Huastecos y totonacos de hoy II - México Desconocido
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Huastecos y totonacos de hoy II

San Luis Potosí
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Los totonacos, como otros pueblos, fueron evangelizados, sin embargo no tienen una religión sincrética sino desarrollaron una propia que varía según las zonas pero a la vez guarda elementos comunes.

En sus prácticas curativas, pero no sólo en ese ámbito, se manifiesta en gran medida el contenido propio de su religión. En efecto, aunque todo el mundo les llame curanderos, estos especialistas cumplen el papel de chamanes, pues obtienen su sabiduría a través de los sueños y enfermedades; además, pueden entrar en contacto con las «Magtakaynas».

Por ejemplo, en la zona de Coyutla, con la ayuda de las doce madres que cuidan a cada individuo, pueden salir de la tierra y viajar por el universo. Ellos y las «rezanderas», que murmuran sus sermones paganos parecidos a las poesías nahuas (por ejemplo) para enviar lejos a la lluvia destructora, son los «sacerdotes» espirituales y rituales en muchas poblaciones. La Iglesia católica tuvo que aceptar sus ritos y dejar entrar a los bailadores del volador y del quetzal a las iglesias. ¿Cómo podría alguien imaginar una escena parecida en Europa, bailar los danzantes dentro de una catedral para asegurar el orden cósmico del universo a través de un complejo simbolismo pagano de los cuatro puntos cardinales? No; la religión de los totonacas no es sincrética ni subordinada al catolicismo, sino que es algo aparte de igual valor.  

Los totonacos, como otros pueblos, fueron evangelizados, sin embargo no tienen una religión sincrética sino desarrollaron una propia que varía según las zonas pero a la vez guarda elementos comunes. En sus prácticas curativas, pero no sólo en ese ámbito, se manifiesta en gran medida el contenido propio de su religión. En efecto, aunque todo el mundo les llame curanderos, estos especialistas cumplen el papel de chamanes, pues obtienen su sabiduría a través de los sueños y enfermedades; además, pueden entrar en contacto con las «Magtakaynas». Por ejemplo, en la zona de Coyutla, con la ayuda de las doce madres que cuidan a cada individuo, pueden salir de la tierra y viajar por el universo.

Ellos y las «rezanderas», que murmuran sus sermones paganos parecidos a las poesías nahuas (por ejemplo) para enviar lejos a la lluvia destructora, son los «sacerdotes» espirituales y rituales en muchas poblaciones. La Iglesia católica tuvo que aceptar sus ritos y dejar entrar a los bailadores del volador y del quetzal a las iglesias. ¿Cómo podría alguien imaginar una escena parecida en Europa, bailar los danzantes dentro de una catedral para asegurar el orden cósmico del universo a través de un complejo simbolismo pagano de los cuatro puntos cardinales? No; la religión de los totonacas no es sincrética ni subordinada al catolicismo, sino que es algo aparte de igual valor. 

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Sus conocimientos históricos, transmitidos en lengua totonaca, guardan su pasado desde los orígenes, a través de los tiempos de la preconquista, cuando vivían sus reyes, hasta la llegada de los españoles y la revolución. Una cosmovisión completa que explica el orden del universo y de la naturaleza, que da reglas y tabúes para protegerlos, contribuye a que una gran parte de los totonacos se sienta orgullosa de su cultura. 

Al norte de El Tajín se encuentran los huasteco-mayas o teenek que conviven allí con los totonacos. Si se les pregunta cómo saludan, uno podrá escuchar, en sonidos cercanos al maya peninsular, con el que está emparentada su lengua, la expresión: Jóton ti ulu tam ca tzich, ¿Qué dice entonces tu corazón? O bien, otras que consideran el bienestar ajeno.  Hoy, los teenek ocupan una pequeña franja del que fuera su territorio histórico que se extiende por el norte de Veracruz y oriente de San Luis Potosí.  Según cifras oficiales son 120,000 aunque se podrían añadir entre 20 y 40 mil distribuidos en forma discontinua en pueblos, congregaciones, rancherías y ejidos, principalmente en los municipios de la sierra de Otontepec: Tancoco, Tantima, Chinampa de Gorostiza y cerca de Tantoyuca y Tempoal y, en San Luis Potosí, en los municipios de Aquismón, Tancanhuitz, Ciudad Santos, Huehuetlán, Tampamolón, Tancuayalab, Tanjalás, Tamuín, Ciudades Valles y Ébano.

Este territorio lo comparten con grupos nauas.  En sus comunidades, la vida de los teenek gira en torno a la agricultura de alimentos básicos, sobre todo de maíz y frijol bajo el sistema de roza, tumba y quema, y de la fabricación de numerosas artesanías (en especial las hechas a partir del zapupe, como morrales, bolsas, cordelería y estropajos; de la palma real, como sombreros, petates, asientos, sopladores y diversos objetos de cerámica), actividades que se complementan con el comercio en pequeña escala, la cría de ganado vacuno, ejidal y particular, de guajolotes, gallinas y puercos, por casi todas las familias, la producción de algunas frutas y hortalizas, la recolección y la migración de los jóvenes -hombres y mujeres- a las ciudades para trabajar en diversos oficios, en general no especializados.   

En el trabajo agrícola, lo mismo que en el artesanal, participan las mujeres y los niños. Entre los teenek, hombres y mujeres gozan de un estatus casi igualitario, pues el trabajo de unos y otras se considera complementario y no excluyente, como sucede entre los mestizos y otros grupos indios del Golfo. Por lo mismo, las mujeres se llegan a hacer cargo de las parcelas, desde su siembra hasta la elaboración y venta de los productos. 

La vida de los huastecos se organiza en función de dos estaciones bien definidas a lo largo del año, el temporal (de abril a octubre) y el tonalmil (de noviembre a marzo). En el aspecto agrícola cambian el ritmo de crecimiento y los cultivos que acompañan al maíz; en lo doméstico, las familias reparan sus viviendas y se abastecen de combustible y de materias primas para la fabricación de artesanías antes de las lluvias, y en cuanto a las celebraciones colectivas, el tonalmil se asocia al tiempo en que se festeja a los muertos, que junto con las fiestas del carnaval, las que se asocian al cultivo del maíz durante la siembra y cosecha y las de los santos patronos, son las de mayor relevancia en todas las comunidades de la Huasteca. En estas fiestas la forma es católica, pero mucho de su contenido es prehispánico.   

Durante las tareas agrícolas principales y en fechas festivas como las mencionadas, los teenek comparten comidas rituales que suelen acompañar de bebidas alcohólicas en cantidad moderada. Las más importantes son el zacahuil (tamal gigante relleno de varias carnes, hasta un puerco destazado y varios pollos) con un peso de entre 40 y 100 kilos, el bolim. (tamal que envuelve a un pollo entero), los tamales comunes con diversos rellenos de carne de puerco o de res, de frijol o ajonjolí, y el thaczil o pascal. Los dos primeros también se usan para propiciar la reciprocidad entre los individuos y las deidades, o bien, principalmente el segundo, en los casos en que se requiere recuperar la salud; la ofrenda se deja en los cruces de los caminos o bien a la orilla de los ríos. El pascal es un platillo especial, ritual, que se ofrece en ocasiones importantes, como las bendiciones de casa y al término de las cosechas.

Está hecho a base de carne de guajolote en una salsa de ajonjolí, cuya preparación delicada está vetada a las mujeres corajudas o en periodo menstrual. En tales casos, la carne queda mal cocida o la salsa mal condimentada. Este platillo es típico de los huastecos de alrededor de Tantoyuca. A diferencia de otros grupos indígenas de la Huasteca, las manifestaciones artísticas más significativas de los teenek son las danzas. Junto con el esparcimiento, en ellas expresan su historia, su concepción sobre la naturaleza, sus creencias cosmogónicas y buena parte de sus relaciones sociales. Las más comunes son las danzas de la Malinche, los negritos, las varas, el gavilán (típica de los teenek) y los espejos; algunos autores sostienen que el palo volador es de origen huasteco, aunque ahora no lo representan.

El personaje central de la mitología teenek es el joven Quetzalcóatl, an ipa, que representa el alma del maíz y cuya presencia permea la vida, el trabajo, los ritos, la historia y la producción de los huastecos. Por ejemplo, los vientos del norte que azotan con fuerza entre noviembre y febrero, con graves riesgos agrícolas porque llegan a tirar las plantas del maíz, se explican por la lucha del viento negro que quiere atrapar al ipa, en este caso el maíz tierno. También persiste la leyenda del descubrimiento del maíz, en la que un joven teenek amarra a una hormiga con una hebra de zapupe (cultivo característico de los teenek); aquella, ante la amenaza de que la partan por la mitad, no tiene más remedio que descubrir el escondite donde los dioses habían dejado los granos, de ahí la forma anatómica de la hormiga. Así como éste, otros muchos relatos nos hablan del reino animal, del medio ambiente físico y social, de los moradores o seres de las montañas que cuidan o castigan a los teenek según cumplan con ellos o no. 

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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