 hectáreas la vegetación que pertenece a las distintas regiones de Puebla.

Recorrerlo es viajar de las ceibas de la Mixteca a las cactáceas de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. Cuenta además con una sorprendente muestra de orquídeas y bromelias resguardas bajo un domo de ónix (Gabino Barreda, Concepción Guadalupe; L-D de 6 a 18 h).

El Centro Comercial Angelópolis –presumiendo con orgullo su Luxury Hall donde pueden encontrarse gran cantidad de marcas de lujo–, y las tiendas, restaurantes y bares que se han ido acumulando en las plazas La Isla y Platinum justo enfrente. Por aquí corre la avenida Osa Mayor, en medio de ella aparece la alargada traza del Parque Lineal.

Se trata de un espacio pensado como si fuera un horizonte, con puentes elevados y ciclopistas que conectan la zona de Angelópolis con el Jardín del Arte, el EcoParque Metropolitano y el Paseo del Río Atoyac. El Parque Lineal funciona tanto para ciclistas como peatones. En la parte media se levanta la Estrella de Puebla, una rueda de la fortuna de 80 metros de altura –considerada la más alta de Latinoamérica– y 54 góndolas girando despacio.

Desde esta elevada perspectiva alcanza a verse el centro de la ciudad, pero también los volcanes y las áreas verdes que circundan la Estrella; el contraste emociona. Preciso es volver a subirse a la rueda de noche, ya iluminada. A un costado saltan los chorros de una fuente lúdica.

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La escena entonces está llena de vida: la gente corre entre columnas de agua que se encienden y apagan o permutan de color según el ritmo que dicta la música en los altavoces. Cerca está flexzone, un espacio techado, con trampolines dispuestos para chicos y grandes. El Jardín del Arte es un espacio deportivo que forma parte de la Reserva Territorial Atlixcáyotl-Quetzalcóatl.

En sus 13 hectáreas cabe todo: dos pistas de trote y una de tartán, una cancha de fútbol, tres lagos visitados por garzas y lanchas, dos restaurantes y parrillas que invitan a realizar aquí un picnic entre acacias (Sirio s/n, Concepción Las Lajas; L-D de 6 a 21 h). A un costado se halla el Auditorio Metropolitano, obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Su interior sirve de escenario a cualquier cosa que entretenga a los poblanos: desde conciertos, recitales de ópera y exposiciones, hasta estrenos de películas, presentaciones de libros, festivales internacionales y eventos corporativos.

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Marcos Ferro

De noche su fachada se ilumina, mientras los restaurantes y cafeterías que hay a la entrada llenan de barullo la atmósfera en derredor (Sirio, esquina con Pléyades; T. 01222 122 1100, ext. 3100; L-V de 9 a 15 h y de 16 a 19 h). Al Paseo del Río Atoyac se le reservó otra tarea aparte de servir como área de recreación. Sus instalaciones buscan sensibilizar conciencias con respecto al cuidado del ambiente y el uso sustentable del agua. Un módulo de información, talleres y recorridos guiados llaman la atención sobre el trabajo que para recuperar la cuenca del río se está haciendo (Vía Atlixcáyotl 2501; L-D de 6 a 21 h).

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autor #ViajeraExpertaMD y periodista cultural.
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