La cera escamada
Los mexicanos antiguos criaban abejas aborígenes del género de las meliponas para obtener miel y cera. Sin embargo, a raíz de la conquista se importó la abeja europea-de mayor tamaño que la americana-y junto con ella se introdujo la industria de las velas hasta ese momento desconocido en estas tierras. La manufactura de cirios, velas y veladoras se extendió rápidamente, tanto en los conventos como en las poblaciones civiles.
A lo largo deI Virreinato hubo varias ordenanzas para el gremio de cereros, donde se especificaban Ia pureza de Ia cera y los métodos de trabajo. La primera fue expedida por el virrey Martín Enríquez de Almanza en 1574. Otras dirigidas a los cereros y candeleros fueron decretadas porel virrey Luis de Velasco hijo y, más tarde, por Diego Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcázar, y Francisco de Güemes y Horcasitas, Primer Conde de Revillagigedo.
Hasta Ia fecha, Ias velas de cera de abeja se elaboran artesanalmente de Ia siguiente manera: en una rueda de bejuco colgada deI techo se suspenden los pabilos, que son gruesos cordeles de algodón de un tamaño predeterminado. En una cazuela se funde Ia cera, cuyo color original es amarillo; si se requieren velas blancas, Ia cera se expone al sol; si es otro el color que se necesita, se agrega polvo de anilina. La cazuela se coloca en el suelo y con una jícara o un jarrito se vierte cera líquida sobre el pabilo. Una vez que escurre el sobrante, se mueve Ia rueda para bañar el siguiente pabilo y así sucesivamente. La operación se repite Ias veces necesarias hasta obtener el grosor requerido. Otro método consiste en inclinar Ia rueda para bañar el pabilo directamente en Ia cera derretida.
Las teas usadas para Ia iluminación en el México prehispánico fueron reemplazadas por Ias velas. Elisa Vargas Lugo relata «Las fiestas de Ia beatificación de Rosa de Lima», que tuvieron lugar en México en 1668, para lo cual se construyeron grandes tramoyas que simulaban capillas, jardines y habitaciones. La estructura se iluminó con: trescientos vidrios de aceite, cien casolejas, cien velas y doce hachas de cuatro pabilos. Las del frontispicio de afuera cinco arañas de plata con ciento y veinte bujías (Ias bujías son velas de cera blanca).
Sin embargo, el papel más importante de los cirios y Ias velas se encuentra en el marco religioso: no puede concebirse una procesión sin que cada participante lleve una o varias velas encendidas, ni tampoco Ias posadas navideñas –costumbre reseñada por Antonio García Cubas en Ia primera mitad deI siglo– sin Ias tradicionales velitas.
Durante Ias fiestas de muertos (1 y 2 de noviembre), miles de velas iluminan de día o de noche los panteones a lo largo y ancho deI país, para recibir dignamente a Ias almas de los difuntos que vienen de visita, y aluzarlas para que encuentren fácilmente el camino. Son famosas Ias iluminadas nocturnas en Janitzio, Michoacán y en Mízquic, Distrito Federal, pero también se acostumbran en muchas otras poblaciones.
En los Altos de Chiapas se elaboran unas velas delgadas, cónicas y policromadas, con Ias cuales los chiapanecos hacen manojos (agrupadas por colores) que, para su venta, cuelgan deI techo de Ias tiendas. En el piso de Ias iglesias se les puede ver encendidas y colocadas en hileras, iluminando Ia cara deI indígena que Ias obsequia al santo de su devoción.
Reza en voz alta y, frecuentemente, increpa a Ia figura sagrada por no haberle concedido el favor largamente implorado, a pesar de haberle ofrendado en varias ocasiones numerosas velas.
En Ias ferias anuales de algunos pueblos de Ia costa chica de Guerrero y Oaxaca, los visitantes van a Ia iglesia con velas encendidas y un ramo de flores, los cuales depositan en el altar después de rezar. Los especialistas que se dedican a hacer limpias a todas Ias personas que así lo solicitan también usan velas y flores.
Las velas son indispensables en casi todas Ias curaciones y ritos propiciatorios en donde se utilizan además diferentes elementos, algunos de uso muy local, como figuras de barro (en Metepec, Estado de México, y Tlayacapan, Morelos, entre otros) o papel amate recortado (en San Pablito, Puebla).
Componentes más generaIes son aguardiente, cigarros, ciertas hierbas y, a veces, comida, aunque nunca faItan Ias velas encendidas que dan solemnidad aI ambiente.
Junto con Ias nuevas abejas y Ia manufactura de velas vino a México Ia técnica de Ia cera escamada, con Ia cual se realizan hasta Ia fecha objetos muy populares. Por lo general, se trata de velas o cirios adornados profusamente con diferentes figuras–principalmente flores- que son utilizados por Ios devotos como ofrendas en Ias iglesias.
La técnica consiste en formar (en moldes de barro o de madera) capas muy delgadas de cera, en ocasiones de vivos colores. Para hacer modelos cerrados (como frutas, pájaros y ángeles) se usan dos moldes adosados, y por el lado hueco hecho ex profeso, se llenan de cera líquida, e inmediatamente se sopla por el orificio para que Ia cera se distribuya de manera uniforme, formando una sola capa pegada a Ias paredes deI molde. Posteriormente éste se sumerge en el agua fría y, una vez cuajada Ia cera, se separan Ias dos partes de él. Para Ias figuras «sencillas», se usa un solo molde deI tamaño y forma adecuados.
Las flores se hacen en moldes con mango (cónicos o semiesféricos), que tienen ranuras para delimitar los pétalos. Se sumergen varias veces en cera líquida, se introducen en agua fría y después se desprende Ia forma, se recorta con tijeras Ia silueta señalada por Ia ranura y se modela manualmente para dar el acabado deseado. AIgunas veces Ias piezas se adhieren directamente a Ia vela o cirio, y otras se fijan por medio de alambres. Adornos finales son el papel lustre, de china y oro en hoja.
En el estado de San Luis Potosí se realizan verdaderas filigranas de cera, mediante moldes planos de madera muy similares a los que se utilizan para grabados. Los modelos varían de acuerdo con Ia población: en Río Verde se acostumbran pequeñas construcciones arquitectónicas (iglesias, altares, etcétera); en Santa Maria deI Río se usa solamente la cera blanca, y Ias placas de filigrana se combinan con guirnaldas de flores que se adosan a armazones envueltos en papel crepé, con uno o varios cirios en medio; en Mezquitic Ias formas son parecidas, pero se utiliza Ia cera multicolor. En todos los casos son obras de gran tamaño que se colocan sobre bateas y se nevan en procesión a la iglesia. La tradición de ofrendar altares y bateas en el estado de San Luis Potosí es bastante antigua, pues data cuando menos de los albores deI siglo XIX: en 1833, el Vicario de Santiago deI Río, fray Clemente Luna, organizó el paseo de Ias bateas floridas, consistente en un recorrido por Ias calles que concluía con Ia negada al templo.
En Tlacolula, Teotitlán y otras poblaciones deI valle de Oaxaca, velas ricamente adornadas con flores, frutas, pájaros y un ángel adornan el interior de Ias iglesias. Hasta hace poco tiempo, para pedir Ia mano de una muchacha, el novio y sus parientes acostumbraban llevar a Ia familia de Ia novia pan, flores y una vela adornada.
Michoacán es otro estado donde florece Ia tradición de Ia cera escamada, en cuyas iglesias, durante Ias fiestas, se pueden admirar velas con grandes ramiIletes de flores de cera. En Ocumicho, arcos de cera escamada enmarcan Ias imágenes de santos que son llevados en procesión alrededor deI amo de Ia iglesia, junto con cirios ricamente ornamentados. En Ia fiesta de Patamban, Ia calle principal se adorna con un Iarguísimo tapete de aserrín: de tramo en tramo se colocan arcos confeccionados con jarritos -Patamban es población alfarera-, flores, elotes, o, en muchos casos, con figuras de cera escamada. La gente trabaja desde Ia madrugada para engalanar su calle, por Ia que más tarde pasará Ia procesión que destruye todo el efímero esplendor.
En Ias poblaciones totonacas y nahuas de Ia sierra de Puebla, Ias velas adquieren relevancia especial. Su ornato consiste, principalmente, en discos y ruedas de cera sobrepuestas a Ias velas, adornadas a su vez con estrenas, flores y otras figuras. Para cada fiesta hay un mayordomo encargado de donarlas a Ia iglesia, y es en su casa donde se reúnen Ios hombres deI lugar: varios músicos tocan instrumentos de cuerda y a cada asistente se Ie ofrece una copa, después de Io cual cada uno toma una vela (que se encuentran colocadas en hileras ) para, acompañados de todos Ios grupos de danzantes que actúan en Ia fiesta, dirigirse en procesión a Ia iglesia, llevando a cuestas al Santo Patrono deI lugar. La procesión se detiene cada vez que Ios inquilinos de una casa Ie ofrecen comida y flores al Santo. AI llegar a Ia iglesia todos rezan y Ias velas son depositadas en el altar.
Existen muchos otros lugares de México donde se acostumbra Ia cera escamada, por ejemplo San Cristóbal de Ias Casas, Chiapas; San Martín Texmelucan, Puebla; Tlaxcala, Tlaxcala; Ixtlán deI Río, Nayarit, y muchos más. Los grandes cirios, adornados frecuentemente con figuras recortadas de papel lustre o con motivos pintados, suelen hacerse en cererías especializadas que los distribuyen por todo el país.
La vela y Ia cera escamada, elementos efímeros que se consumen con el fuego, imparten una atmósfera festiva de luz y brillantez a Ias ceremonias religiosas comunitarias y familiares, al mismo tiempo que son objetos ceremoniales de gran importancia en la vida del mexicano, tanto indígena como mestizo.