La hospitalidad xochimilca: de chinampas, canales y cempasúchil en maceta
Esta crónica nos transporta a la cultura chinampera xochimilca, que vive en una de los barrios rurales de la CDMX donde se da el cempasúchil en maceta. ¡Disfrútala!
Los reflejos del sol en el agua invitan a la contemplación, esas nubes algodonosas y un cielo azul, infinito, me recibieron junto con Othón, uno de los integrantes del club de chinamperos productores de cactus, suculentas, sustratos, abonos y flores de cempasúchil en maceta. No sabía aún que estaba por vivir una experiencia entrañable de la hospitalidad xochimilca.
Lee: Ruta del Mezcal en San Luis Potosí
La llegada
Llegué en bicitaxi, la forma más rápida de viajar en transporte público hasta La Santísima, una iglesia antiquísima que en el costado aún mantiene sus raíces prehispánicas para los observadores. En la esquina, unos amigos disfrutaban de unas “caguamitas banqueteras” mientras cantaban al desamor de El triste de José José. Más adelante, un vecino jalaba un puente flotante con un mecate, para cruzar sobre el lago con su tanque de gas, la bici y de paso, mi cámara y yo. Llegué a la casa de Othón, la cual está adornada con un bello mural.
La camaradería xochimilca
Mientras comenzaba el recorrido, pasé a la tiendita de la esquina, o mejor dicho, de la orilla, pues está muy cerca del agua y las canoas. Ahí Don Chocolate, un señor de respeto de la comunidad, junto con sus amigos, nos contaron historias de fantasmas, secretos del trabajo de la tierra y sobre el origen de sus familias.
Las carcajadas se podían escuchar a lo lejos, mientras le gritaban los vendedores de golosinas que iban en su trajinera: “Chocolate, ya te oí, ¡eh!”, cuando algún aludido escuchaba su nombre.
Los canales de Xochimilco
Ahora, un grupo de meditación había rentado la trajinera para acudir a una zona especial y llenarse de energía sanadora de la naturaleza mientras contactaban con su interior. Sobra decir que las mariposas, los pájaros y las lagartijas iban a saludar al grupo de vez en cuando, mientras “Chiquis”, el perro guía, se recostaba en el pasto para que le rascaran la panza.
Tapanco Chinampero
El agradecimiento y las palabras de afecto acompañaron al grupo durante el siguiente trayecto en trajinera, hacia el restaurante El Tapanco Chinampero, donde comimos unos deliciosos tlacoyos de huitlacoche, recién salido de la milpa, acompañados de queso fresco, ensalada de zanahorias y betabel con pollo, además de una refrescante agua de limón con chía.
Bajo el restaurante hay un ajolotario, donde se conserva y se cuida esta especie endémica. A un lado, se puede visitar una tienda donde se pueden adquirir artesanías, dulces típicos, salsas deliciosas, incluso artículos de belleza, a precios asequibles.
De trajineras y cempasúchil en maceta
Nada como un recorrido de regreso en la trajinera, ahora con productores locales de cempasúchil en maceta. Othón nos contó que los tepanecas, a quienes conocemos como aztecas, (después de ser conquistados), se dedicaron a la agricultura en Xochimilco, el Ajusco, Desierto de los Leones y Cuajimalpa, en tiempos prehispánicos.
Que cuando subían al monte encontraban cempasúchil y les gustaba tanto su aroma, que bajaban la planta a la cuenca. Poco a poco fueron mejorando la tierra y la semilla, creciendo en la flor más pétalos, hasta que crearon el “cempasúchil bombón”, pero sólo el pequeño, pues el grande es agroquímico. El primero, incluso es comestible. Se usa para hacer postres, pulque o ensaladas.
Cempasúchil significa “flor de veinte pétalos” (cempa, veinte; xóchitl, flor). Los productores venden sus hermosas plantas de temporada en $10 y explican el cuidado que tienen desde que siembran la semilla, hasta que la cosechan, e invitan a los viajeros a conocer estos sembradíos y adquirir el cempasúchil sin intermediarios, porque de este modo, promueven el consumo local que apoya no sólo a los chinamperos, sino a toda la comunidad que depende de la venta de sus productos.
La despedida xochimilca
El atardecer me regaló una imagen espectacular: a lo lejos, Omar, el remero que también es escultor y fotógrafo, se acercaba en su canoa para acompañarme a conocer un sembradío de cempasúchil. Me despedí de Othón, prometiendo visitarlo pronto para pasar otra divertida tarde y platicar sobre cactus y suculentas.
Omar me cuenta sobre el tiempo y amor que pone un productor xochimilca en sus sembradíos. Con qué empeño acomodan, organizan y transportan las flores que pronto estarán en las ofrendas de cada rincón de esta hermosa Ciudad de México. Es un trabajo poco visibilizado, en ocasiones, mal pagado, pues diez pesos no representan las horas que sus manos cuidaron esas semillas hasta que se volvieron flores, mientras los intermediarios se llevan ganancias hasta del 350%.
La noche nos sorprendió demasiado pronto. Los productores nos dieron permiso de hacer experimentos fotográficos, con unas buenas cumbias de fondo musical. Los moscos nos picotearon, pero logramos algunas tomas antes de que se llevaran las macetas.
Al terminar, cruzamos en canoa hasta el puente flotante de regreso. Ahora con la panza llena, el corazón contento y varios nuevos amigos para visitar en el futuro. La comunidad xochimilca es amable y abre las puertas de su hogar a todo aquel que esté abierto a disfrutar la vida, la buena comida y las charlas interesantes que duran horas. Pronto nos volveremos a encontrar en Xochimilco.