‘La ofrenda’: la obra de Saturnino Herrán que exalta la belleza del Día de Muertos

'La ofrenda' de Saturnino Herrán, tal vez sea la obra más icónica de este pintor nacido en Aguascalientes. En un cuadro sintetizó toda una época pictórica, así como la espiritualidad de la tradición más universal de México: el Día de Muertos.
Los hitos de la pintura mexicana suelen ser referidos exclusivamente en el quehacer del muralismo. Sin embargo, tan solo unos años antes de su surgimiento, hubo un pintor que cambió para siempre esta disciplina. Se trataba de Saturnino Herrán, quien surgido del academicismo del Porfiriato, incorporó en su obra el leitmotiv del modernismo. De entre sus más grandes cuadros, destaca especialmente uno: La ofrenda. Conozcamos sobre esta obra maestra de la pintura mexicana.

Sobre Saturnino Herrán
Saturnino Herrán nació en la ciudad de Aguascalientes, el 9 de julio de 1887. Su padre fue un burócrata y académico. Por otro lado, su madre perteneció a una familia de hacendados de origen francés. Tras cursar su educación inicial en su estado natal, en 1902 se trasladó junto a su familia a la Ciudad de México, gracias a que su progenitor se convirtió en diputado suplente del Congreso de la Unión. Saturnino se inscribió a la Academia de San Carlos en 1904, en la cual destacó tanto, que prácticamente pasó a trabajar profesionalmente de forma inmediata.
Empapado del modernismo literario y artístico gracias a sus profesores, amistades y conocidos, su obra pronto destacó. Para la época en que pinto La ofrenda, en medio de la Revolución Mexicana, sobrevivía haciendo ilustraciones en medios impresos y dando clases para la Escuela Nacional de Bellas Artes. También trabajaba en su taller particular en la calle de Mesones. Allí su obra se volvió mucho más luminosa y simbólica. En medio de la conmoción social y política, buscaba recobrar en sus pinturas las dos raíces principales de la cultura mexicana: la novohispana y la prehispánica.

La ofrenda de Saturnino Herrán
La ofrenda de Saturnino Herrán fue pintada en 1913. Forma parte del mencionado contexto de búsqueda de las raíces de lo mexicano. La obra alude directamente a la celebración del Día de Muertos. En dicha celebración, a pesar de que su principal sustento son las festividades católicas del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, había elementos provenientes de la antigua Mesoamérica, así como de las comunidades originarias contemporáneas. El principal de estos componentes ancestrales es la flor de cempasúchil, unos de los protagonistas del cuadro de Herrán.
La composición de esta obra tiene diferentes ejes y diagonales tendidas a lo largo y ancho del lienzo. Éstas dirigen el interés del espectador hacia el personaje masculino, un indígena, que está de pie y cargando las cempasúchil en una canoa. Un anciano, una mujer y dos infantes lo acompañan. Estas figuras, junto a las flores de muertos, estarían creando un símbolo que representa la ecléctica conformación de la sociedad mexicana. También serían una alegoría sobre las etapas de la vida: nacimiento, madurez y muerte.
Como hemos comentado, Saturnino Herrán buscaba redescubrir las profundas raíces de México. Que haya elegido una escena del Día de Muertos no es mera coincidencia. A consideración del pintor, esta fiesta sintetiza y universaliza una serie de heterogeneidades, las cuales generan la gran comunión de nuestra diversa sociedad.

Posteridad
Tras casarse con Rosario Arellano en 1914, tuvieron un hijo. Como podía, el pintor trabajaba sin cesar para sustentar a su familia. Tristemente, moriría prematuramente el 8 de diciembre de 1918. El legado de su obra, y sobre todo de La ofrenda, es palpable en el muralismo. No cabe duda que él fue el gran precursor de elementos presentes en la obra de Rivera, Orozo, Siqueiros y otros exponentes de aquella vanguardia mexicana. En tiempos más recientes, Google en 2013 creó un doodle basado en esta pintura para conmemorar el natalicio de Herrán.
