Islas Marías: más que una prisión, un paraíso natural
Las Islas Marías son un penal, pero también un paraíso natural poco explorado. Aquí te contamos todo en torno a las especies y animales que en ella habitan.
Cuando mi colaborador Raúl Pontón me animó a pedir un permiso para elaborar un reportaje de las Islas Marías, no imaginé lo difícil que sería hablar sobre este lugar verdaderamente desconocido para la gran mayoría de los mexicanos.
Si embargo, después de un tiempo de pensarlo, decidí que hablaría de lo que yo vi, sin olvidar en ningún momento que las Islas Marías son un penal. Es decir, una prisión en donde la gente está limitada en sus libertades porque purga condena por algún delito.
Va pues, mi visión de este lugar de México que, sin lugar a dudas, es de una belleza natural impresionante.
La llegada
Después de viajar toda la noche, primero a Guadalajara en avión y de allí a Tepic en camión, mi compañero y yo dormimos en un hotel cerca de la terminal de autobuses y a la mañana siguiente tomamos un taxi al aeropuerto en donde nos habíamos citado con una persona de la Secretaría de Gobernación y con Francisco Javier Acevedo, buzo profesional y fotógrafo que nos acompañaría en nuestro viaje.
A eso de las 10 a.m., abordamos un bimotor que en unos 40 minutos nos dejó en el pequeño aeropuerto de la isla. Cuando levanté la vista, aparecieron en la inmensidad del Pacífico; desde el aire se ven como pequeñas rocas tupidas de verde y bastante cerca una de la otra. De hecho, no están muy lejos de la costa ya que la distancia de María Madre a San Blas, en Nayarit, es tan sólo de 71 millas.
Día 1
Por fin enfilamos a la pista y en unos minutos estábamos en el pequeño aeropuerto de Balleto. Cuando bajamos a tierra fuimos presentados al director del penal y nuestro equipaje fue revisado al igual que el de todo el mundo.
Una vez cumplidos los trámites de entrada caminamos hasta la casa de gobierno donde nos alojaron. En cuanto dejamos nuestro equipaje, salimos a hacer el primer recorrido de trabajo. Este fue por los campamentos más cercanos. El primero que visitamos fue el campamento Nayarit que es donde nos alojamos.
Una vez recorrido el campamento, donde por cierto hay una gran cantidad de árboles de guamúchil, en los que según nos dijeron en las tardes se paran cientos de pericos de cabeza amarilla (endémicos de las islas) a comer y descansar, nos proporcionaron un vehículo para ir a conocer los campamentos cercanos.
El primero de ellos fue el de Rehilete, donde hay una incubadora y dos grandes corrales que forman parte de la granja avícola, que junto con la de Bugambilias cuenta con unas 7 000 aves que surten de carne y huevo al penal.
Un poco más adelante visitamos el vivero forestal, con sus pequeños árboles de guanábana y de guamúchil principalmente, que pronto serán plantados para sustituir a los que dañó el huracán «Rosa», que azotó muy duro al archipiélago.
Posteriormente, visitamos la granja apícola, donde se producen abejas reina destinadas a sustituir a las africanizadas en el continente, debido a que la isla es un reservorio fabuloso porque no se ha detectado en ella la presencia de abejas africanas. Según nos explicaron en el apiario se producen alrededor de 400 abejas reina y en época de lluvias se producen unos 1 800 litros de miel y 150 kg de cera.
De Rehilete fuimos a Balleto, campamento principal de la isla donde se localizan las oficinas de gobierno. las viviendas de empleados y colonos, el muelle de entrada, la Casa de la Cultura, una biblioteca y diversos talleres.
En la Casa de la Cultura se pueden admirar bellas artesanías hechas de cuero (cintos), de concha o de hueso. Cuenta, además, con un videoclub donde los colonos pueden alquilar películas; junto a ella existe un área arbolada con fuentes y edificios que alojan una sala audiovisual; talleres de danza, teatro y otros.
También hay una biblioteca de dos niveles con vista al mar: un enorme salón para exposiciones con capacidad suficiente para albergar un escenario, y una enorme pista donde los sábados se pone bueno el «bailongo”. Hay además canchas de básquetbol en donde se juegan reñidos partidos entre colonos, marinos y empleados de Gobernación, y cuando teníamos dos días de estar allí se abrió nuevamente un café cantante.
El tiburón de palo fierro y otros hallazgos
Después de visitar toda esta zona fuimos a conocer el muelle donde atraca el barco que llega el viernes y tomamos algunas fotografías de la iglesia, el tiburón de palo fierro que es símbolo de la isla, una peculiar gasolinería, la oficina postal y el local donde están detenidos los que han violado algún reglamento, que generalmente son obligados a hacer la “matiné”, esto es, descargar la mercancía que todos los viernes lleva el barco.
También conocimos un taller donde los colonos aprenden a manejar tornos y fresadoras para elaborar piezas de metal, y un taller de cómputo. En ambos, los colonos salen diplomados y con un conocimiento que les permitirá desenvolverse mejor cuando obtengan su libertad.
Por la tarde salimos del campamento Nayarit para hacer un recorrido por todo el perímetro de la isla. Fuimos primero a la parte oriental, donde la pendiente hacia el mar es bastante inclinada y las playas son estrechas y rocosas, pero el agua es cristalina y el oleaje tranquilo.
Desde allí hay una magnífica vista de San Juanico y el Morro, una impresionante roca desnuda que es el hogar de cientos de aves marinas, principalmente bobos de patas amarillas.
Después de un rato de camino entre la frondosa vegetación y el mar, llegamos al campamento Aserradero, que, como su nombre lo indica, se dedica principalmente a la actividad maderera. Visitamos una cueva que hoy es una pequeña capilla, pero que antaño era una pavorosa celda de castigo, donde dejaban a los colonos durante semanas en la oscuridad y con un calor infernal.
De Aserradero nos dirigimos hacia el norte, al campamento Bugambilias, que es el que tiene mayor extensión territorial; en él viven 376 colonos dedicados a la actividad agropecuaria y a la fabricación de ladrillos.
Esta zona de la isla es plana, está preparada para la agricultura y en ella se siembran hortalizas como cebolla, chayote, calabaza, coliflor, jitomate, lechuga, rábano, pepino y chile serrano, y también sorgo, maíz y frijol. Casi toda el área destinada al cultivo es de riego, aunque también hay tierras de temporal.
En Bugambilias, además de las aves de corral; se cría ganado bovino, que surte de carne a las Islas, así como cerdos que se aprovechan al máximo. El ganado ovino se distribuye entre Rehilete, Laguna del Toro y Bugambilia. De este ganado se obtiene carne, y pieles para el taller de curtiduría.
Cuando salimos de Bugambilias, la tarde caía; el cielo comenzó a pintarse de todas las tonalidades de rojo y la luz se volvió más y más cálida; el espectáculo era increíble. En la parte occidental de la isla la pendiente es mucho más inclinada, y las playas tienen un oleaje más fuerte.
Pasamos, ya estaba bastante oscuro, por Papelillo, campamento donde se envía a los que incurren en faltas, y que se dedican principalmente a labores de mantenimiento del camino, y por Camarón, actualmente deshabitado por los daños que causó el huracán «Rosa». Ya de noche continuamos nuestro camino hasta completar el circuito.
Día 2
Al día siguiente fuimos temprano al muelle para abordar dos pequeñas embarcaciones pesqueras que nos llevarían a conocer la Magdalena, actualmente deshabitada y virgen. Sin embargo, en esta ocasión no voy a hablar de ella.
En la tarde llegamos nuevamente a la María Madre para comer y hacer una visita al campamento Zacatal, el más pequeño y más alto de la isla, que alberga únicamente a 22 colonos, dedicados al cultivo de hortalizas. Es allí donde se ubican las antenas de recepción de telecomunicaciones. En la isla hay una central telefónica para control de llamadas, telégrafo, correo, televisión, radio y un fax exclusivo para servicio oficial.
El camino a Zacatal sale de Rehilete hacia las montañas. Es muy hermoso y conforme uno va ascendiendo, la vegetación cambia y el clima se vuelve más fresco. Cardenales y pericos vuelan sobre nosotros. Vemos en las orillas varios cajones de abejas y el doctor José Ignacio Cuadriello Aguilar, apiólogo que nos acompaña, nos va hablando sobre el programa apícola.
Mientras tanto, su acompañante, un colono que cuando salga (ya pronto) tiene una beca para ir a estudiar a España, nos explica sobre las especies vegetales que observamos. Ni qué decir de la vista que se tiene desde el punto más alto de la isla; es absolutamente maravillosa. Ya entrada la noche, llegamos rendidos a descansar.
Día 3
El viernes, como dije, es la llegada del barco, acontecimiento importante en la isla; con él llegan muchas cosas para los colonos: víveres secos y frescos, ganado. maquinaria, refacciones y artículos diversos como gas y diésel para las siete plantas de luz que iluminan la isla. Pero lo más importante que llega son los parientes de los presos que convivirán con ellos unos días.
Después de fotografiar la llegada de la gente y los trámites que tienen que hacer para entrar, fuimos al Morro a bucear durante una buena parte del día. y por la tarde descansamos y compramos algunas artesanías.
Día 4
El sábado por la mañana estuvimos nuevamente en el mar pero regresamos temprano para visitar lo que no pudimos ver el primer día. Fuimos al campamento Morelos, que es donde se instala a los colonos que acaban de llegar.
Visitamos la vieja salina, que aunque ya no se trabaja, todavía tiene una bodega con mucha sal de donde se surte el penal. En la actualidad, la salina se usa para el cultivo de camarón del cual mensualmente se obtienen 150 kg.
De Morelos continuarnos hasta Punta Halcones, con su puesto de observación que tiene quizá una de las mejores vistas de la isla. De regreso, mientras Alfredo subía a terminar sus fotos de Zacatal, yo fui a ver la despedida del barco.
Es triste porque es la hora en que los familiares parten y la soledad vuelve hacerse presente, pero también es el momento en que algunos colonos vuelven al continente, en libertad, por haber cumplido sus condenas. Después, nos reunimos para ir al baile de la noche al que asisten los colonos de todos los campamentos con sus visitas (las que llegaron el viernes) y con música de orquesta y tocadiscos se dan vuelo en la bailada. Agotados nos fuimos a dormir ya que el día siguiente partíamos del penal.
Día 5
Más o menos al mediodía, estábamos en el aeropuerto de Balleto para tomar el avión rumbo a Tepic. Nos despedimos del director y de todos lo que nos acompañaron y ayudaron para desempeñar nuestra labor. Ya en el aire, hice una recapitulación de todo lo que había visto en las Islas Marías: es un penal diferente en cierta forma.
En él no existe el hacinamiento, se vive en un lugar agradable a la vista y eso cuenta, existen más oportunidades para el recluso, sobre todo el de bajos recursos, de mantenerse activo y no caer en el ocio destructor, y se come mejor que en otras prisiones.
No dudo que existan fallas; es muy probable que haya todavía muchos sistemas que perfeccionar o vicios que combatir, pero desde mi punto de vista, el recluso de las Islas Marías está en una mejor situación que el de otros penales, y eso es un paso adelante.
Lo que no sabías de las Islas Marías
- Desde 2010, la UNESCO declaró a las Islas Marías como Reserva de la biosfera, debido a su flora y fauna endémica.
- Debido a que el ecosistema de las islas es muy delicado y con el fin de evitar su deterioro no han sido destinadas al turismo.
- La única isla poblada de este conjunto de islas es la de María Madre.
- En conjunto, el archipiélago tiene una superficie territorial de 274.2 km2. La isla más grande es la María Madre que tiene casi 14 km de norte a sur y un poco más de siete en la otra dirección (126.4 km2); le sigue en tamaño la Magdalena con 86.6 km2, luego la Cleofas con 27.3 km2y el islote (que no isla) de San Juanico, que mide 12.3 km2.
Un poco de historia
A principios de 1905, Porfirio Díaz compró el archipiélago de las Islas Marías por 150 000 pesos y a mediados de ese mismo año, decidió convertir estas islas en una colonia penal. Dos años después ya vivían en la María Madre 190 reclusos y un profesor.
Una vez terminada la lucha armada de 1910, el presidente Álvaro Obregón utilizó el penal de las Marías para encarcelar delincuentes comunes y políticos opuestos a su régimen, y Calles mandó a las Islas a muchos de los prisioneros de la rebelión cristera.
En diciembre de 1939, aparece en el Diario Oficial el decreto del presidente Lázaro Cárdenas en el que se da a conocer el estatuto por el cual el penal queda bajo la responsabilidad de la Secretaría de Gobernación, y que entra en vigor a principios de 1940.
Durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta llegaron a las Marías las primeras familias de los presos a vivir con los sentenciados, a pesar de que es en esa época cuando surgieron las más horrendas historias de vejaciones, malos tratos y torturas a los reclusos.
En aquellos años iban a las Islas los presos considerados más peligrosos, aunque realmente algunos de los sentenciados eran casos patológicos graves, enfermos que debieron estar en un hospital psiquiátrico.
En 1970, el presidente Echeverría viajó al penal donde recibió quejas de los reos sobre maltrato, explotación y mala alimentación, nada extraño para una cárcel. A partir de entonces se ha pretendido cambiar el perfil del penal para convertirlo en un verdadero modelo de readaptación que aproveche las condiciones de la isla.
En la actualidad, los reclusos que ingresan a las Marías deben cumplir ciertos requisitos como ser de baja peligrosidad, tener una condena mínima de dos años a partir del traslado, contar con sentencia ejecutoria, no estar a disposición de alguna autoridad judicial o administrativa, no pertenecer a grupos delictivos organizados, tener entre 20 y 50 años, estar sanos física y mentalmente, y ser personas de bajos ingresos.
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