La historia del mexicano que solucionó el problema que no pudo Newton
Rafael González es un ingeniero mexicano de 29 años que ha logrado resolver, junto con Alejandro Chaparro, un problema matemático que Newton no respondió.
Rafael González Acuña, nacido en Monterrey, quería jugar futbol profesional cuando era niño, pero más tarde descubrió que su talento se encontraba en el universo de los números. El ingeniero mexicano de 29 años eligió la física como su pasión y logró descifrar el problema matemático que Issac Newton no pudo resolver hace más de tres siglos.
“Hay un estigma sobre los mexicanos y los números, pero yo creo que realmente somos tan inteligentes como cualquier otra persona de otro país”, dice en entrevista vía telefónica desde Boston el ingeniero mexicano que resolvió la llamada aberración esférica en lentes ópticos.
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El matemático griego Diocles (240 a. C.-180 a.C.) fue el primero en fundamentar el problema hace más de 2,000 años. Isaac Newton y Gottfried Leibniz intentaron hallar una respuesta para el problema conocido también como Wasserman-Wolf, en honor a los científicos que plantearon formalmente el problema en 1949.
“Yo no me esperaba que la noticia tuviera el impacto que tuvo y no porque no fuera importante el problema, sino porque no creí que la entrevista que me hicieron se fuera a publicar en una página principal del Tec de Monterrey”, dice al referirse al portal de Conecta.
A pesar de su logro, González Acuña asegura que no es mejor que Isaac Newton por haber resuelto el problema que dejó pendiente el físico inglés, ya que hoy él cuenta con otras herramientas que en el pasado no se tenían, como el internet o el acceso a numerosos libros.
“La sabiduría viene de Dios. Él decide y uno se lo agradece”, asegura el joven regiomontano, quien realizó el descubrimiento gracias a su amigo y colega Alejandro Chaparro.
Los dos amigos se han convertido en héroes de las matemáticas en un país que adolece de estos conocimientos.
Cada año egresan 110,000 ingenieros cuando el país requiere más de 800,000, y se prevé que en los próximos cinco años la cifra de egresados vaya a la baja, de acuerdo con datos de la Coordinación General de Universidades Tecnológicas y Politécnicas.
Mientras que 6 de cada 10 jóvenes mexicanos no dominan conocimientos básicos de matemáticas, como problemas con fracciones, decimales o ecuaciones, de acuerdo con la prueba Planea 2017, que elabora el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).
Rafael González narra su historia desde Boston, en donde realiza un curso, y conversa sobre la importancia de la ciencia en México.
El descubrimiento
En 2013, González concluyó sus estudios de licenciatura en el Tec de Monterrey y realizó un viaje a Nueva Zelanda de forma posterior. A su regreso decidió estudiar una maestría en Mecatrónica por el Centro de Investigaciones Ópticas de Guanajuato y fue ahí en donde conoció a un gran amigo: Alejandro Chaparro.
El joven egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue la persona que compartió la obsesión con el egresado de la Ingeniería Física Industrial del Tec de Monterrey por el problema matemático.
La primera noticia que tuvo Rafael sobre la llamada aberración esférica en lentes ópticos provenía de un libro traducido del árabe al inglés, ejemplar que hablaba de la propiedad que tiene el espejo parabólico, la cual es una de las bases para el desarrollo de las tecnologías aplicadas en antenas parabólicas.
Sin embargo, la historia para hallar una respuesta al problema se remonta hasta los intentos de Isaac Newton, uno de los padres del cálculo.
Durante casi tres años, Chaparro y González buscaron una solución al problema matemático, que ocupó la mente de ambos todo el tiempo. Una obsesión por la precisión y un amor por las respuestas que sólo dan los números.
A distancia, los dos mexicanos trabajaban juntos en la solución del problema matemático que sólo tenía aproximaciones numéricas, pero no una respuesta exacta.
En noviembre de 2017, Rafael decidió poner toda su dedicación al resolver el problema.
“Lo único que queríamos era resolverlo. Alejandro desde el Estado de México y yo en Monterrey discutíamos mucho para encontrar la solución. Inclusive nos llegamos a enojar uno con el otro”, dice el ingeniero originario de Monterrey.
Una noche de junio de 2018, Alejandro y Rafael tuvieron una larga e intensa discusión. “Nos mentamos la madre”, recuerda González, quien después de las diferencias con su compañero de estudios se fue a dormir y se levantó a desayunar por la mañana.
Mientras untaba un pan con Nutella, la respuesta al problema de tantos siglos llegó de improviso y la única expresión que alcanzó a pronunciar su boca fue: “¡Madres! Esta es la solución” y corrió a su cuarto para programar y disfrutar la felicidad por la respuesta.
Acto seguido, el estudiante de doctorado se comunicó con Alejandro Chaparro para contarle la solución y revisarla en conjunto. Así fue como iniciaron el trabajo para publicar su hallazgo y someterlo a la revisión de las revistas científicas auditadas.
En octubre de 2018, el artículo fue publicado en la revista especializada Applied Optics y la revisión fue más que favorable, ya que recibió la distinción del editor, lo cual no es un hecho común.
“Lo que encontramos Chaparro y yo es que la solución es analítica y es exacta”, dice Rafael González.
Los microscopios, telescopios o cámaras se sustentan en un sistema basado en aproximaciones numéricas, mientras que el trabajo de los mexicanos es exacto.
El trabajo permitirá ahorros de tiempo en la programación de modelos, permitirá entender la física detrás de las lentes y se logrará la precisión de las lentes a través del cambio de los materiales o formas de las lentes.
“Tenemos otros trabajos que van a causar polémica, pero ahorita están en revisión. Julio Gutiérrez Vega y yo los estamos preparando”, asegura.
Julio Gutiérrez Vega es su actual asesor en el doctorado desde septiembre de 2017, quien le ha dado clases de cuántica y física computacional.
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