Ver revista digital
Descubre Destinos

La Encrucijada, Chiapas (1. Generalidades)

Chiapas

La Encrucijada es una de las reservas más bellas del estado de Chiapas. Ubicada a lo largo de la franja costera del Pacífico que abarca los municipios de Mazatán, Huixtla, Villa Comaltitlán, Acapetahua, Mapastepec y Pijijiapan.

Fue decretada Zona Protegida el 6 de junio de 1995 a través del Diario Oficial. Tiene una superficie de 144,868 hectáreas de terrenos ejidales, comunales, particulares y nacionales. Desde la fecha del Decreto ha estado destinada a la conservación y al manejo de ecosistemas de enorme importancia ecológica y de gran potencial económico. Sobresale la abundancia de manglares en las zonas costeras, así como los canales y los terrenos inundados y estacionalmente inundables.

Para el viajero es un espectáculo extraordinario. La Encrucijada forma parte del Parque Natural Manglar Zaragoza el paralelo 15º 10′ y 93º 10′ de latitud.

El calor es húmedo y rebasa los 37ºC a la sombra. Territorio en el que no hay guías visuales notables. Todo en nuestro derredor es igual: 360º de raíces hincadas en el agua, verticales tallos y troncos, despeinadas ramas que a fuerza de copiarse unas a otras se multiplican hasta el infinito.

Aunque La Encrucijada no es un sitio turístico se permite llegar a este lugar con un permiso expreso del Instituto de Historia Natural, con sede en Tuxtla Gutiérrez. Cabe mencionar que en esta zona se carece de todo tipo de servicio, el agua dulce es escasa y en la zona aledaña a la reserva sólo habitan tres familias; la posibilidad de conseguir alimentos es casi nula.

¡Descubre el México Auténtico a través de nuestro podcast!

COMO LLEGAR

Para llegar a este lugar, nos hemos desviado de la carretera costera del Pacífico, la número 200, que se dirige a Tapachula y la frontera con Guatemala. La desviación es en la población de Escuintla (la prehispánica ltzcuintian, abundante en perros). Pocos kilómetros adelante se entra a Acapetahua; de ahí se transporta en vehículo aproximadamente 15 kilómetros de terracería para llegar al Embarcadero de las Garzas.

EL EMBARCADERO DE LAS GARZAS

Aquí, los camiones de carga se transmutan en numerosas canoas con motor fuera de borda para conducir toda clase de alimentos y mercaderías hacia un mundo apartado, vacío y de intrincado acceso: sus laberínticos canales. Entrar a cualquiera de los cientos de canales que hay en el estero es pasar a una región difícil de concebir: un mundo en el que nunca se sabe bien dónde es agua, dónde tierra firme, o dónde es una mezcla de ambas cosas.

RODEADOS POR LA SELVA

El tiempo parece retroceder a medida que uno continúa internándose por los manglares. Todo es más primitivo, más elemental, y cada vez hay menor presencia humana. Si no es a bordo de un «cayuco», uno está imposibilitado para movilizarse. Puede decirse con propiedad que a un lado y otro de cada canal hay cien millones de barrotes y que uno queda enjaulado. En medio de tanta soledad, terminamos por entender que este mundo maravilloso de la infinita libertad es, al mismo tiempo, una gigantesca prisión de la que mucha gente jamás ha de salir.

En el interior de la reserva no hay caminos. Para abrirle paso entre la jungla y los pantanos, los investigadores que han recorrido el lugar tuvieron que tumbar árboles para transitar sobre los troncos y las ramas caídas, utilizándolos como puentes. A veces, estos puentes, que sobresalen de la vegetación oculta por el fango, se levantan a uno, dos y más metros de altura, y los troncos o las ramas son tan delgados que hay que pasarlos haciendo equilibrio de acróbata, con el peligro de sufrir un accidente o, en el mejor de los casos, un buen susto a causa de los raspones .

El ambiente de la isla es idílico dentro de la suprema sencillez que la vida asume en este lugar. Como ya hemos dicho, para llegar aquí no hay más vehículo que la lancha, ya sea de motor o de remos, de manera que el aislamiento es virtualmente constante, y viajar hasta la población más cercana, Acapetahua, significa utilizar algunas horas. Dirigiéndose de la isla hacia el extremo sur del estero y cuyo nombre lo describe con elocuencia, encontramos La Encrucijada.

SUS ACTIVIDADES

Las actividades productivas de mayor relieve en el área son la agricultura y la pesca, y en segundo término se encuentran los aspectos forestal y agropecuario.

Al fondo de la inmensa laguna aparece una pequeña isla, tal como aquellas de las que sólo se sabe por los relatos de viejas novelas sobre la Polinesia. Es la isla de la Palma o las Palmas se alojan unas cien familias dedicadas por entero a la pesca, que disponen de corriente eléctrica generada por una pequeña planta local. Hay aquí una escuela primaria, pero todo lo demás proviene del mar (a medio kilómetro) y de la inmediata laguna.

URGEN MAS ENCRUCIJADAS

Reservas ecológicas como La Encrucijada deberían existir en cada uno de los estados que integran la República Mexicana, en aquellas áreas en donde todavía sobrevive algún tipo de fauna silvestre, la invasión caótica de las tierras, la cacería y la tala inmoderadas, entre otras calamidades humanas, amenazan con acabar con la vida de nuestros animales.

Si otros países importan animales para repoblar sus bosques, ¿por qué en México no nos preocupamos de la sobrevivencia de las especies animales que todavía habitan en nuestros montes?

Ya es muy larga la lista negra de animales en extinción y cada día va en aumento. Si no se crean reservas ecológicas como La Encrucijada, va a llegar el momento en que nuestros hijos no tendrán la oportunidad de conocer a los tapires o a los ocelotes, porque ya no habrá zoológicos. Contemplarán los ejemplares de nuestra fauna solo en fotografías y dirán: ¡qué hermosos eran estos animales! ¿por qué los acabaron? Y esa pregunta sin respuesta ahora, menos la podremos contestar mañana.

Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
Salir de la versión móvil