Hombre campo vestimenta 1
"Comadre, cuando me muera haga de mi barro un jarro.Si tiene sed en el bebay si en los labios se le pegason los besos de su charro"
La charrería, una de las tradiciones mexicanas más genuinas, es parte de la cultura nacional. Se desarrolló con la ganadería y con las faenas del campo, siendo los primeros charros los hacendados ganaderos y sus sirvientes. Su historia comienza cuando, poco a poco, los indios y mestizos se acercaron a los caballos y aprendieron con la facilidad que demostraron para adquirir otros muchos elementos que no correspondían a su cultura.
El uso del caballo sólo estaba permitido a los españoles, ya que los indios y mestizos lo tenían prohibido; aunque estos últimos fuesen descendientes de reyes, no podían ser caballeros so pena de muerte. Sin embargo, al pasar el tiempo, fueron jinetes reconocidos, incluso en Europa.
El caballo fue traído por los españoles desde las Antillas, en donde se pudo desarrollar de una manera especial. Al principio, su crianza estaba restringida al español y al criollo; no obstante, de cualquier manera los indios y mestizos tenían que ocuparse del cuidado de todos los animales y como los caballos estaban en libertad, se vieron en la necesidad de lazarlos, jinetearlos, amansarlos, etc., además, con la reata pudieron controlar a los animales salvajes, y fue así como el virrey Antonio de Mendoza se vio obligado a otorgar permisos para que los indios montaran, pues había que defender la tierra y cuidar el ganado.
El traje de charro tiene, entre sus antecedentes, los atuendos de los jinetes hispanos, quienes hacían prendas verdaderamente extraordinarias, especialmente suntuosas, con adornos en plata y oro. Según algunos historiadores, su origen principal está en el traje de Salamanca, España, al que también se le llamaba «charro».
Los charros han tenido una participación especial en muchos momentos históricos de México, tanto en las luchas como en el mantenimiento de la paz, y gracias a sus hazañas consolidaron su figura. Así, durante la guerra de Independencia apoyaron fuertemente y eran conocidos como los «cuerudos»; también se distinguieron por sus proezas en el manejo de la reata que utilizaban para lazar realistas en el Bajío.
Un grupo importante fueron «los tamarindos», quienes, junto con «el amo» Juan Nepomuceno Oviedo, dueño de la hacienda de Bocas en San Luis Potosí, lucharon en la batalla de Puente de Calderón y en el sitio de Cuautla, donde por cierto Oviedo murió.
Otro personaje reconocido por su atuendo charro fue don Pedro Nava. Su vestimenta consistía en una calzonera de paño azul con botonadura de plata y ceñidor de seda bordado con barras de oro, cotona de piel de venado con alamares de plata, botas camperas y espuelas de acero pavonado.
Maximiliano fue sin duda uno de los grandes promotores del traje de charro, aunque al original le hizo algunas reformas que se conservan hasta la fecha. Él prefería la chaquetilla corta sin adornos y el pantalón ajustado con botonadura de plata; el sombrero que complementaba su atavío era de ala planchada galoneado en plata, así como la toquilla del mismo material. En sus viajes, el emperador se hacía acompañar por «gente de a caballo». Toda la concurrencia lucía con mucho orgullo su indumentaria.
También se confeccionaron sarapes y jorongos, pantalones de jerga en blanco y negro para los patrones, así como rojo y negro para los peones, además de chaquetas, calzoneras y pantalones de cuero.
Las mujeres bordaban las camisas de padres, hermanos y novios con la misma delicadeza con que elaboraban sus prendas preferidas. Así, a los sombreros se les fueron agregando bordados distintos que hacían juego con el resto del traje: dibujos de flores, águilas, búhos, serpientes, etc., todo en plata u oro, según los gustos y las posibilidades de su dueño.
Este atuendo ha tenido dos etapas muy importantes: la correspondiente a la época de Maximiliano y la que surgió después y que sigue vigente hasta nuestros días, con algunas modificaciones, especialmente en lo concerniente al sombrero.
Hay diferentes tipos de trajes: el de faena, que es el más usual para las competencias; el de media gala, que es más ornamentado y se utiliza para las competencias; el traje de gala que, aunque puede usarse a caballo, no se utiliza para la ejecución de faenas; el de gran gala, cuyo uso es similar al de gala, es más formal, aunque menos que el de etiqueta. Finalmente está el de etiqueta o ceremonia, que es el más elegante y se usa en ocasiones muy especiales, pero nunca a caballo.
El traje de charro no puede vestirse de cualquier manera: hay reglas específicas para portarlo, las cuales han sido cuidadosamente obsevadas por quienes quieren conservar la tradición.
Parte importante de la indumentaria del charro son las espuelas, las más famosas se fabrican en Amozoc, Puebla…,»cuyo pavón no borra el tiempo, ni el andar maltrata…», según reza el refrán popular. Por otro lado, las espuelas mantienen vigente la herencia de los diseños árabes y españoles.
Al caballo también le tocó vestirse de lujo con arreos que hacían juego con la vestimenta de su dueño y la silla sufrió modificaciones conforme fueron surgiendo nuevas labores con el ganado. Asimismo, se creó la anquera, descendiente de la gualdrapa, que es como una enagüilla de cuero grueso que cubre el anca del caballo y va ribeteada alrededor de su parte baja con zarcillos o «brincos» hermosamente calados, de los cuales cuelgan algunos adornos llamados «higas» y «coscojos» a los que la gente de campo llama «ruidosos». El fin de este aditamento es amansar al potro y asentarle el paso; es muy útil para ayudar a su educación y lo defiende de las cornadas de los toros.
El antecedente de cómo se fue conformando la charrería, como grupo importante, la tenemos en el siglo XVIII, cuando un contingente de soldados llamados «Dragones de la Cuera» vigilaban los presidios desde Bahía Matagorda, en el Golfo, hasta el río Sacramento, en California del Norte. Ellos protegían a la Nueva España de las invasiones de los indios bárbaros allá por 1730.
De la vestimenta de dichos soldados sobresalía la cuera de ante, que resultaba resistente a las flechas y hacía las veces del escahuipil de la época prehispánica.
Esta prenda tenía mangas y llegaba hasta las rodillas; estaba acojinada por dentro con piel de borrego y era usada con un cinturón de piel cruzado en el pecho; además, en las bolsas de la cuera estaban bordadas las armas del rey.
Fuente: México en el Tiempo # 28 enero / febrero 1999