Llénate de inspiración con el efecto Tequila - México Desconocido
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Llénate de inspiración con el efecto Tequila

Jalisco
Llénate de inspiración con el efecto Tequila fifu

Vive con nosotros un recorrido por el Pueblo Mágico de Tequila y llénate de inspiración para visitar sus haciendas y conocer sus campos de agave.

“Imposible”, respondí con una liga para el cabello entre los labios, pensando en todos mis pendientes de la oficina, mientras peinaba a mi hija para llevarla a la guardería. “Me encantaría, pero no puedo”, le dije a mi amiga Manuela, que me invitaba a una cata especial de José Cuervo en la Hacienda El Centenario de Tequila,  Jalisco. Entonces colgué. Y mientras terminaba, pensé en el extraño azul de los campos de agave que había visto tantas veces en foto. Entonces volví a llamar. “Mejor sí voy”, le dije, y la oí sonreír.

 Cristóbal de Alba

A todo galope

Menos de 48 horas después, mis manos tomaban las riendas de Polvorete, un caballo joven que sería mi compañero de aventuras por el paisaje agavero –Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2006– y mi mente repasaba la teoría de cómo montar a caballo (sin perder el sombrero y tomando fotos al mismo tiempo).

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Desde la mediana altura que ofrece el brillante pelaje de Polvorete, respiré profundo por primera vez en muchas horas. Y ahí, frente a mí, me sonrió el paisaje: azul, moteado de verde, con un inmenso huanacaxtle interrumpiendo las filas de agave. A pesar de lo accidentado del terreno, en cañadas y lomas, el agave tequilana Weber prospera durante al menos siete años hasta alcanzar la madurez necesaria para convertirse en la enigmática bebida.

. Cristóbal de Alba

Un jalón de Polvorete me sacó de mi ensoñación. A trote, alcanzamos al grupo que se refugiaba bajo la sombra de un árbol de mango para saludar a un hombre fuerte –de bigote negro azabache y camisa blanca impecable– que cortaba piñas de agave con enorme habilidad. Se trataba de don Ismael, el jimador más afamado de Tequila, quien trabaja para José Cuervo desde hace unos 50 años.

Entre chistes y anécdotas, mientras dejaba la piña lista para los hornos de la destilería, Ismael nos contó por qué no toma ni una gota de tequila: “de niño vi a varios jimadores cortarse los pies con la coa, y entendí que es un trabajo de gran precisión”. Antes de irnos, Manuela le pidió a don Ismael que le dejara hacerle un retrato. “Para mandarlo al chat de mis tías”, le dijo simpática. “Pues tráigase a las tías, aquí las enseñamos a chambear”, respondió divertido. Todos nos reímos. 

Del elixir y su proceso 

Todo empezó con una elegante faena en el pequeño ruedo de la hacienda. Al terminar la suerte charra, nos sentamos a cenar en un inusual escenario: una antigua tienda de raya, llena de cachivaches, con una barra de más de 20 metros.

Con ayuda de limón, sal, azúcar, pan, coco, granos de café, chocolate negro y vainilla, poco a poco nuestro paladar aprendió a distinguir entre los tequilas blanco, añejo y reposado; y practicamos cómo respirar para sacar a relucir todos sus sabores. Admiramos sus piernas y lágrimas en una copa riedel.

Al día siguiente

Después  de desayunar, caminamos a la destilería La Rojeña, de José Cuervo, la más antigua del planeta, donde se genera solo 10% de su producción total. Entre hornos, alambiques y salas de añejamiento, entendimos la cultura legendaria del tequila, un proceso cuidadoso que es fuente de orgullo –y de trabajo– para prácticamente todo el pueblo. A 17°C y 60% de humedad, nos acostumbramos a la oscuridad en la cava de Reserva de la Familia, el corazón secreto de La Rojeña.

Con el sabor de uno de los mejores tequilas del mundo en el paladar, hicimos un brindis con las mismas palabras de la familia Cuervo: “por la vida”, “por la buena vida”, mientras nos mirábamos a los ojos sonriendo.

 Cristóbal de Alba

El añejamiento de la amistad

Con ese cálido gusto todavía en la boca y entre festivos mariachis, tomamos el José Cuervo Express de regreso a Guadalajara. Muy pronto, sobre las vías, el pueblo quedó atrás. Mientras mirábamos la tarde caer sobre los agaves, deseando ver por última vez a Polvorete, Manuela se quedó dormida, abrazando la damajuana de tequila Maestro Dobel que nosotras mismas habíamos mezclado.  Entonces pensé en mi vida: tan ajetreada a veces, diminuta en el universo y llena de preguntas; pero al mismo tiempo tan simple y luminosa como la amistad de Manuela.

Como prueba de ello, miré mis manos –tan precisas y dedicadas como las de don Ismael– que al día siguiente me ayudarían a hacer, con más cuidado que nunca, mi sencilla labor de estilista.

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autor #ViajeraExpertaMD y Embajadora de México desconocido en la ciudad de Puebla.
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