La ciudad de Tlaxcala, un gran tesoro
En espera del visitante, muy cerca de las ciudades de México y Puebla, está la capital de Tlaxcala, diminuta en su extensión pero enorme por sus atributos.
Iniciamos el recorrido por Tlaxcala desde su plaza principal, la cual está rodeada de árboles centenarios que ofrecen su acogedora sombra a los transeúntes; en el centro de la plaza se ubican un pequeño quiosco y una fuente octagonal que el rey Felipe IV obsequió a finales del siglo XVII como un reconocimiento a los tlaxcaltecas por su participación en la conquista de México.
Frente a la plaza está la antigua Casa Real,que alguna vez sirviera de residencia a Hernán Cortés y a varios virreyes, y que actualmente aloja al Palacio de Gobierno. Esta soberbia construcción de dos niveles fue erigida en 1545. Su fachada central y los arcos del segundo piso son de cantera labrada con motivos florales, que destacan del resto de la construcción recubierta de ladrillos y yesería con los colores tradicionales de Tlaxcala: rojo y blanco.
Tlaxcala es la capital del estado del mismo nombre, por cierto el más pequeño de la República Mexicana. Se trata de una ciudad en la que a cada paso se percibe el cuidado, tanto de sus autoridades como de sus habitantes, por conservar la armonía del entorno: calles impecables, relucientes monumentos coloniales y una atmósfera de luminosa tranquilidad provinciana. A un lado del Palacio de Gobierno están el Palacio Municipal, con una espectacular fachada de tres arcos de cantera tallada con temas indígenas, y el Ayuntamiento, con sus vistosas postales en perfecta armonía con el resto del conjunto arquitectónico.
La parroquia de San José, al otro costado de la plaza, fue construida en el siglo XVI y reconstruida en el xviii, pues un terremoto destruyó la cúpula y los muros originales. Hoy ostenta una sola torre y una hermosa fachada de ladrillos y azulejos de talavera. En su interior se conservan importantes obras artísticas de la Colonia. A la entrada del templo hay dos pilas de agua bendita, una de las cuales fue levantada sobre parte de un monumento dedicado a Camaxtli, dios tlaxcalteca de la guerra.
El Palacio de Justicia de Tlaxcala ocupa la antigua Capilla de Indios. En su fachada barroca fueron esculpidos dos escudos alusivos al imperio español. Este edificio está muy cerca del Palacio Legislativo, en donde antaño estuviera el Mesón Real,el cual fue rescatado del olvido y restaurado exitosamente hace apenas dos décadas.
Otro edificio notable es el Teatro Xicoténcatl, inaugurado en el siglo XIX. En ese recinto se conmemoró, en 1863, el primer aniversario de la Batalla de Puebla. En su plafón interior destacan las pinturas de las nueve musas en estilo art nouveau.
También son dignos de una visita la casona del siglo xix que hoy alberga a la Secretaría de Turismo y el Palacio de Cultura, construido en 1939, así como los restos del antiguo Hospital de la Encarnación que data de 1537 y que fue creado para contener la propagación de las grandes epidemias que diezmaron a la población indígena.
A unas cuantas calles del Palacio de Cultura, frente al atrio del convento de La Asunción, está la Plaza de Toros Jorge “Ranchero” Aguilar, sede de importantes eventos taurinos de nivel nacional e internacional.
Se dice que fueron los misioneros franciscanos, en el siglo xvi, los que llevaron a cabo la traza urbana de Tlaxcala, que por cierto aún se conserva. En sólo veinte años se erigieron los principales edificios civiles, el convento de San Francisco y el templo de San José, único en el país porque fue construido fuera de la plaza principal, ya que estaba destinado a los nobles tlaxcaltecas y no a los españoles recién llegados.
Si viene a Tlaxcala haga un alto en la Galería de Arte Tlaxyacan, no se arrepentirá. Y si desea estar en contacto con la naturaleza sin salir de la ciudad visite el jardín botánico, sito en el antiguo camino real a Ixtulco.
Bajo un cielo azul intenso, Tlaxcala, la primera ciudad del interior de Nueva España (fundada entre 1522 y 1525) es un remanso de paz que nos lleva de la mano hasta el siglo xvi, cuando Bernal Díaz del Castillo escribía: “Tlaxcala es grande y hermosa y en ella viven los nobles que vinieron de España a la conquista de México”
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